En medio de la devastadora DANA que golpea sin clemencia a la Comunidad Valenciana, emergen cuestionamientos profundos sobre la empatía y la responsabilidad de la clase política. Las lluvias torrenciales y sus consecuencias no solo han dejado a su paso un rastro de destrucción, sino que han puesto de manifiesto la brecha, cada vez más evidente, entre los representantes y sus representados.
Mientras miles de personas intentan recomponer lo que quedó de sus hogares, el Congreso de los Diputados ha seguido adelante con su agenda, enfocado en debates sobre el control de la televisión pública RTVE. Esta indiferencia hacia la catástrofe, en la que han fallecido personas y muchas otras han quedado sin hogar, no es solo un error de cálculo político, sino un síntoma de la desconexión entre los legisladores y la realidad que atraviesa el país.
Las palabras de algunos diputados han resonado en el ambiente con un eco de insensibilidad. «Los diputados no estamos para ir a Valencia a achicar agua», pronunció Aina Vidal, portavoz de Sumar, en un intento de justificar la continuidad de la agenda parlamentaria. Gabriel Rufián, de ERC, fue más allá al argumentar que los diputados no podían colaborar en las labores de rescate. Estas declaraciones, lejos de calmar los ánimos, han inflamado aún más la indignación pública, en un momento en que el país esperaba solidaridad y compromiso.
Los medios, como The Objective y El Mundo, han relatado con claridad la desconexión emocional en una jornada parlamentaria que muchos consideran una de las más tristes de los últimos tiempos. La sesión se centró en la disputa política por el control de RTVE, mientras que en las calles de Valencia se respiraba desesperación. La imagen de un Congreso ensimismado en luchas de poder, mientras una región lucha por salir a flote, es demoledora.
Indignación en redes y un contraste ineludible
Las redes sociales se convirtieron en el espacio donde los ciudadanos expresaron su repudio y frustración ante la postura de los diputados. “No se les pedía que cogieran un cubo, sino que mostraran respeto y empatía”, escribió un usuario en Twitter, sintetizando el sentimiento de miles. En un contexto de tragedia, el mínimo acto de respeto habría sido postergar la agenda política para dedicar un momento a honrar a las víctimas y reconocer la labor de quienes, desde el suelo, luchan incansablemente por rescatar y reconstruir.
En las calles de Valencia y en otras zonas afectadas, la reacción fue distinta. Bomberos, voluntarios, vecinos y la Unidad Militar de Emergencias (UME) se han unido para limpiar calles, distribuir víveres y auxiliar a los atrapados. Es esta solidaridad, palpable y sincera, la que ha dado esperanza a las personas en momentos oscuros. Las imágenes de valencianos ayudando entre sí han circulado ampliamente, en un contraste devastador con la escena del Congreso, donde las prioridades parecen estar lejos de las necesidades del pueblo.
La desconexión de la clase política
Este episodio pone en cuestión el rol de los políticos en tiempos de crisis. La expectativa de la ciudadanía no es que los diputados se conviertan en rescatistas, sino que demuestren un mínimo de empatía y adaptabilidad en sus agendas. La negativa a hacer una pausa en las sesiones parlamentarias para priorizar la tragedia ha dejado en evidencia una falta de sintonía con el dolor que atraviesa el país. Las decisiones de los diputados en este contexto, para muchos, han erosionado aún más la confianza en sus representantes.
Lo que se espera de un líder en momentos de emergencia no es indiferencia, sino humanidad. Al decidir continuar con las discusiones sobre RTVE en lugar de mostrar respeto por los afectados, los diputados han sembrado dudas sobre su capacidad para representar los intereses reales de quienes los eligieron. No se trataba de tomar un cubo y achicar agua, como Vidal y Rufián intentaron justificar, sino de una cuestión de solidaridad y responsabilidad hacia aquellos que hoy están sufriendo.
¿a quién sirven nuestros representantes?
La actitud de los diputados en este contexto es solo un reflejo de un problema mayor , la percepción de una clase política que, para muchos, vive en una realidad paralela, donde las luchas de poder y las estrategias partidistas están por encima de las necesidades de la gente. Este tipo de episodios hace que los ciudadanos se sientan abandonados y traicionados, y que se pregunten si pueden confiar en sus líderes para defender sus intereses.