Me gustaría comenzar este artículo felicitando a Teresa Ribera por su nuevo puesto como vicepresidenta de la Comisión Europea, una vez más vemos que se premia a la peor calaña política. No resulta sorprendente que un puesto en Europa se convierta en un escondite, los cobardes huyen allí una vez han agotado su recorrido en el territorio nacional, ya lo hizo en su día Irene Montero, ahora es el turno de Ribera. Pero nada más se puede esperar del mastodonte burocrático en el que se ha convertido la Unión Europea, en Bruselas hay sitio para todos, lo que tampoco sorprende es que a Ribera la respalde el Partido Popular Europeo. El día que anuncien que Ursula von der Leyen es una afiliada más del Partido Socialista que nadie se sorprenda, si es que solo tienen que ver lo sonriente que ha posado junto a Ribera, quizá después de esto hasta salte la noticia de que le ha escrito una carta de amor a su querido Pedro Sánchez.
La ya exministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, entiéndase que el nombre rimbombante es para darle un toque interesante al Ministerio, se negó a dar la cara tras el desastre provocado por la DANA, no es que mantuviera un perfil bajo, es que mantuvo un perfil subterráneo, totalmente ausente. La mirada de Ribera iba más allá de los afectados, sus ojos estaban fijados en un puesto mucho más jugoso, puesto que, como sabemos, ya es suyo, ahora podrá respirar tranquila. Claro que no solo tenemos ministros ausentes, también tenemos ministros que pierden los nervios con los ciudadanos, como Margarita Robles, ciudadanos a los que, por cierto, se debe. Hay ministros por aquí y ministros por allá, exceptuando algún nombre que resuena con fuerza (y no precisamente para bien), los demás pasan bastante desapercibidos. A veces, mientras veo las noticias, me encuentro con un rostro desconocido, ante la duda sobre su identidad actúo con sensatez, opto por pensar que es uno de los múltiples ministros del gabinete de Sánchez, y digo que actúo con sensatez porque es un pronóstico que rara vez falla.
En la actitud de Teresa Ribera veo mucha cobardía, pero si hablamos de cobardía hay que hablar también de Núñez Feijóo. El líder de la oposición, porque sí, es el título que ostenta aunque casi siempre cueste creerlo, estuvo recientemente en el Congreso de UGT. Allí estuvo un rato mendigando la atención de los sindicatos, hasta se permitió la licencia de bromear, logrando así arrancar unas cuantas carcajadas a los asistentes, estarán satisfechos en Génova por tan brillante actuación. Lo que no parece entender Feijóo es que los allí presentes le podrán reír las gracias, le podrán estrechar la mano y, si se sienten generosos, hasta le podrán dar las gracias, pero nada más. No le darán nada más porque siempre lo van a ver como un burdo imitador, un desamparado que busca robar unos segundos de su atención, y teniendo a la versión original nunca se van a decantar por un intento de copia.
Queda por nombrar a Pedro Sánchez, el cobarde por excelencia, Sánchez no acostumbra a asomar la cabeza del fango cuando las cosas no se le ponen de cara, o bien opta por no comparecer, o bien envía a alguno de sus fieles sabuesos a hablar por él. Podrá intentar negarlo, pero Víctor de Aldama y las informaciones que están por salir le van a hacer temblar, y el cerco sobre él se va a seguir estrechando poco a poco.
Podría poner más ejemplos de actitudes cobardes, lo difícil ha sido hacer una selección, pero nombre a quien nombre mi petición va a ser la misma: no sigan el ejemplo de nuestros políticos, no huyan del enfrentamiento ni eviten dar la cara. Las discrepancias se gestionan y se solucionan, no se deja que campen a sus anchas, ni se cede siempre la posición por miedo a enojar al otro.