La política valenciana anda tan revuelta como las últimas tormentas que azotaron la Huerta Sur. Mientras el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, asegura haber “asumido responsabilidades” por su gestión de la DANA y promete que su futuro político va ligado a la reconstrucción de las zonas afectadas, la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, insiste en exigirle explicaciones sobre su “misteriosa desaparición” cuando el agua caía a cántaros. La anécdota —o la guinda de este pastel— la pone Bernabé recordando que, pese a estar de camino para disfrutar un sándwich, ella se puso manos a la obra en cuanto recibió el aviso de emergencia. Sin embargo, de Mazón nadie sabe, nadie supo; o, al menos, no con la nitidez que Bernabé desearía.
La bronca viene fuerte porque el PP, con Cuca Gamarra a la cabeza, advierte al PSOE que no va a salirle “gratis” eso de buscar el “desgaste político” tras la tragedia. Gamarra, en un tono que roza la épica, describe a Mazón como un ejemplo de “altísima honestidad política” porque dice haber reorganizado su gobierno y prometido que su permanencia en el cargo dependerá de la eficacia con que se reconstruya la región.
Ahora bien, mientras Gamarra viste a Mazón con capa de héroe, la delegada del Gobierno y flamante secretaria de Igualdad del PSOE no se cansa de preguntar: “¿Por qué no estaba el presidente cuando se activó el plan de emergencias? ¿Por qué no respondió en el momento preciso?”. Preguntas directas para un presidente que, según el PP, está tan enfrascado en ayudar a los afectados que no tiene tiempo para polémicas interesadas.
Las acusaciones del PSOE van más allá, al sugerir que Mazón ha ofrecido varias versiones contradictorias sobre su paradero, un “festival de excusas” que no cuadra con la contundencia de su compromiso político. Por su parte, el PP insiste en que la verdadera prueba de liderazgo se demuestra en la acción, en “arrimar el hombro” y buscar la mejor salida a los damnificados. De hecho, la cúpula popular cree que la oposición debería dejar a un lado el oportunismo electoral y formar un frente común para agilizar las ayudas, en lugar de perderse en preguntas sobre dónde estaba Mazón a la hora de comer. Todo esto, por supuesto, mientras el debate encendido se desarrolla a golpe de titulares, declaraciones y contradeclaraciones.
Lo que comenzó como una DANA se ha convertido en un vendaval político en el que cada partido lanza su propia tormenta argumental. Unos creen que Mazón ha cumplido con su deber y que su reorganización de gobierno prueba su compromiso. Otros, que esta reestructuración no basta mientras no explique con claridad por qué no contestó al teléfono, por qué no se presentó a tiempo o por qué era imposible encontrarlo cuando había que tomar decisiones urgentes.
Lo único que parece cierto, de momento, es que las aguas —tanto meteorológicas como políticas— no se han calmado, y que la factura de esta situación, según advierte el PP, podría llegar con intereses para los que osen convertir la tragedia en munición electoral. Para que luego digan que una tormenta dura solo unas horas: en la Comunidad Valenciana, al menos la política, puede prolongarse sin fecha de caducidad.