La industria automotriz alemana vuelve a encontrarse al borde de una crisis estructural. A su lento avance en la transición hacia el coche eléctrico se suma ahora una nueva amenaza: China ha endurecido drásticamente las restricciones a la exportación de tierras raras, comprometiendo el suministro de materiales esenciales para fabricantes como Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz.
Estos elementos —cruciales para motores eléctricos, baterías y múltiples componentes tecnológicos— son escasos, difíciles de reemplazar y dependen casi en su totalidad del gigante asiático. Desde abril, en medio del aumento de tensiones comerciales con Estados Unidos, Pekín ha reforzado los controles sobre estas exportaciones, generando un efecto dominó a nivel global.
Según la Asociación Alemana de la Industria Automotriz (VDA), el margen de maniobra de los fabricantes es extremadamente limitado. Las existencias disponibles podrían agotarse en cuestión de semanas. “En cuatro a seis semanas se habrán instalado las últimas reservas. Entonces habrá que detener partes de la producción”, advirtió Christian Grimmelt, consultor de Berylls by AlixPartners, a la revista Wirtschaftswoche.
La respuesta de los fabricantes alemanes ha sido cautelosa, aunque vigilante. En Mercedes-Benz aseguran estar reevaluando sus necesidades actuales y mantienen una comunicación constante con proveedores. “La reciente emisión de licencias de exportación por parte de China es una señal positiva”, explicó una portavoz al Berliner Zeitung. La marca afirma contar con una estrategia sólida para garantizar el acceso a materias primas críticas, tanto de forma directa como indirecta. “Somos plenamente conscientes de que los yacimientos de muchas materias primas están limitados geográficamente”, añadió.
Tras la experiencia de disrupción global durante la pandemia, Mercedes ha reforzado sus esfuerzos para diversificar las cadenas de suministro. “Trabajamos de forma continua en ello, aunque la complejidad del entorno y su volatilidad hacen difícil realizar previsiones fiables”, señaló la portavoz. En ese sentido, la marca aboga por una política industrial europea más activa y resiliente, especialmente en los sectores de materias primas, baterías y semiconductores. “Celebramos los esfuerzos de independencia promovidos por la Ley de Materias Primas Críticas de la UE”.
Desde BMW confirman que las restricciones chinas no equivalen a una prohibición absoluta, sino que se aplican mediante un sistema de autorizaciones caso por caso. “Algunas partes de nuestra red de proveedores se han visto afectadas”, reconoció una portavoz. La compañía está identificando proactivamente los riesgos de suministro para tomar medidas preventivas. Hasta el momento, la producción se mantiene sin interrupciones.
Volkswagen, por su parte, muestra un tono más tranquilo. “El grupo VW y sus marcas no adquieren tierras raras de forma directa”, explicó una portavoz. El flujo de componentes que contienen estos materiales se mantiene estable, y los proveedores ya han comenzado a obtener las licencias necesarias. “Algunas ya han sido concedidas, lo que nos da cierto margen”, agregó.
Sin embargo, los expertos insisten en que el riesgo es tangible. Christian Grimmelt compara la situación con la crisis de los microchips que paralizó la producción automovilística durante la pandemia. “Esto ya ha comenzado”, advierte.
El entorno no ayuda. Al alza de los costos energéticos y laborales en Alemania se suma la débil recuperación del mercado chino —clave para las exportaciones automotrices— y la incertidumbre ante posibles nuevas medidas proteccionistas por parte de Estados Unidos.
Si no se garantiza rápidamente el acceso a tierras raras, la industria automotriz alemana podría verse forzada a detener parte de su producción, justo en el momento en que intenta acelerar su reconversión hacia la movilidad eléctrica. La dependencia estratégica y tecnológica de China vuelve a quedar al desnudo: diversificar las fuentes de suministro ya no es una opción, sino una prioridad urgente.