La democracia está en peligro. Saltan las alarmas, cunde el pánico entre la gente. Es difícil, pero les pido un poco de calma, el Plan de Acción por la Democracia está en marcha. El Gobierno tiene un plan para salvar la democracia y, con ella, a nosotros.
Debo admitir que encuentro muy llamativo que quienes representan una amenaza para la independencia del poder judicial, quienes anuncian que gobernarán con o sin el apoyo del poder legislativo y quienes se han convertido en los mayores colonizadores de las instituciones, no se vean a sí mismos como el problema, sino como la gran solución. Son también los más expertos mentirosos y propagadores de bulos quienes se erigen como defensores de la transparencia y la información veraz. Claro que por un lado está la “verdad del Gobierno” y por otro lado está la verdad, tristemente, la primera es repetida tantas veces por los voceros del Gobierno que acaba calando entre la población, y muchos ya no saben distinguir una de otra.
Pero volvamos al Plan de Acción por la Democracia, el plan contiene 31 medidas y, por supuesto, todas ellas están orientadas al refuerzo de la transparencia, el pluralismo y el derecho a la información. Dentro de lo anterior se enmarca el objetivo de reforzar la transparencia del poder legislativo y del sistema electoral, con ese ánimo el Gobierno quiere reformar la LOREG para hacer obligatoria la celebración de debates electorales entre los candidatos.Expuso Félix Bolaños que los ciudadanos tienen derecho a conocer las propuestas de los diferentes candidatos, no vaya a ser que luego lleguen a gobernar y no cumplan lo prometido, ¡hecho jamás vivido bajo el mandato de Sánchez (ni de ningún otro Gobierno)! Recuerden, el PSOE nunca miente, solo cambia de opinión, aunque el resto sí miente, no se vayan a pensar.
En los debates electorales estamos acostumbrados a escuchar mentiras, medias verdades, exageraciones y acusaciones cruzadas, también se dan omisiones tramposas, miradas airosas y sonrisas forzadas. Los argumentos no suelen dar para mucho, quedando reducidos a dilucidar quién ha robado más o quién ha mentido menos. En lugar de darse un debate serio y coherente, del que los votantes puedan sacar algo en claro, se da una especie de riña de colegio en la que se habla mucho, pero se dice poco, truco que conoce bien Yolanda Díaz, pues es experta en la materia.
Hay que admitir que es muy difícil seguir el ritmo de la actualidad política, y los políticos se aprovechan de ello. Llega un punto en que no sabes quién prometió qué, ni qué fue lo que te vendió cada uno para conseguir tu voto, solo sabes que al final alguien logró comprarlo, pero ya no recuerdas a qué precio. Diría que es una suerte tener acceso a una basta hemeroteca para ver qué ha dicho cada uno y cuáles eran sus propuestas originales, pero visto el nulo efecto que tiene la hemeroteca a la hora de intentar sonrojar a los políticos, una ya no sabe si reír o echarse a llorar ante tan nivel de desfachatez.
Pero más allá de lo anterior, me pregunto si se podría ganar un debate o unas elecciones diciendo la verdad. Debería de poderse, pero el asunto me plantea serias dudas. Suponiendo que todo ciudadano llegara a ser consciente de la cantidad de mentiras de las que es víctima a diario, creo que esto no llevaría a la producción de un cambio real. Es más, muchos continuarían negando la evidencia y beberían el dulce veneno de la mentira. ¿Por qué? Porque en nuestra sociedad no hay buscadores de la verdad, solo conformistas que prefieren comprar una dulce mentira antes que una amarga verdad. Yo seguiré defendiendo la necesidad de buscar y de decir la verdad, pues seguiré sin tolerar las mentiras y detestando las medias tintas, les animo a que ustedes hagan lo mismo.