O no. Nadie es perfecto. Y yo bastante menos. Pero lo que comienza a desinflarse es el imperfecto globo de presunto feminismo trasnochado, gritón, malencarado, cabreado y desafinado a ritmo de infumable batukada. Que ya sólo por aparecer como seña de identidad en las manifas de turno, deberían de ser consideradas dentro de los epígrafes de prohibición de armas de las Convenciones de Ginebra. Los espectáculos a base de hakas ridículas o de performances pintarrajeadas con los torsos desnudos y las lolas al aire, tienen ya menos futuro que los espectáculos del bombero torero. Y la aparición estelar en ellas de grimosos aliades reivindicándose para buscar su coartada como agresores sexuales que son, puteros todos, unos de pago, otros de a pagarles por parte de nosotros, heteropatriarcales machistas y mujeres de cualquier condición, oprimidos todos y todas por el oculto desfalco público. Feminismo de victimización que no quiere reivindicar nada más que un enfrentamiento. Porque el violador eres tú. Y si no lo eres es porque aún no has tenido la ocasión. Pues lo serás. Un mensaje tan entrañable y de buen rollito, que luego sorprende a sus autoras el que cada vez más los jóvenes quieren huir de este charismo de puño en alto que tanto mal está haciendo y ha hecho, a la causa de la mujer.
Porque la mujer lo que quiere en verdad es ser más mujer, que la permitan realizar sus objetivos vitales, profesionales y familiares. Y que no le den la turra. Le metan miedo. La atemoricen con pancartas como que «España no es un país para ser mujer», cuando ha tenido los más altos rangos para serlo. Hasta que se empoderaron toda esta patulea que no saben vivir sin cócteles de Almax Forte para sus estómagos plenos de hiel amarga como sus rictus de odio. Porque odian. Mucho. Normal. Acabas enterándote de que sus vidas han estado llenas de gentuza a la que emascular sin anestesia. Porque hay monstruos, y la noche alberga horrores. Y en vez de luchar contra ellos, se generaliza, se excusa por mor de un machismo estructural en donde no hay hombre bueno, y cualquier galantería no es sino síntoma de algo terrible por venir. Viven en un grado de histerismo decimonónico, y no saben coger el rábano por las hojas. Pidiendo la perpetua para violadores y asesinos, en vez de talleres de deconstrucción. Pidiendo igualdad salarial por una brecha que viene por la imposible e inexistente conciliación familiar. Porque la familia también es un constructo opresivo y hay que estar en contra.
Abortar no es un drama. Una triste situación devenida. No. Es un derecho, y la mujer debe de expulsar fetos como si fueran gases, sin responsabilidad y más fácil que el acceso a cualquier otro sistema de prevención en los actos sexuales libérrimos que una mujer quiera tener sin ser calificada. Faltara o faltase. Pero es que lo mismo abortar es algo más que tirar de pastillas del día de después o de intervenciones quirúrgicas para acabar con un proyecto vital. Conciliar es algo más que poder tener tiempo para ir a clases de zumba, poder viajar cuando a una le pete, o no comprender que las decisiones tienen consecuencias que hay que asumir con todo lo que conlleven. Fracasar en una relación, si se ha optado por ella, no es a lo mejor porque las mujeres poderosas y de éxito no son perdonadas por los hombres, y de ahí viene ese fracaso, sino de que se ha elegido a un patán con problemas de Edipo, o a un tarado hormonado empotrador que luego no os entiende ni comprende. Pero por eso no tenéis que salir a la calle para señalar a todo el género masculino.
Mujeres hay muchas y de todo tipo. Buenas, malas y mediopensionistas. Santas y putas. Valientes y acobardadas. Víctimas y perversas. Básicamente como los hombres. Donde hay muchos fusilables al alba, pero otros darían y dieron la vida por ellas. Por vosotras. Generalizar, señalar, odiar… es algo propio de este presunto feminismo en vías de extinción, sin principios ni valores, sin referentes históricos de tantas mujeres pioneras y con poder, que lucharon y se enfrentaron a hombres taimados y sin escrúpulos. Que una mujer tenga menos derechos que un hombre, no es que sea inconcebible, es que hoy en día es ilegal. Que una mujer no pueda hacer lo que decida y quiera, no es que sea algo del pasado, es que es aberrante. Y cuando se produzcan y aparezcan injusticias, lo que hay que conseguir es que el peso de los Códigos Penal, Civil y Mercantil caigan contra sus perpetradores. Y ahí estaremos todos. Hombres. Mujeres. Codo con codo. Mirándonos a los ojos. Y sabiendo que no hay creer a nadie por ser hermana, así, por narices; ni que todo hombre es un señoro pollavieja del que huir como preñez no deseada. Dejemos atrás tantos tópicos manidos, y acabemos de una vez y por todas, con quienes no quieren sino hacer del género una excusa para su fracaso personal. Y una forma de vida a costa del erario. Pues va a ser que no. Ni con mi dinero ni con mi apoyo. No para esto. Para todo lo demás, cuentas y contarás con mi abrazo. Mujer.