Ponerse crítico con los talibloggers del teletrabajo en mitad de agosto puede no ser la mejor de las ideas, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de expresar mi humilde opinión.
Primero, es innegable que el teletrabajo ofrece una flexibilidad notable, permitiendo ajustar tanto el horario como el lugar de trabajo. Esto elimina el tiempo y el coste asociados con el desplazamiento diario, facilitando un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal, lo que podría traducirse en un aumento de la satisfacción general.
Pero que el teletrabajo te permita una vida más acorde a lo que tu consideras positivo no significa que debería ser siempre una opción por parte de la empresa, como si fuera un derecho garantizado. De la misma forma que la empresa no tiene forma de garantizar tu eficiencia, ya que no cuenta con control absoluto sobre ella, tú tampoco deberías exigir el derecho inamovible de esa opción en tu compañía. La creencia de muchos de que el teletrabajo siempre aumenta la productividad es más que cuestionable y existen estudios que muestran cómo la falta de supervisión puede disminuir la eficiencia en algunos casos.
No me refiero a las soluciones en las que tanto la empresa como el trabajador están de acuerdo, ya sea trabajo presencial, híbrido o remoto. Este pensamiento va dirigido a quienes publican fotos en redes sociales con café, gatos y playas de fondo, y sugieren que el teletrabajo debería ser una opción garantizada por ley para cumplir con el «entitlement» de los empleados. Este enfoque de considerar el teletrabajo como un derecho inamovible para satisfacer las demandas individuales es una simplificación excesiva y podría no reflejar las complejidades de la gestión laboral en muchos sectores o situaciones concretas dentro de las compañías.
Habría que establecer políticas claras y particulares de cada compañía que definan cuándo y cómo se puede trabajar de forma remota para que el teletrabajo resulte eficiente. Implementar un sistema de evaluación continua para medir el impacto en el rendimiento y proveer herramientas y tecnología necesarias para asegurar la eficiencia en el trabajo.
No basta con una foto en la playa afirmando que eres más productivo disfrutando del aire libre. Decir que eres eficiente y serlo son cosas muy distintas. Y, aunque tú seas eficiente, eso no significa que la mayoría lo sea. Las empresas, una vez alcanzan cierto tamaño, se rigen principalmente por estadísticas, y esas estadísticas guiarán sus decisiones sobre la viabilidad del teletrabajo a gran escala.
La empresa debe buscar el equilibrio entre ofrecer teletrabajo o presencialidad en función de la eficiencia, de la misma forma que tú debes encontrar el equilibrio entre trabajar en la oficina u optar por un formato remoto. Seamos sinceros, cada uno de nosotros debe buscar la mejor situación para sí mismo, y al mismo tiempo, intentar encajar la preferencia de la otra parte de la manera más integrada posible para que ambos salgan ganando.
Lo que está claro es que no hay una solución única, y cada organización debe adaptar el teletrabajo según sus necesidades. La flexibilidad es un plus para cualquier empleado, pero no olvidemos que es la empresa quien nos da trabajo y necesita ser rentable. Nosotros tenemos la última decisión y podemos cambiar de compañía si no estamos de acuerdo con las condiciones.
Debemos entender que las normas se basan en la mayoría, y aún no existe consenso sobre el rendimiento en este asunto. Así que, la próxima vez que veas una foto de alguien teletrabajando con su gato, recuerda: detrás de esa imagen podría haber un caos de pelos, tazas de café vacías y un “deadline” que se acerca galopante.