Imagen del polémico cómico Ricky Gervais
El lenguaje es un pilar básico en la vida del ser humano, la complejidad con la que somos capaces de expresarnos es uno de nuestros atributos distintivos. Como la gran mayoría de las cosas, el lenguaje ha evolucionado enormemente con el paso del tiempo, la forma de hablar y las palabras empleadas han ido variando, ejemplo de ello es que expresiones antes imprescindibles en el día a día ahora nos resultan ridículas y han quedado en desuso.
Hoy en día, se ha extendido el hábito de retorcer el lenguaje de todas las maneras habidas y por haber, lo que antes se podía comunicar de forma sencilla y directa ahora necesita pasar por múltiples filtros, cada palabra tiene que ser retocada o manipulada, no vaya a ser que algún pájaro o la rama de un árbol se sientan excluidos, hecho sin duda intolerable. En mi opinión, más nos valdría recuperar el usted y abandonar el todes, pero cómo le voy a pedir esto a figuras como Irene Montero o Yolanda Díaz, si el denominado lenguaje inclusivo les ocupa medio discurso, quitarles este recurso reduciría considerablemente el tiempo que dedican a intentar explicar sus ideas.
Junto al lenguaje siempre ha caminado el humor, que si cabe ha sido todavía más cambiante y también ha estado siempre en el punto de mira. Casi desde el principio de nuestra historia ha habido quienes se han dedicado a él: bufones, payasos, humoristas… son oficios que han ido transformándose y adaptándose a las corrientes que han predominado en cada momento, pero que siempre han tenido la misma función: entretener al público. Ahora el humor se puede difundir con facilidad, ya no se precisa de un escenario para llegar al público, un móvil y algo de imaginación e ingenio son suficientes para alcanzar a millones de personas.
Desgraciadamente, hoy en día nos movemos en el mundo de lo políticamente correcto, en una sociedad en la que hay que andar de puntillas porque debajo de cada piedra se esconde un ofendido, siempre dispuesto a decir de qué y cómo debemos hablar, y para indicar de que sí y de que no se puede hacer humor. Por poder ya no puede uno reírse ni de sí mismo porque cuando no te ofendes tú ya llega otro a ofenderse por ti. Y personas con ganas de ofenderse con todos y por todo hay a montones.
Pero el humor, como cualquier otra cosa, no ha de ser políticamente correcto. El humor ha de ser atrevido a la par que valiente, no cabe que conozca la vergüenza, pues no hay nada más triste que un humor insulso. Y no hay mejor ejemplo de humor sin vergüenza que los cuplés, donde la música, el humor y la picardía cantan a coro. Quien también representa el humor sin vergüenza es Juan Dávila, en sus espectáculos cualquiera puede convertirse en su objetivo. Su éxito se debe precisamente a que no tiene reparos ni complejos a la hora de hablar, representa un humor auténtico que nada tiene que ver con lo políticamente correcto.
Pero tirando de humor mucho se puede hacer, más allá de arrancar un par de risas, es un medio útil para lanzar críticas, pues la sátira no acostumbra a hacer distinciones y siempre ha sabido cebarse con todos, incluidos los más poderosos. Buen ejemplo es el Carnaval de Cádiz, donde a golpe de canción se comenta la actualidad y de la crítica social se hace humor, allí los participantes tienen la lengua mucho más afilada que la mayoría de los políticos y periodistas, quienes en lugar de lanzar críticas optan por las palabras suaves y los aplausos.
Por todo lo anterior los animo a reírse, tanto de lo cotidiano como de lo inesperado. Los animo a hacer humor, sin pudor, sin remilgos y sin complejos. Porque tanto lo uno como lo otro brinda la oportunidad de expresarse con libertad, y no hay nada más preciado que la libertad.