El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha lanzado una previsión que, a primera vista, suena a victoria para España: mientras el crecimiento económico mundial caerá medio punto porcentual, España será la única gran economía que esquive la desaceleración. Según el organismo, nuestro país se beneficiará de su menor exposición al comercio con Estados Unidos, lo que permitiría mantener el dinamismo económico en 2025. Sin embargo, los datos internos contradicen esta visión optimista y revelan una economía con pilares mucho menos sólidos de lo que parece.
Un impacto comercial que ya se deja notar
El FMI argumenta que España está relativamente a salvo del proteccionismo impulsado por el expresidente estadounidense Donald Trump, cuyas políticas arancelarias están redefiniendo las reglas del comercio global. Pero la supuesta inmunidad española al conflicto comercial con EE.UU. es discutible: las exportaciones españolas al país norteamericano rondan los 20.000 millones de euros, aproximadamente el 1,1% del PIB, y ya se están viendo afectadas. Pensar que este nivel de comercio está exento de consecuencias es ignorar los efectos acumulativos de la incertidumbre global y el enfriamiento de la demanda internacional.
Un crecimiento artificial: el espejismo del gasto público
Otro elemento que distorsiona las buenas cifras macroeconómicas es el excesivo protagonismo del gasto público. Buena parte del crecimiento del PIB español se apoya en un incremento del gasto estatal, que maquilla la debilidad del sector privado. Esta expansión artificial no solo genera una falsa sensación de dinamismo, sino que además no se traduce en una mejora real para los ciudadanos.
El mejor ejemplo de ello es la evolución de la renta per cápita real, que no solo no crece, sino que en términos de poder adquisitivo está cayendo. Es decir, los españoles tienen menos capacidad de compra hoy que hace unos años, a pesar de que el país “crece”. El crecimiento, en este caso, no es sinónimo de prosperidad.
Las advertencias del FMI sobre la “nueva era económica” que se abre con el retorno del proteccionismo no deben tomarse a la ligera. Si bien la institución confía en la resiliencia española, la economía mundial se encuentra en un momento delicado, con riesgos que no se limitan a las tensiones comerciales. La deuda pública elevada, el estancamiento de la productividad, y un mercado laboral tensionado son algunos de los factores que también afectan a España y que podrían agravar el panorama en los próximos meses.
Las previsiones del FMI, aunque relevantes, no deben tomarse como una verdad absoluta. En el caso de España, el optimismo del organismo parece basarse en un análisis superficial de los datos. Más allá del crecimiento del PIB, hay indicadores que reflejan un deterioro económico que no puede ignorarse.
La falta de reformas estructurales, la dependencia del gasto público y la pérdida de poder adquisitivo son señales de que el modelo económico actual no es sostenible a largo plazo. Si no se toman medidas, el espejismo de crecimiento podría desvanecerse pronto, dejando al descubierto una realidad mucho menos favorable.