Los incontables profanos de Occidente todavía no hemos aprendido bien que el así llamado “imperio de la ficción” nos sitúa más allá de la realidad y el mito en cuanto nos encontramos ante una cámara encendida, ya que con ella penetramos en el tiempo mítico de los hechiceros y los falsos relojeros universales. En ese sentido cabe citar a Cao Xueqin: “Cuando se toma lo falso por verdadero, lo verdadero se torna falso”.
Desde la perspectiva simbólica de estos brujos negros, todo ritual de sangre y, muy especialmente, aquellos revestidos bajo la apariencia de asesinatos en serie, desapariciones inexplicables, sangrientos crímenes de gran repercusión social, grandes tiroteos de masas y notorios atentados terroristas son, en realidad, operaciones sobre el inconsciente colectivo que muy difícilmente se pueden aprehender desde una óptica limitada al ámbito de lo puramente racional.
Esto se puede percibir de manera muy especial, casi tangible, en la actualidad “simulada” de estos días: es el caso del “chivo expiatorio” Thomas Matthew Crooks, el supuesto tirador en el atentado contra Donald Trump. Porque no se trata de un lobo solitario, como machaconamente nos dicen esos medios de comunicación que llevan décadas monopolizando la información sobre los grandes eventos de nuestro tiempo (Kennedy, 11S), sino de una auténtica Llamada del Caos. ¿El objetivo? El regreso del rey a través de una Guerra Civil norteamericana de dimensiones hierogámico-sacrificiales, como ya han anunciado en una película de este mismo año; aunque ese es ya otro tema.
En ese sentido, hay que recordar lo escrito por James Shelby Downard: “El eterno psicodrama pagano se intensifica en estas condiciones «modernas» precisamente porque la brujería no es lo que el hombre del siglo XX puede aceptar como real”; y por Michael A. Hoffman II: “El procesamiento alquímico de humanos se realiza con los accesorios del tiempo y el espacio: los rituales significativos en zonas significativas parecen «doblar» la realidad. En su significado más secreto, se dice que la hechicería es el resultado final de doblar la realidad”. Terminemos, pues, de resumir la situación en los términos alquímicos más apropiados: se está produciendo la solidificación, por medio del enfriamiento, en lo que Trump, el Rey Sacrificado, resucita como una figura simbólicamente ungida para así mejor recuperar su trono.
Para esto, es necesario que el caso de Crooks, víctima de acoso y maltratos en su juventud, aparezca como cerrado justo cuando la investigación en torno a su figura debería comenzar. Las motivaciones de este muchacho que, al parecer, participó en un proyecto no demasiado transparente ni definido de Blackrock (existe un vídeo al respecto), el mayor fondo de inversión del mundo (que además posee grandes intereses en las industrias armamentísticas), siguen siendo un misterio.
También resultan misteriosos los numerosos huecos biográficos de su breve existencia: sabemos que este potencial genio de las matemáticas frecuentaba un campo de tiro con su padre (al que “robó” el rifle AR-15 junto al que apareció muerto), que guardaba armas y explosivos de fabricación casera en su coche, que en 2021 hizo una donación miserable de dinero al Partido Demócrata, que horas antes de morir compró munición y una escalera y que, en el momento de su muerte, llevaba una camiseta del canal de youtube Demolition Ranch; y poco, muy poco más es lo que realmente sabemos de él, salvo que encarnaba los inequívocos rasgos del Proyecto MK-Ultra.
Hay más: Jonathan Willis, el tirador de los servicios secretos encargado de proteger a Trump, tuvo durante casi cinco minutos a Crooks (¿Cómo pudo buscar un punto ciego?) en el punto de mira, según su propio testimonio filtrado a la prensa; y, en efecto, trasladó ese dato a sus superiores inmediatamente; pero nadie le ordenó disparar… Hasta que todo hubo comenzado… Y después, tras matar a Crooks, esos mismos servicios secretos repletos de negligencias retiraron rápidamente el cadáver del supuesto tirador de la escena del atentado. Desde el primer momento los medios de comunicación de todo Occidente han comprado el relato del Gobierno sin rechistar… Una versión oficial de los hechos tan vaga como autocomplaciente.
No conocemos la opinión de, por ejemplo, el padre terapeuta de Crooks sobre su hijo, que igual algo interesante podría decir, digo yo; pero a cambio sí conocemos la de alguno de sus compañeros de instituto: nos dicen que era un paranoico, claro, ¿o qué otra cosa nos iban a contar? Entre tanto, el FBI se confesaba públicamente incapaz de acceder al teléfono de Crooks… Y, ahora, cuando por fin han logrado penetrar en tan hermético arcano técnico, los mismos muchachotes pulcramente trajeados van y nos dicen que no hay nada interesante ahí dentro, sin terminar de concretar nada más; y eso que el tipo, recordemos, no tenía redes sociales, a pesar de haber nacido en 2003.
Existen numerosos vídeos de Crooks reptando por el tejado donde murió antes del atentado: la gente avisa a la policía sin que nadie mueva un dedo, los conocidos le llaman por su nombre para que baje, el tirador que le tiene en la mira no dispara… ¿Algo de esto es normal? Se nos acusará de conspiranoicos, claro, por escribir lo anterior; y, recordemos, el término se acuñó en 1963 para deslegitimar a todos aquellos que dudaban de la autoría única de Oswald en el magnicidio que le costó la vida a Kennedy en el Ritual del Rey Sacrificado. El chivo expiatorio representa simbólicamente la idea del “cazador cazado” que, como decimos, forma parte de toda una operación sobre el inconsciente colectivo. Por eso Crooks, como antes Oswald, resulta tan relevante… Igual que nos resulta lacerante la evidente ausencia de datos en torno a una biografía que hoy por hoy está plagada de interrogantes sin resolver.
La falta de interés de los medios en la posibilidad más que real de que Crooks pueda formar parte de una conspiración mayor es tan repugnante hoy como en 1963 y, como apuntamos, en 2024 todo estaba programado para fracasar… Precisamente porque todo estaba siendo televisado; y es justo por eso sólo había un tirador en el lugar, y no varios, como en cambio ocurrió en el 63; y también es por eso, como repetimos, que Crooks debía morir en el lugar… Para que fuera más sencillo el proceso de enfriamiento de la información que forma parte de un rito alquímico de disolver y coagular (solve et coagula), para mejor renacer después de forma controlada (Trump).
Así se doblan la realidad y el tiempo, por medio de una eficaz operación orquestada en el ámbito psíquico y geográfico, para mejor penetrar en el espacio del mito y la hechicería, produciendo, de esta manera, una “gnosis maquinal” en un espacio telúrico señalado (Pensilvania), algo de fuertes consecuencias espirituales… Si bien, supongo, no creen nada de lo que digo, ¿verdad? Entonces márchense indiferentes de estas escasas líneas y vayan a gritar con el resto de la tribu: ¡larga vida al rey!