Ana Obregón es madre por gestación subrogada y usa silla de ruedas /Twitter
La intuición temprana sobre la gestación subrogada está claramente inclinada hacia el rechazo, por mucho que se pongan vehementes quienes la defienden. El ser humano, en siglos de historia, no había llegado a una situación como la actual, en la que se puede afirmar, sin rodeos, que es posible implantar un embrión fecundado en el vientre de una mujer que no es su madre biológica.
Sin embargo, vemos que cada vez más personas comparten testimonios en primera o segunda persona sobre esta cuestión, alejándose de un escenario abusivo o violento como podríamos llegar a pensar. De hecho, la mayor parte de personas que conocen de primera mano el proceso de la gestación subrogada, bien por sus propias carnes, por las de un familiar, o por las de un conocido, testimonian que el proceso es mucho más armonioso de lo que uno podía imaginar, y que la situación se aleja por mucho de esa situación abusiva que se nos transmite el relato publicado.
Si analizamos el problema con objetividad, nos damos cuenta que la casi totalidad de personas que recurren a esta solución son tanto parejas jóvenes con problemas de fertilidad como parejas homosexuales. Estudiando el tema, no parece ser cierto que los casos más sonados, como la de personas con cierto nivel de riqueza y sin edad para tener hijos, representen al grueso de quienes optan por esta vía.
De hecho, es aún más revelador: la mayoría de las personas que recurren a la gestación subrogada han estado en contra de esta alternativa en algún momento de su vida. Y precisamente por eso, quizá, el tema (tan delicado como es) se está resolviendo hoy de una forma sorprendentemente satisfactoria, sin generar traumas profundos para ninguna de las partes.
La paternidad no es un derecho caprichoso, es una vocación seria, y todo apunta a que muchos hogares firmes y estables hoy existen gracias a esta vía. Solemos imaginar a una suerte de personas egoístas, de edad avanzada, con dinero en la cartera y un capricho pasajero por tener un hijo en términos poco cercanos a la idea de familia tradicional. Pero la realidad es otra: el grueso de quienes recurren a esta solución lo hacen para construir un hogar, para formar una familia del modo más tradicional posible dadas las circunstancias que les ha tocado vivir.
Por eso, en este tipo de situaciones, cuidar el entorno de la gestante se ha convertido en un verdadero objetivo para quienes recurren a esta vía. Que no provenga de una situación de extrema necesidad, que tenga plena convicción ética y moral sobre su decisión, que actúe con libertad: todo ello no solo es imperativo desde la perspectiva de la mujer gestante, sino también para quienes recurren a ello.
Si hay algo que puede fomentar la formación de una familia, conviene estudiarlo a fondo. Una sociedad fuerte se construye con familias fuertes, y muchas de ellas solo pueden formarse hoy gracias a la generosidad de una mujer que da vida para otros. La familia es una de las instituciones más virtuosas sobre las que el ser humano puede volcar su proyecto de vida. Aporta dignidad, se rodea de amor, de cariño, y de una serie de valores que no deben quedar nunca en segundo plano. ¿No deberíamos alegrarnos todos de que existan caminos éticos, regulados y humanos que permiten a personas responsables formar una familia? La ciencia nos ofrece soluciones, a nosotros nos corresponde aplicarlas desde el lado más digno posible.
Siempre que no te mueva una convicción religiosa sobre la que poco margen tengo para entrometerme, detente un momento y piensa qué harías si te dieran la noticia de que no puedes tener hijos. Pregúntate qué solución considerarías, cómo te implicarías, y qué harías para que, en caso de recurrir a esa vía, todas las personas involucradas pudieran atravesarla de la forma más digna posible. Quizás de esa forma podríamos entendernos un poco mejor entre todos nosotros.