Hércules

Registrarse

|

Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

|

20 Ene 2025
20 Ene 2025
EN VIVO

Adiós a una abuela

Ángela, una mujer sencilla, testigo de la Historia y protagonista de muchas historias. Jamás te olvidaré

Hoy no les voy a hablar de grandes personajes de la Historia; tampoco me quiero referir a ninguno de los nuevos escándalos que siguen emponzoñando la vida política española, ni de la “Ley Begoña”, ni tan siquiera del Fiscal General del Estado y su, cuanto menos, vergonzosa actuación. No; hoy quiero referirme a una persona sencilla, a alguien que no pasará a esa gran historia entretejida de nombres de políticos, militares, intelectuales, reyes, presidentes o papas, pero que ha formado parte de la vida entrañable de muchas personas. Quiero hablarles de mi abuela. Ángela Lucido Andrada, nacida un 23 de diciembre de 1920 y fallecida hace unos días, a la edad de 104 años, apenas dos semanas después de haberlos cumplido. Y quiero hacerlo porque cuando se nos marcha alguien a quien hemos amado con todo nuestro corazón, no podemos dejar de sentir el tremendo desgarro del vacío que nos produce y necesitamos gritar el nombre del ausente-presente. Porque como historiador y antropólogo no puedo dejar caer en el olvido una existencia que fue plena, la vida de una mujer luchadora, testigo de un siglo de la historia de España, que se mantuvo lúcida y con ganas de seguir viviendo hasta dos días antes de su muerte y que ha dejado un testimonio de amor que es su mejor herencia.

Ángela nació en El Casar de Cáceres, entonces un pequeño pueblo situado muy cerca de la capital provincial, en una Extremadura pobre, atrasada, sometida al caciquismo tan bien descrito por Miguel Delibes en Los Santos Inocentes, pudiendo haber sido perfectamente protagonista de esa novela. Con su memoria prodigiosa rememoraba aquella vida de trabajo duro, en la casa del pueblo de una rica familia de Madrid, “los señores” de los que su madre Luisa era el ama de llaves. De niña recordaba haber visto pasar al rey Alfonso XIII por la carretera de Salamanca. Y un dato precioso, que me gusta contar a mis alumnos de Educación; a pesar de la cantidad de gente que ha conocido a lo largo de su vida, recordaba perfectamente el nombre de su maestra, doña Julia Antequera, lamentando lo poco que pudo ir a la escuela, aunque lo suplió siempre con su inteligencia despierta. Mujer de fuerte carácter, tenía encontronazos con la señora mayor la casa, doña Dolores, haciendo reír al señor, don Miguel, un carlista que odiaba a Franco y cuyos comentarios a la mesa –porque los señores olvidaban que los criados oían- recordaba con gracejo.

Pasados los años de la dictadura de Primo de Rivera le tocó vivir los convulsos años treinta. De la República repetía algunas coplillas sobre Manuel Azaña. Evocaba los conflictos sociales vividos en su pueblo, el momento previo al estallido de la guerra, el bombardeo republicano de Cáceres, que la hizo con su madre regresar corriendo sin parar al pueblo, la represión de los falangistas que arrojaban al Tajo a los que asesinaban.

Después llegó la dura posguerra, los “años del hambre”. Con su marido Emiliano y sus hijas tuvo que emigrar a Asturias, huyendo de la pobreza. Se enamoró de aquella tierra, donde vivió los conflictos sociales de la mina. Pero de nuevo, con la familia ampliada, marchó a Toledo. Esta sería su nueva “patria chica”, donde pasó sesenta años, formando parte de la pequeña historia de la ciudad imperial, pues Ángela, extrovertida, generosa, trabajadora, se hizo un hueco en el corazón de sus vecinos, dispuesta a ayudar, a hacer una bufanda, una manta, unos guantes de punto que regalaba con cariño. O a preparar unas croquetas, unas empanadillas, un flan. Nadie del barrio se quedaba sin su saludo, a todos dirigía una palabra, una sonrisa. Siempre luchadora, se empleó en la limpieza del Museo del Greco, donde en una ocasión fue capaz de replicar al propio Salvador Dalí, pues no se callaba con nadie, con una sinceridad a veces brutal que se acrecentó con los años, a la que unía una capacidad de hacer reír a los demás y alegrarles la vida. No se le ponía nada por medio con su carácter decidido y audaz. Como al llegar a Toledo necesitaban una vivienda, ni corta ni perezosa se plantó ante el propio cardenal primado, Pla y Deniel, para que se la consiguiera. Y vaya si lo logró.

Los últimos años de su existencia los pasó en su querido barrio de Santo Tomé, en su pequeña casa del callejón de Naranjos, en plena judería toledana. Su jornada comenzaba temprano y todos los días, hasta el final de su vida, se desayunaba con dos porras. Después, a media mañana, a misa de 12 a la parroquia. Aquí, en la hermosa iglesia de Santo Tomé, que custodia el Entierro del Señor de Orgaz, lo primero que hacía era rezar ante la imagen de la Virgen de Guadalupe. Porque, a pesar de los años, Extremadura y su patrona eran el centro de su corazón. Al santuario de la Virgen morena, en la Sierra de las Villuercas, estuvo peregrinando anualmente hasta los 102 años y aún esperaba poder regresar en este 2025. Porque Ángela, vital, optimista, dinámica, una auténtica mujer empoderada, amaba viajar. A los 84 lo hizo como peregrina a Tierra Santa y a los 97 regresó, por última vez, a Fátima, donde solía ir también con frecuencia. Aún recuerdo la visita a Roma que hizo conmigo; llena de curiosidad, de deseo de conocer, disfrutó de la Ciudad Eterna como un niño, comiendo pizza y helado. Recorrió España y el sur de Francia. Con 100 años fue entrevistada en la televisión, asombrando al público al contar como se comía una fabada. Ahí es nada.

El 8 de enero se apagó su vida. Como una vela, paulatinamente, tras dos días sumida en un sueño. El anterior aún hablaba de hacerme una bufanda. Su velatorio estuvo lleno de gente de toda clase, alcalde incluido. Pocas veces he visto tanto cariño, tanto agradecimiento por su generosidad con todos, tanto sentimiento sincero de dolor. Se ha marchado dejando un hondo vacío en nuestros corazones.

Ángela, una mujer sencilla, testigo de la Historia y protagonista de muchas historias. Jamás te olvidaré.

Comparte la nota

Deja un comentario

Noticias relacionadas

Begoña Gómez en la Asamblea de Madrid

La ley Begoña y la libertad de expresión

Pero, calma, sus fantasías de impunidad no pararán en ningún sitio, la Ley es implacable,...

Pizarro, las estatuas y la sinrazón

los indigenistas e izquierdistas que creen que aquellas poblaciones indígenas vivían en arcadias protocomunistas, en...
No hay más noticias
Scroll al inicio

Secciones

Secciones