Me da que todavía no nos hemos dado cuenta de que hay sistemas incompatibles con Europa. Con Occidente. Mucho hablar de que hay que tener tolerancia cero (memez eufemística para no decir que hay que ser intolerante) con ciertas prácticas y hasta con formas de pensar, pero con otras parece que se da barra libre. Cosa que no se da, por ejemplo, con la ultraderecha, que es el mayor problema y pánico que parece ser que se tiene en nuestras sociedades bienpensantes. Desde luego, no seré yo el que ande defendiendo al nacionalismo extremo, el proteccionismo salvaje en el mundo actual, sin que eso sea incompatible con querer lo mejor para mis compatriotas, faltara o faltase. Ni defender en modo alguno comportamientos racistas o xenófobos. Pero (ya, ya sé que poner un «pero» justo detrás de lo expuesto me va a convertir en alguien de lo más sospechoso, pero es lo que hay), me sorprende que ese mencionado pánico no aparezca de manera igual ante comportamientos y hechos que deberían de hacer saltar todas las alarmas en lugares donde tanto se lucha y ha luchado por los derechos humanos, la democracia, el feminismo y el sursuncorda.
Pues lo que sería tachado de comportamiento atentatorio contra la dignidad de las personas, si viene de ciertos invitados a nuestras casas, resulta que hay que entenderlo, comprenderlo y hasta defenderlo. Son sus costumbres. Cosas de la diversidad. El multiculturalismo es así y tal y tal. ¡Mis narices! ¿Es que nos hemos vuelto ciegos, tontos, o somos unos majaderos, majaderas y majaderes de nivel estratosférico? O sea, que clamamos ante la justicia por radicales integristas católicos que se ponen a rezar delante de clínicas abortistas, lo que nos parece inaceptable de todo punto, ya que va en contra de la libertad de las mujeres, pero que éstas vayan vestidas como mesas camilla disfrazadas de Cásper fuera de Halloween, oye, qué guay. Y ponemos excusas sobre que no es lo mismo un burka, que un niqab o un chador. O que al fin y a la postre, es lo mismo que como va una monja católica. ¡Lo mismo lo mismo! Aún estoy esperando ver algún vídeo con azotes, linchamiento o lapidación a una hermana clarisa que haya querido mandar los hábitos a hacer puñetas, e incluso dar un cambio a su vida en Costa Polvoranca, pero es que debo de ser un poco islamófobo.
Porque, llamadme raro, que me impongan una teocracia como que no me va si no me permiten vestir de caballero hospitalario con una tizona, un par de mazas y una adarga nueva. Y que Dios reconozca a los suyos. Porque lo mismo no ha servido de mucho que la Iglesia Católica haya pasado por la Reforma, la Contrarreforma, la separación del Estado, la Ilustración del XVIII, las revoluciones del XIX, y admitir que no tiene poder sobre la vida y muerte de nadie. Y que podrá opinar sobre sus creencias, pero que la labor de apostolado no se va a hacer ya a base de Autos de Fe. ¡Oiga, pero antes se hacía, y estuvo la Inquisición española, y el nacionalcatolicismo de Franco (chupito)! Exacto. ANTES. Y como no queremos que un obispo trabucaire nos diga desde el púlpito lo que tenemos que hacer, menos se lo vamos a dejar a unos imanes que hasta han llegado a animar a la yihad, a la guerra santa, desde dentro de las fronteras europeas. Lo que nos parecería de cárcel para un sacerdote católico llegado el caso, lo comprendemos de manera seráfica con quienes hablan como si estuvieran en plena época de las Cruzadas.
De este modo, las fiestas católicas o cristianas tiene que ser hasta tapadas o puestas en sordina, para no ofender a quienes tengan otras creencias. Que no molesten los que sacan los moñecos a las calles en Semana Santa, que no se puede llamar de tal manera, como tampoco a la Navidad. Que Jesús ni existió, ni nació en ese año, ni en Belén ni ná de ná. Y los Reyes Magos son los padres. ¡Ea! Y nada de exigir respeto, que somos las hijas de las brujas que no pudisteis quemar. Eso sí, anda que no me megamola ir vestida más tapada que yo alguna noche de invierno en Kósovo, en pleno verano por el Magreb, y qué simpáticos que son los que me dicen que cuántos camellos valgo. Son sus costumbres. Como degollar corderos a lo bestia (que el animalismo va también por barrios), o andar haciendo manifestaciones por las calles europeas al grito de Allahu akbar! ¡Alá es grande! Que es como gritarle guapa a la Macarena, debe de ser. La diferencia es que los cofrades no quieren matar a nadie ni se estrellan con coches o se inmolan con explosivos, ni quieren recuperar San Juan de Acre. Lo que en el caso contrario, me da que se da.