La situación económica de los jóvenes en España sigue empeorando, como lo demuestran los informes de la Cátedra Vivienda y Futuro de la Universitat Pompeu Fabra y la Asociación de Promotores y Constructores de Edificios (APCE). Según el estudio, el poder adquisitivo de los jóvenes ha caído un 10% en la última década, mientras que los precios del alquiler han aumentado un 53%. Esta combinación de factores dificulta seriamente su emancipación, situando la edad promedio para dejar el hogar familiar en los 29 años, una de las cifras más altas de Europa. Aunque España exhibe indicadores macroeconómicos positivos, como un PIB en constante crecimiento y un sólido rendimiento en turismo y exportaciones, la juventud no comparte este progreso.
Un mercado inmobiliario fuera del alcance
El acceso a la vivienda es uno de los mayores problemas para los jóvenes en España. Según la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España, en 2002 el 66% de los hogares liderados por menores de 35 años poseían una vivienda. Dos décadas después, este porcentaje se ha reducido a un alarmante 32%. Las restricciones al crédito y el aumento desproporcionado de los precios han contribuido a esta caída. Actualmente, los menores de 35 años representan apenas el 6% de la deuda hipotecaria total, frente al 40% que ostentaban en 2002.
El alquiler tampoco es una alternativa viable. Los precios han aumentado un 53% en la última década, mientras que el poder adquisitivo de los jóvenes ha caído un 10%. Esta situación obliga al 86% de los menores de 34 años a seguir viviendo con sus padres, según datos de Eurostat, una cifra significativamente superior al promedio europeo.
La falta de oferta inmobiliaria agrava el problema. En España, se crean anualmente 285.000 nuevos hogares, pero solo se construyen 110.000 viviendas. Este déficit, junto con políticas que limitan los precios de alquiler sin fomentar la construcción de nuevas viviendas, genera una presión constante sobre los precios, especialmente en áreas metropolitanas como Barcelona o Madrid.
Salarios estancados
La educación, que solía ser un trampolín hacia mejores oportunidades, ya no garantiza estabilidad económica. Según un informe de Funcas, los jóvenes actuales ganan un 20% menos que la generación anterior, a pesar de contar con una mayor formación académica. Este descenso es especialmente pronunciado entre quienes poseen estudios superiores, destacando una paradoja: a mayor cualificación, mayor desigualdad salarial respecto al pasado.
Las diferencias generacionales también son evidentes en la distribución de la renta. Mientras que los jóvenes menores de 35 años han visto cómo sus ingresos disminuyen, los mayores de 65 años han experimentado un incremento del 41%, consolidándose como el grupo con mayor riqueza en España.
Cotizaciones y precariedad laboral
La caída de los salarios se traduce directamente en menores bases de cotización. Según el informe “Presente y futuro de la juventud española” del BBVA, las cohortes más recientes tardan más tiempo en alcanzar la cotización media de sus predecesores. Por ejemplo, mientras que los nacidos en 1955 alcanzaron esta media a los 27 años, los nacidos en 1985 aún no lo han logrado a los 34.
La precariedad laboral y la temporalidad dificultan además el acceso a hipotecas y otros instrumentos financieros, dejando a los jóvenes atrapados en un círculo vicioso de inseguridad económica. Según el Observatorio Vasco de la Juventud, el salario promedio de los menores de 30 años es de apenas 1.226 euros netos al mes, insuficiente para afrontar los costos de vida actuales.
Frente a este panorama, se requieren políticas integrales para revertir la situación. La construcción de viviendas asequibles, tanto públicas como privadas, es una necesidad urgente. Modelos innovadores como el «coliving» y sistemas de ayuda a la compra, similares al esquema británico donde el gobierno adquiere una parte del inmueble, podrían facilitar el acceso de los jóvenes al mercado inmobiliario.
En el ámbito laboral, se aboga por una mayor integración entre la formación académica y el mercado laboral mediante la educación dual. Esto permitiría a los jóvenes adquirir experiencia práctica y mejorar sus perspectivas de empleo.