España, al menos sobre el tapete, sigue perteneciendo al privilegiado y reducido grupo de países ricos, pero lo cierto es que va descendiendo poco a poco en este particular ranking. En concreto, hoy ocupa el puesto 37 del mundo, con un PIB per cápita de casi 31.000 euros al año en 2023, pero lo trágico es que ha descendido cerca de diez puestos desde 2007, justo antes de que estallara la gran crisis financiera internacional.
Aunque la señal más evidente del gradual empobrecimiento de la población radica en el nivel salarial. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el sueldo más frecuente en España no llega a 15.000 euros al año, mientras que el 20% de los trabajadores apenas cobra entre 14.000 y 19.000 euros brutos. Son tantos los que ganan tan poco que en España ya perteneces al 20% más “rico” si ganas más de 37.000 euros brutos al año y al 1% si ingresas más de 57.500 euros.
Hasta tal punto es triste el panorama que en España se considera “clase alta” al que ingrese poco más de 2.000 euros netos al mes en 14 pagas, cuyo porcentaje ronda el 23% de la población. La “clase media”, por el contrario, ha quedado reducida a quienes perciben entre poco más de 1.000 y 2.000 euros al mes, el 44% de la población aproximadamente, mientras que la “clase baja” no alcanza los 1.000 euros netos, siendo el 33% restante.
Esto significa, en números redondos, que casi el 80% de la población gana menos de 2.000 euros limpios al mes y que, a partir del umbral de los 3.000 mensuales, te puedes considerar un auténtico privilegiado, al situarte entre las rentas más altas del país. Dada esta lamentable situación, no es de extrañar que el coche más vendido en España sea el Dacia Sandero, cuyo precio ronda los 14.000 euros, o que la edad media del parque automovilístico se haya disparado de una media de 8 a 14 años desde 2008.
Así pues, la clave aquí no es que los ricos sean muy ricos, pues ni son tantos ni son tan ricos, sino que muchos españoles son pobres y cada vez lo son más en comparación con el resto de países desarrollados. Las razones de este brutal declive acontecido en las dos últimas décadas se resumen en cuatro factores.
En primer lugar, el paro. España registra la mayor tasa de paro de Europa y una de las más altas del mundo, junto con Grecia, superior al 11%. El segundo gran problema es la productividad, que se mantiene estancada desde hace años y, además, es inferior a la media europea. A menor productividad, menos sueldo. El tercer factor es la inflación, que acumula una subida próxima al 20% bajo el mandato de Pedro Sánchez. Si los sueldos, debido a la baja productividad, igualan o suben menos que la inflación, el poder adquisitivo de los trabajadores no mejora.
Y, por último, pero no menos importante, los impuestos. A mayor carga fiscal, menos renta disponible para los contribuyentes. Y en este ámbito España también destaca especialmente, dado que el Gobierno de socialistas y comunistas presidido por Sánchez ha subido un total de 93 impuestos y cotizaciones desde 2018, según la recopilación efectuada por el Instituto Juan de Mariana. En 2019, se adoptaron 11 medidas recaudatorias, seguidas de 12 en 2020, 20 en 2021, 10 en 2022, 17 en 2023, 11 en 2024 y 12 de cara a 2025.
Tan sólo entre 2019 y 2023, el impacto acumulado de estos sablazos fiscales ronda los 42.000 millones de euros, con un coste medio de unos 2.200 euros por hogar. España es el tercer país de la UE que más ha elevado su presión fiscal durante este período, con un incremento de 2,9 puntos del PIB. Mucho cuidado porque España empieza a convertirse en un país pobre.