El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, parece tener prioridades internacionales claras, pero no necesariamente alineadas con las urgencias que enfrenta España. Este viernes, Sánchez organizó una «Reunión de Madrid: por la aplicación de los dos Estados» en La Mla Moncloaoncloa, un evento de alto perfil que reunió a varios ministros del grupo de contacto Árabe-islámico para Gaza, al Alto Representante de la UE y a los ministros de Exteriores de Noruega y Eslovenia. Mientras tanto, Edmundo González Urrutia, recientemente reconocido por el Congreso de los Diputados como presidente electo de Venezuela, fue recibido de manera discreta, sin ningún tipo de anuncio oficial.
Este contraste entre la atención prestada a la cuestión palestina y la indiferencia hacia Venezuela es alarmante. En medio de la grave crisis humanitaria y política que atraviesa Venezuela, el presidente electo González Urrutia, respaldado por el legislativo español, buscaba el apoyo activo de España para su país, pero fue tratado como un asunto secundario. En lugar de ofrecer una recepción oficial y una respuesta sólida a la petición de ayuda, el Gobierno de Sánchez optó por un encuentro de perfil bajo, sin declaraciones ni acciones concretas.
A pesar de la urgencia de la situación venezolana, Sánchez parece estar más interesado en mantener su imagen en la esfera internacional a través de la cuestión palestina, una causa que ha utilizado para proyectar a España como un líder europeo en la defensa de los derechos de Palestina. Este enfoque selectivo es especialmente frustrante cuando se considera que, en el caso de Venezuela, el Gobierno se ha excusado en la necesidad de un consenso con la Unión Europea para evitar un reconocimiento oficial más contundente de González Urrutia. En cambio, con Palestina, España ha asumido un papel de vanguardia, sin esperar el mismo consenso europeo.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha justificado la postura del Gobierno en la rueda de prensa posterior a la reunión, defendiendo que los países árabes deben reconocer a Israel, al igual que España ha reconocido a Palestina. Sin embargo, en cuanto a Venezuela, el Gobierno de Sánchez parece esquivar una postura clara, a pesar de las evidentes consecuencias políticas y sociales que afectan tanto a Venezuela como a los miles de ciudadanos venezolanos residentes en España.
Mientras en La Moncloa se celebraba una conferencia internacional sobre Palestina con un despliegue mediático considerable, la visita de González Urrutia pasó prácticamente desapercibida. Incluso los medios de comunicación, que se centraron en preguntar sobre la situación de Venezuela, parecieron desviar la atención del evento en sí, generando incomodidad en Albares, quien prefería que las preguntas giraran en torno a Palestina y la solución de los dos Estados.
Este comportamiento pone en evidencia que, para el Gobierno de Pedro Sánchez, los intereses diplomáticos parecen estar guiados más por consideraciones estratégicas y de imagen internacional que por la necesidad de abordar con urgencia las peticiones de ayuda de países como Venezuela. Mientras el pueblo venezolano sufre y pide el apoyo de sus aliados, Sánchez prefiere enfocarse en temas que, aunque importantes, no deberían eclipsar las relaciones prioritarias con América Latina, región con la que España comparte un vínculo histórico y cultural.