Juan Francisco, un joven español de 20 años, es descrito por quienes lo conocen como alguien con apariencia de adolescente, aparentemente inofensivo, pero con un pasado trágico que contrasta con su aspecto. Con una discapacidad mental severa diagnosticada, Juan Francisco ha confesado haber asesinado a un niño de 11 años en Mocejón, Toledo, aunque alega que fue su «otro yo» quien cometió el crimen. Su padre, Fernando, un vigilante de seguridad, fue llamado por los investigadores para acompañar a su hijo durante la detención, en un esfuerzo por asegurar que se respetaran todos sus derechos, dada su condición mental.
En su confesión, Juan Francisco explicó que, aunque vio a alguien que tenía su rostro y su cuerpo apuñalar al niño, él insiste en que no fue el autor del crimen. Este desgarrador relato se desarrolló frente a su padre, añadiendo una capa de complejidad al ya trágico suceso.
Desde el principio, los residentes de Mocejón sospecharon que el asesino era alguien del pueblo. El acceso al campo de fútbol donde ocurrió el crimen estaba restringido por dos vallados, y solo alguien que conociera bien el área podría haber entrado. Este detalle limitó rápidamente el círculo de sospechosos a los jóvenes del lugar. Sin embargo, la falta de reconocimiento inmediato por parte de los testigos complicó la identificación del culpable, sembrando dudas sobre si podría haber sido alguien de fuera del pueblo.
Un grupo de adolescentes de 16 años, que también se había colado en el campo de fútbol, notó la presencia de Juan Francisco, quien se les acercó brevemente sin interactuar con ellos. Aunque no identificaron un cuchillo en su mano, algunos comentaron que parecía llevar algo metálico.
Cuando Juan Francisco se acercó a los niños, ellos pensaron que iban a ser reprendidos por haberse colado en el campo, por lo que corrieron, excepto Mateo, de 11 años, quien se quedó rezagado y fue atacado por Juan Francisco sin previo aviso. Después del asesinato, circularon rumores de que el asesino había huido en un coche, lo que resultó ser falso. En realidad, Juan Francisco caminó tranquilamente hasta la casa de su abuela, donde fue captado por cámaras de seguridad.
Estas imágenes fueron cruciales para la rápida resolución del caso por parte del grupo de Policía Judicial de Toledo. Dado que Juan Francisco no era conocido por muchos vecinos y no salía mucho de casa, las grabaciones permitieron identificarlo y arrestarlo rápidamente.
Contrario a lo que se rumoraba, Juan Francisco no se escondió en el cementerio cercano; simplemente esperó en la casa de su abuela a que su padre lo recogiera para ir juntos a misa. Durante su confesión, además de mencionar la existencia de su «otro yo», también indicó dónde este «otro yo» había descartado el arma homicida: en una acequia. A pesar de los esfuerzos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) para recuperarla, el lodo ha dificultado su localización. La búsqueda continuaría al día siguiente, con la esperanza de encontrar más pruebas que arrojen luz sobre este perturbador crimen.