Hace cosa de un año asistí a una conferencia en la que se decía que la verdadera revolución tecnológica sería recordada en el futuro, no por el comienzo de los dispositivos móviles e internet, sino como el comienzo de la inteligencia artificial. Recuerdo perfectamente la sensación de pensar que estaba equivocado, y que estábamos ante la típica exageración que se produce cuando surge una nueva tecnología.
Hoy, un año después, no puedo estar más de acuerdo con lo que dijo aquel conferenciante. La IA ha calado en nuestras vidas hasta tal punto de que aquellas empresas que no la incorporen pronto van a terminar por ser mucho menos eficientes que sus competidores. Y de igual forma podríamos pensar que se debería de comportar la educación. O nos adaptamos, o la IA acabará afectando de manera negativa a la educación de los más pequeños.
Son muchos los usuarios que, como Carolina, terminan por criticar los avances tecnológicos. Las máquinas terminarían con los trabajos del pueblo obrero, los ordenadores acabarían con el empleo de la mayoría de las personas, y ahora la inteligencia artificial terminará por destruir la educación y todo lo que ello implica. ¡Un mundo sin niños! ¡Alarma!
Ciertamente el pesimismo ha existido siempre, pero la realidad es que aquellas grandes personas que han venido a aportar valor, y no a poner piedras en el camino, terminarán por encontrar nuevas vías en las que las nuevas tecnologías se integren en la educación de los que vienen, aunque eso pase por cambiar los métodos de enseñanza tradicionales.
Prueba de que opiniones hay muchas, es que esta usuaria de Twitter no ve, sin embargo, atisbo de peligrosidad en la red social en la que ha colgado el tuit y en donde se muestra extremadamente activa. Se podría pensar, sin embargo, que una red social que alberga tanto odio y que genera tanta crispación es mucho más nociva para la sociedad que la incorporación de una tecnología en el entorno educativo. Suele pasar, a mi el primero, que uno ve la paja siempre más grande en el ojo ajeno.
La visión de Carolina, con la cual no tengo nada en lo personal, no es más que una repetición de ideas que he escuchado con frecuencia en los últimos años, especialmente desde la irrupción de tecnologías que inicialmente parecen incomprensibles para muchos de nosotros. Se parece al relato de aquellas personas que piensa que la inteligencia artificial va a hacer que, por ejemplo, se extingan los escritores. ¿Para qué seguirían existiendo, si todo puede generarse automáticamente? Lo curioso es que estas personas tienen algo en común: cuando les he preguntado, resulta que apenas leen un par de libros al año, en el mejor de los casos.
Por seguir con el ejemplo, que puede ser extrapolable a cualquier sector en el que la influencia humana seguiría siendo completamente imprescindible, cualquiera que haya leído a Gabriel García Márquez sabría que no existe IA que te haga vibrar tan intenso como lo consigue en Crónica de una muerte anunciada, o que te transporte de una forma tan real a los entresijos de la familia Buendía en Cien años de soledad. Cualquiera que siga a un escritor de cerca sabe que su estilo va más allá de un simple botón en Chat GPT, y que el contexto del escritor en la lectura es tan importante como las palabras. Todo influye, y no todo es susceptible de ser falsificado con una IA. Además, no debemos subestimar al lector, que siempre tendrá la última palabra de si lo que está leyendo resulta ser un tostón y decide desecharlo.
Una vez me explicaron el fascinante e inabarcable concepto del infinito de la siguiente manera: si pusieran a un mono a teclear letras al azar delante de un ordenador durante un tiempo infinito, terminaría por escribir El Quijote. Además, lo haría infinitas veces. Pues bien, desde mi punto de vista, ese mono está más cerca de escribir un escenario entre molinos que lo que está cualquier IA de replicar a Cervantes.
Toda tecnología que se nos presente por delante debe ser vista como una herramienta, y no únicamente como una amenaza. La clave está en nuestras manos: educar a las nuevas generaciones para que sepan cómo usarla y comprender sus límites.