Imagen: Pepe Caballero
El 11 de marzo de 2004, a primera hora de la mañana, cuatro trenes explotaron en diferentes puntos de Madrid cuando trasladaban a centenares de personas hacia el centro de la ciudad en plena hora punta. Las bombas fueron colocadas por un grupo de yihadistas inspirados en al Qada, la organización liderada por Osaba Bin Laden y causaron 192 muertos y cerca de 2.000 heridos.
Madrid, y España en general, habían vivido antes atentados terroristas de ETA, por lo que los equipos de emergencias contaban con experiencia en ese sentido. Pero el 11-M tenía otra dimensión. Al mediodía, los sanitarios habían atendido a más de 700 heridos, de los que 247 ingresaron en los hospitales como críticos tras ser estabilizados en el lugar.
Aunque en un principio apareció rápidamente la imagen de ETA, los culpables eran grupos yihadistas que habían ido acercándose en esos últimos años al territorio de la Unión Europea, atentando en 2003 en Casablanca y Estambul. Muchos fueron reivindicados por grupos asociados a la lucha yihadista, y otros muchos serían perpetrado en los años venideros por lobos solitarios vinculados o inspirados por Al Qaeda y el Estado Islámico.
“Hoy sabemos que este atentado, el mayor de la historia en suelo español o europeo, fue diseñado para causar una matanza mayor incluso de la que tuvo lugar”, afirmó esta semana el alcalde de la capital José Luis Martínez-Almeida, que lamentó también que, “con mezquindad sin límites”, “los terroristas atacaron a la gente normal que se dirigía a trabajar o al colegio aquella temprana mañana”.
Yihadismo en Europa y en España
En años anteriores al 11-M ya se habían desarticulado algunas células yihadistas, como la vinculada al Grupo Islámico Armado desmantelada en la Comunidad Valenciana en 1997 o el grupo que cayó en la llamada Operación Dátil de 2001.
A los atentados del 11 de marzo le siguieron otros: un año después, el 7 de julio de 2005, cuatro explosiones, tres en el metro y una en un autobús urbano, causaron 56 muertos y 700 heridos en Londres. Otras ciudades como Ámsterdam, Toulouse, Burgas ―localidad a orillas del Mar Negro― o Bruselas son testigos de otros ataques terroristas.
Pero es en el año 2015 cuando el yihadismo se hace fuerte en Francia y, en diferentes episodios, los terroristas matan a 12 personas durante el asalto de la redacción parisina del semanario Charlie Hebdo (un día después de eso, un tercer yihadista asesinó a un policía y, al día siguiente, retuvo a una decena de personas en un supermercado judío, donde asesinó a cuatro rehenes. Los tres terroristas fueron abatidos) y a otras 130 en una cadena de atentados simultáneos en París. Estos últimos, reivindicados por el Estado Islámico y ejecutados en las inmediaciones del estadio de fútbol Saint Denis, en varios restaurantes y en la sala de fiestas Bataclán, fueron los más sangrientos en la historia de Francia.