«Le buscan por aquí, le buscan por allá… Esos franceses le buscan por todas partes. ¿Está en el cielo o está en el infierno ese maldito y escurridizo Pimpinela?». Estos versos del sagaz Sir Percy Blakeney, un noble inglés que, taimado y astuto como nunca hubiera otro, y que en pleno periodo de «El Terror» revolucionario gabacho del que tan orgullosos están que hasta nos lo recordaron en la olvidable y epatante apertura de los Juegos Olímpicos parisinos, salvaba a los nobles a los que le aguardaba la guillotina y el escarnio, de esos tribunales revolucionarios que, ¡ríase usté del tan cacareado y nunca antes mencionado por esto lares, lawfare de las narices! Señalaba un hagiógrafo italiano amante de este personaje que, para conseguir sus propósitos, «se servía de su notabilísima astucia y de sus increíbles capacidades miméticas». Y aunque apareciera a la vista de todos, lograba burlar a sus implacables perseguidores dejando para mayor escarnio de estos, una tarjeta de visita con una flor: una pimpinela escarlata.
Todo esto es fruto del magín de la autora Emma Orczy, una baronesa británica de origen húngaro, quien escribiría esta novela de capa y espada en 1905, con dicho título: La Pimpinela Escarlata. Los más amantes del género seguro que tendrán algún ejemplar, y los que sean más cinéfilos recordarán al infravalorado Leslie Howard en el papel del aparente petimetre que, sin embargo, quedaba embozado a la vista de todos con esta imagen inocente, para aparecer (y desaparecer) de pronto y ante la vista de la sangrienta policía del malvado Robespierre. Todo esto se queda en fábula de Samaniego, en cuento de los Hermanos Grimm, en moraleja de Charles Perrault, en leyenda de Christian Andersen, en parábola de Iriarte… ante el personaje real del Molt Honorable Carles Puigdemont. Un auténtico héroe que ríanse de la Pimpinela Escarlata, del Zorro, de La Sombra ¡y hasta de Batman si me apuran! Que ya quisiera Bruce Wayne que le condujera el batmóvil una persona con movilidad reducida para la huída, que eso es inclusión y lo demás tontunas. Un luchador por la libertad que ya ha dejado claro que no reconoce al Tribunal Criminal Extraordinario de este régimen del Terror españolista, al mando del juez Llarena.
Y ya lo ha demostrado escapando tras aparecer en olor de multitud (digo bien, en olor, que aquello de loor tenía poco, y de hedor nazionalista mucho) pasándose por el arco del triunfo, y nunca mejor dicho, al Estado de derecho, a la policía autonómica catalana, que llevaron a cabo un emotivo homenaje a la ONCE, y ante el silencio como colipoterras del que se comprometió a llevarle ante las autoridades competentes para dar cuenta de esos delitos de terrorismo y malversación de caudales públicos. Y aunque también prometió por el de sedición, como antes se había comprometido a más a más a que no habría amnistía ni cambiar el mencionado delito, nuestro RobesPierre Sánchez particular cambió de opinión en estos últimos detallitos sin importancia, por aquello de la convivencia, el buen rollito y tal y tal. Caso es que, como un nuevo Pimpinela, no puedo sino imaginármelo llegando a Waterloo, parafraseando ante sus acólitos la famosa frase del inicio del artículo, y que me recordó mi admirada escritora Lola Gándara cuando hablamos al respecto de este nuevo esperpento valleinclanesco: «Le buscan por aquí, le buscan por allá… Esos españoles le buscan por todas partes. ¿Está en el cielo o está en el infierno ese maldito y escurridizo Puigdemont?». Y descarallándose de todos nosotros. Hasta de su colega Robespierre Sánchez, que es quien se lo ha permitido, evidentemente. Y cuyo final, políticamente hablando, cada vez tiene más papeletas para acabar igual. ¿O no?
1 comentario en “La Pimpinela Puigdemont”
Cada vez más divertidos estos artículos. No me pierdo ni uno.