Si algo ha demostrado Pedro Sánchez en estos seis años de Gobierno es que no tiene moral y, por tanto, carece de límites a la hora de tratar de alcanzar sus objetivos políticos. Lo ha demostrado en numerosas ocasiones.
Así, por ejemplo, retrasó la activación de las alertas sanitarias ante la llegada de la pandemia del coronavirus en 2020 para poder celebrar la marcha feminista del 8M. También concedió una amnistía a la carta a sus socios separatistas condenados por el procés, a sabiendas de que semejante aberración es inconstitucional y vulnera de forma flagrante el imperio de la ley.
Tras colonizar el Tribunal Constitucional, borró de un plumazo las sentencias de los ERE, el mayor caso de corrupción que ha registrado España hasta la fecha. Y, por si fuera poco, también ha soltado y reducido penas a violadores con su Ley del Sí es Sí para contentar a Podemos, al igual que ha hecho con decenas de etarras para mantener el apoyo de Bildu.
Cualquiera de estos episodios supone un escándalo en sí mismo, difícilmente imaginable hace pocos años, pero con Sánchez todo es posible, todo lo peor. Y ahora, tras el desastre de la gota fría en Valencia, no es diferente. El Gobierno socialista ha aprovechado la desgracia de todo un pueblo, con más de 200 muertos y centenares de desaparecidos, para intentar desgastar a la Generalidad Valenciana, en manos del PP, al negarse a decretar el estado de emergencia nacional.
Sánchez pudo tomar el mando y enviar al Ejército desde el minuto uno a las zonas afectadas, a sabiendas de que la riada del martes es, de lejos, la peor catástrofe natural del último siglo. Sin embargo, optó por priorizar, una vez más, el cálculo político y electoralista, en lugar del sufrimiento de la población. Abandonó a los valencianos y, en un gesto de absoluto desprecio y desdén, afirmó que, si necesitaban ayuda, la pidiesen.
Pero la mezquindad de Sánchez no acaba aquí. Ahora, tras retrasar una semana la celebración de un Consejo de Ministros para aprobar un plan de ayudas a los afectados, lanza uno de los chantajes más miserables conocidos en democracia. El Gobierno acaba de aprobar por decreto un plan de ayudas de 10.600 millones de euros para las zonas afectadas que contará con el apoyo del PP, pero, al mismo tiempo, Sánchez ha condicionado su mantenimiento y ampliación a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2025.
Esto es perverso, dado que supone un chantaje en toda regla. El presidente del Gobierno ha visto en la riada una oportunidad de oro para condicionar parte de las ayudas a la aprobación de sus cuentas públicas, lo cual le garantizaría la permanencia en Moncloa hasta final de legislatura. Y ello a pesar de que este paquete asistencial es independiente de los Presupuestos, dado que se trata de una situación excepcional y extraordinaria, de naturaleza similar a lo acontecido durante la pandemia, cuyo impacto se asumió bajo una prórroga presupuestaria.
Así es cómo actúa Sánchez: donde todo el mundo ve una tragedia, él ve una oportunidad para debilitar a la oposición o sacar tajada desde el punto de vista político. La DANA es un nuevo ejemplo de la mezquindad del presidente, pero, por desgracia, no será el último.