La figura de Carles Puigdemont ha sido una de las más controvertidas en la política española en los últimos años, especialmente tras su declaración unilateral de independencia de Cataluña en 2017. Su fuga a Bélgica y su posterior estancia en Waterloo han levantado numerosas sospechas sobre la complicidad de agentes de los Mossos d’Esquadra en facilitar su huida y protegerlo mientras estuvo en el extranjero.
La primera huida de Puigdemont se llevó a cabo en octubre de 2017, apenas tres días después de la declaración de independencia del Parlament catalán y la intervención del gobierno central a través del artículo 155 de la Constitución. Esta operación, meticulosamente planificada, implicó la participación activa de miembros de los Mossos d’Esquadra. Según diversas fuentes, Puigdemont fue recogido en su residencia en Girona por un coche conducido por un agente de los Mossos, y a lo largo de su trayecto hacia la frontera francesa, cambió de vehículo en varias ocasiones. Esta táctica, que contaba con la colaboración de su esposa y de un amigo cercano, permitió al expresidente catalán llegar a Bruselas, donde la noticia de su huida se confirmó al día siguiente.
La implicación de los Mossos en esta operación no pasó desapercibida. Tras conocerse la fuga, se inició una investigación interna que resultó en el relevo de los agentes implicados. Sin embargo, las sospechas sobre la colaboración de ciertos sectores del cuerpo policial catalán con Puigdemont no se detuvieron ahí.
Durante su estancia en Waterloo, Bélgica, Puigdemont continuó recibiendo protección de al menos una quincena de agentes en activo de los Mossos d’Esquadra. Estos agentes, que rotaban constantemente, solicitaban bajas, días libres o vacaciones para poder viajar a Bélgica y alojarse en la mansión donde residía Puigdemont. La operación, coordinada por el sargento Lluís Escolà, permitió a Puigdemont moverse con relativa libertad sin ser descubierto. Escolà, quien está siendo investigado por la Fiscalía, ha sido acusado de ayudar a Puigdemont a escapar de España, burlando los controles oficiales. Su caso por el momento sigue bajo investigación.
La presencia de estos agentes en Waterloo fue crucial para la seguridad de Puigdemont. La estrategia del grupo organizado que se dedicaba a su protección incluía la prohibición de salir de la mansión para evitar ser fotografiados, una medida que subraya el grado de clandestinidad con el que operaban.
El retorno de Puigdemont a Cataluña, aunque breve, generó un nuevo capítulo en esta historia. En un evento frente al Arc de Triomf en Barcelona, Puigdemont logró aparecer en público a pesar de tener una orden de arresto en vigor. Las circunstancias de su regreso, así como su capacidad para cruzar la frontera sin ser detenido, han sido objeto de especulaciones. Se cree que Puigdemont estuvo escondido en Cataluña durante varios días antes de su aparición, lo que le permitió moverse sin ser detectado gracias a la complicidad de un pequeño grupo de personas y una estrategia de camuflaje cuidadosamente orquestada.
La operación Jaula, desplegada por los Mossos d’Esquadra en Barcelona, incluyó un despliegue aéreo y terrestre en busca de Puigdemont. Sin embargo, a pesar de las órdenes de detención vigentes, las fuerzas de seguridad no lograron capturarlo. Este fallo operativo ha suscitado duras críticas hacia los Mossos, que ya habían sido cuestionados por su actuación durante el referéndum ilegal del 1-O.
La reciente fuga de Puigdemont ha afectado gravemente la imagen y el crédito de los Mossos d’Esquadra. La implicación de agentes en su protección y huida ha intensificado las críticas sobre la efectividad y la imparcialidad del cuerpo policial catalán. Esto se suma a las designaciones de Eduard Sallent como jefe de los Mossos y de Joan Ignasi Elena como conseller de Interior.
El primero fue nombrado en junio de 2019, en un momento en que el independentismo buscaba distanciarse de la era de José Luis Trapero, cuyo liderazgo fue cuestionado tras su implicación en el referéndum ilegal del 1-O, por lo que decidió sustituirse por un allegado a movimiento soberanista catalán. El segundo es un político con pasado en el PSC que, una vez comenzó el proceso secesionista, decidió saltar a ERC en busca de un mejor puesto. Estas decisiones supusieron una crisis efectiva dentro del cuerpo que, sumado al descontento sindical, dejó a los Mossos en un momento crítico.
La reinstauración de Josep Lluís Trapero como director general de la policía autonómica, tras su anterior destitución, podría marcar un punto de inflexión en la gestión de la crisis, aunque las tensiones internas y las presiones políticas siguen latentes.
Este escándalo ha puesto de relieve las dificultades para equilibrar las presiones políticas con la gestión efectiva de las operaciones policiales, y plantea serias preguntas sobre la integridad y la capacidad de los Mossos para cumplir con su deber en un entorno tan polarizado.