El reciente escándalo que involucra a Juan Lobato, líder del PSOE en Madrid, y Pilar Sánchez Acera, jefa de gabinete de Óscar López, ha sacudido los cimientos del partido. Sánchez Acera envió a Lobato un correo que contenía información sobre un supuesto acuerdo del abogado del novio de Isabel Díaz Ayuso con la Fiscalía por dos delitos fiscales. Este documento, entregado antes de su publicación en prensa, generó una cadena de mensajes entre ambos, que posteriormente fueron llevados a una notaría por Lobato como medida preventiva.
En los mensajes, Sánchez Acera advirtió a Lobato que tuviera «cuidado con los datos personales», pero señaló que la información «se puede sacar» en la sesión de control al Gobierno autonómico de ese mismo día. Lobato, aún portavoz parlamentario socialista en la Asamblea de Madrid, mostró sus dudas y preguntó si el correo ya había sido publicado en algún medio, lo que Sánchez Acera confirmó. A pesar de esto, Lobato optó por no utilizar el documento en el debate político, preocupado de que pudiera parecer una filtración procedente de la Fiscalía.
Este episodio ha derivado en una declaración de Lobato como testigo ante el Tribunal Supremo, donde presentó el acta notarial con los mensajes intercambiados. La situación ha generado un profundo malestar dentro del PSOE, con algunos miembros acusando a Lobato de «deslealtad» por su manejo de la información y por haber involucrado a otros en el proceso judicial.
El caso de la filtración del correo sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso sigue generando controversia en el PSOE y en el ámbito político nacional. Los nuevos detalles sobre los mensajes entre Juan Lobato y Pilar Sánchez Acera, jefa de gabinete de Óscar López, revelan una intensa deliberación sobre cómo utilizar esta información como arma política en la Asamblea de Madrid Todo esto ocurrió a primera hora de la mañana (¿café y conspiraciones?) el 14 de marzo, según las pruebas entregadas por Lobato a una notaría, porque si te metes en líos, al menos ten papeles. Así es la política: correos filtrados, chats comprometedores y frases que parecen sacadas de una novela negra barata.
Según los chats entregados por Lobato en una notaría y ahora bajo investigación judicial, el líder socialista madrileño mostró inquietud por el origen del correo y su publicación en los medios. “¿Cómo tenemos este mail?” y “¿Se ha publicado en algún sitio?”, preguntó Lobato, preocupado por las implicaciones de usar información confidencial en el debate parlamentario.
Sánchez Acera, aunque escueta, explicó que el documento llegó a sus manos “porque llega” y aseguró que los medios de comunicación ya lo tenían. Para mayor seguridad, le propuso confirmar si el correo se había publicado antes de la sesión parlamentaria: “Si es así, te lo digo”. Además, planteó que, en caso de no poder utilizarlo en ese momento, podría quedar “en retaguardia” para ser empleado en el futuro, sugiriendo un uso estratégico contra Ayuso.
Finalmente, Lobato decidió no utilizar el correo en la sesión parlamentaria, preocupado por que pudiera interpretarse como una filtración procedente de la Fiscalía. Este paso no evitó que el caso se convirtiera en un problema mayor, llevando a Lobato a declarar como testigo ante el Tribunal Supremo. Mientras tanto, Sánchez Acera y otros implicados enfrentan acusaciones de revelación de secretos. Así, en el teatro político, las filtraciones y las precauciones se entrelazan, dejando a los protagonistas en una danza de sospechas y estrategias.