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10 Oct 2024
10 Oct 2024
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España no necesita de leyendas

La historia de España es legendaria por sus propios hechos grandiosos y reales, sin necesidad de fabulación, ni hacia un lado, ni hacia el otro

La Historia de España no necesita de leyendas. Porque ya es de por sí legendaria. Pero no en cuanto a fabulación (que todas las naciones y pueblos las tienen y necesitan, tampoco nos caigamos del guindo), sino porque, como nos dice la querida Real Academia, es literalmente una «narración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición». Que es lo que significa leyenda. Pero, ojo de nuevo, cuando hablamos de «sucesos fantásticos» no me refiero a quiméricos o imaginarios. Sino cuando menos, ciertamente magníficos.

Todo este circunloquio no es tan aparentemente banal como parece, o meramente filológico. Es que cada día comienza a ser más complicado empezar a separar el grano de la paja. Incluso de los que tienen buena intención para acabar con otra leyenda cuya denominación decimonónica nos viene de una grande como doña Emilia Pardo Bazán, en una conferencia sobre historia, nada menos que en París. Que es donde hay que jugar. En campo enemigo. Lo otro es hacer trampas para ser aplaudido en una campana de eco entre iguales donde todos piensan lo mismo.

La llamada Leyenda Negra antiespañola es cosa vieja. Desde que venecianos y genoveses anduvieran mosca con los aragoneses. Desde que holandeses e ingleses les diera por ponernos como chupa de dómine porque empezaban a vernos, no descollar, sino que no nos pillaban ni con lazo. Desde que protestantes y enemigos variados de lo que ya era un imperio incluso sin emperador, comenzaba a gobernar de sol a sol. De Oriente a Occidente. Normal. Se pone a caldo y se ataca al que importa. Por eso nunca existió algo parecido, qué sé yo, contra Andorra o San Marino, que sabemos éste último colocarlo en el mapa a ojo, pero con menos precisión que uno de Ohio situaría Calahorra.

Varios siglos de ser los barandas del mundo, con dos dinastías al mando, la Austria y la Borbón, es difícil de condensar y de explicar en cada fase y momento del proceso colonizador (no se me rasguen las vestiduras con lo de colonia, que los veo venir), al estilo romano, explorando y asentándose. Creando y haciendo aquellas Españas más grandes y diversas. Pero, ojo de nuevo. No caigamos en triunfalismos exacerbados, porque de lo glorioso a lo ridículo hay un paso muy pequeño. Y al final acabamos leyendo y sacando de contexto cosas como que «a América fuimos a parar un genocidio» (sic), como si los conquistadores llevaran los morriones de azul y fueran con mandato de Naciones Unidas. ¡Qué narices! ¡Fuimos a conquistar y se conquistó! Y no «con un ejército cargado, no de armas, sino de guitarras y crucifijos», sino con buen acero toledano, mosquetes, caballos, y buenos perros de guerra leoneses.

Luego ya vinieron las guitarras, los crucifijos… y la imprenta, los hospitales, las universidades, el mestizaje, y un idioma de 600 millones hoy en día. Casi nada. Y para hablar de todo ello no hay que decir chorradas que en nada ayuda a la épica increíble de hombres que recorrieron miles de kilómetros por ríos y desiertos. Por valles y montañas. Que circunnavegaron el globo y supieron cómo hacer un tornaviaje que nadie más supo hacer hasta que nos robaron el cómo. No nos inventemos que abolimos la esclavitud, así, a lo total, desde Isabel I, cuando hubo trata negrera hasta 1880 nada menos. No citemos grandes nombres inexistentes, como lo de «Grande y Felicísima Armada» nominando así a la de 1588, y sepamos qué pasó en esa guerra, sus batallas y cómo acaba con el Tratado de Londres. Admiremos a Blas de Lezo, pero dejemos de repetir frases manidas que jamás dijo, como hacia dónde miccionar o no.

Olvidemos esa falsedad de que Felipe V odiaba España y hasta promovió la Leyenda Negra, por mucho que lo haya dicho su divulgador histórico de cabecera. No es verdad. Ni que el Siglo XVIII, que fue la repanocha, fue de decadencia, cuando éramos aún los colipoterros amos del mar y las monarquías de toda Europa seguían mirándonos con envidia. Porque fue un gran siglo. Y si no lo creen vénganse el último fin de semana de septiembre a San Lorenzo de El Escorial a la VI Edición de la JORNADA LEYENDA NEGRA, y lo mismo, además de pasar un finde de lujo rodeado de Historia, constatarán que a España no le hacen falta leyendas para ser, insisto, legendaria.

¿O no?

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