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10 Sep 2024
10 Sep 2024
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En España se publica mucho

Lo que me preocuparía de verdad es que el número de publicaciones fuera controlado, que se limitaran las opciones de lectura o, lo que es lo mismo, que se limitara nuestra capacidad de imaginar, de comprender y, en definitiva, de pensar más

Según datos del Ministerio de cultura –estadísticas de la edición española de libros con ISBN– y la ayuda de ChatGPT para recabar, organizar y agrupar datos procedentes de esta fuente, se calcula que cada hora se publican en España algo así como 10 libros nuevos. En los últimos cinco años han salido al mercado unas 87.000 obras nuevas de media anuales, alcanzándose el máximo de 92.000 libros en 2021. Esto significa que se publican entre 240 y 250 libros nuevos cada día.

En el año 1990 se publicaron 46.000 libros, y en toda la década de los noventa –por poner una década– la cantidad de libros publicada al año no pasó de los 64.000 libros anuales –el máximo se dio en 1999– . Lo mismo en los noventa hubo un yo que dijo lo mismo que diré a continuación, pero comparando las cifras de publicación de su década con los cincuenta o los sesenta. Es bastante probable que la historia se repita, pero con ese incremento del 43,75% en los máximos de libros publicados al año entre la década de los noventa del pasado siglo –por poner una década– y los veinte del corriente se puede decir tranquilamente que se publica tal cantidad salvaje de obras que es absolutamente imposible seguir el ritmo de las novedades que llegan, estar medianamente al día de lo que es bueno o muy bueno de entre todo lo que se publica, y elegir con una mínima ausencia de lo que se ha venido a denominar en otros ámbitos menos literarios FOMO fear of missing out– la que será tu próxima lectura.

La cantidad de libros publicados a la hora, al mes, o al año viene a centralizar buena parte de las razones que esgrimen las voces más críticas sobre el funcionamiento del sector editorial y sus consecuencias: las novedades editoriales se quedan viejas un mes después de su lanzamiento  –por quedar de optimista–; la velocidad de rotación de obras en las librerías y la casi inevitable devolución y destrucción de una vasta mayoría de ejemplares nunca deja de entristecer a los libreros e indagar a los autores; y solo de cinco a diez personas en este país –por volver a quedar de optimista– pueden vivir de los libros que publican.

Vale, se publica mucho, ¿y qué? En realidad, nada. Es decir, más allá del aparente sinsentido de unas cifras colosales y los circunstanciales sinsabores derivados de estos números para los distintos agentes del sector del libro involucrados, lo cierto es que ese publicar «más de la cuenta» no es tal. Es normal y hasta deseable en una sociedad libre.

Nunca se publica «más de la cuenta», se publica lo que los editores y los autores quieren publicar en el ejercicio de su libertad de publicación, de expresión, de creación artística. Y después, los lectores decidimos, también en el ejercicio de nuestra libertad, lo que queremos leer de entre lo que llegamos a enterarnos que se nos ofrece. Lo que me preocuparía de verdad es que el número de publicaciones fuera controlado, que se limitaran las opciones de lectura o, lo que es lo mismo, que se limitara nuestra capacidad de imaginar, de comprender y, en definitiva, de pensar más.

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