Leyendo Los Enemigos del Comercio de Antonio Escohotado me topé con una frase brillante, como es habitual en sus textos. Escohotado dijo lo siguiente: “Todo objeto en movimiento crea tras de sí una zona ciega proporcional a su velocidad, y la historia es lo más parecido a un retrovisor dirigido precisamente hacia allí, útil para quienes se mantienen en su carril, y crucial para quienes deciden pasar a otro”.
Había escuchado muchas metáforas relacionadas con la historia, pero nunca ninguna tan certera como esta. Veamos qué quiere decir Escohotado. Supongamos que el coche representa la sociedad en su conjunto, esa sociedad tiene distintas herramientas para poder avanzar en su camino: frenos, acelerador, cambio de marchas… Pero sin duda, uno de los elementos clave en cualquier vehículo son los retrovisores. Los retrovisores serían el conocimiento histórico.
Y es paradójico, porque cuando un coche quiere adelantar lo primero que hace es mirar hacia atrás. Igual que una sociedad debería mirar al pasado, mirar el retrovisor es acercarse a la historia. Al igual que un coche en la autopista se vería en muchísimas dificultades para adelantar sin contar con retrovisores, una sociedad no podrá avanzar de manera segura sin conocer lo que tiene tras de sí. Y es igualmente útil para tanto conservadores como progresistas: los conservadores serían las personas que quieren mantenerse en su carril, pero que igualmente tienen que mirar a los espejos por si les quieren adelantar. Los progresistas serían los coches que quieren adelantar a toda costa, pero que también necesitarán la historia, o los retrovisores, para no precipitarse en su adelantamiento.
Si elimináramos mañana los retrovisores de todos los coches del mundo se multiplicarían los accidentes de manera escandalosa, las calles de la ciudad serían impracticables y los muertos en las autopistas se contarían por miles. ¿Qué creen que ocurriría si elimináremos por completo el conocimiento histórico de una sociedad? Posiblemente algo parecido e incluso peor. Cuanto más miremos a nuestros retrovisores más seguros iremos por la carretera, al igual que cuanto más mire hacia su pasado una sociedad más confianza y conocimiento tendrá para avanzar en su camino.
Pero no basta sólo con tener los espejos, hace falta que estén limpios y en buena posición, y esa es tarea de todos nosotros. La política y el Estado harán todo lo posible para poner los retrovisores en posiciones en las que no estemos cómodos, los intentará empañar todo lo posible para que no sepamos realmente lo que estamos viendo. Al igual que hace con la historia, la tergiversará, empañará y manipulará todo lo posible para que no seamos libres, para que no nos podamos fiar de nosotros mismos a la hora de avanzar, para que sean ellos, los políticos, los que nos guíen como corderos hasta nuestra perdición.
Como decía antes, muchas han sido las frases y metáforas que se han dicho sobre la historia, la mayoría de ellas sin demasiado sentido, quizá la más famosa es la de “aquellos que no pueden recordar su pasado están condenados a repetirlo”. Pero esto no es así, la historia no se repite. Quizá habría que reescribir la frase: los que no conocen su historia están condenados a ser esclavos, seres que, habiendo perdido toda conexión con su pasado, habiendo perdido los espejos y los retrovisores, sólo son capaces de avanzar tímidamente, despacio, guiados por el safety car hacia el precipicio.