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21 May 2025
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Trump no entiende la balanza comercial

En otras palabras, el déficit comercial no es señal de decadencia, sino una consecuencia del papel que desempeña Estados Unidos como primera potencia geopolítica y económica del mundo

A Donald Trump siempre le han gustado las políticas proteccionistas, pero, como todos los proteccionistas, no entiende demasiado de economía. La fijación del presidente de los Estados Unidos por la balanza comercial es casi enfermiza: Trump entiende erróneamente la balanza como un marcador de salud económica. Si hay superávit, entonces las relaciones de intercambio mutuo van por buen camino para Estados Unidos, pero si hay déficit, entonces algo falla. Esta idea no es sólo simplista, sino también equivocada.

Estados Unidos ha registrado déficits comerciales durante gran parte de su historial, incluyendo etapas de intenso crecimiento e industrialización, sin que ello haya sido un obstáculo para su desarrollo. En contra de lo que suele afirmar el discurso proteccionista, un déficit comercial no sólo no es necesariamente perjudicial, sino que puede ser indicio de fortaleza económica. Cuando una economía crece, consume más y atrae más inversión.

Además, Estados Unidos tiene una característica especial, y es que es el emisor de la moneda de reserva mundial, que es el dólar. La economía estadounidense está llamada a exportar dólares e importar bienes, y no hay nada malo en ello. Esto nos lleva a que, posiblemente, un déficit en la balanza comercial venga de la mano de un superávit en la cuenta de capital, es decir, muchos países invierten sus excedentes en activos estadounidenses.

Otro detalle para tener en cuenta es el enorme mercado interior de los Estados Unidos que lo diferencia de países como Alemania, Corea del Sur o incluso México. Estados Unidos tiene una economía interna enorme y muy diversificada, por lo que el comercio exterior representa una fracción menor de su actividad total.

Los supuestos objetivos de Donald Trump son el aumento del ingreso per cápita, la consolidación industrial o liderazgo mundial, objetivos, todos ellos, que pueden coexistir con déficits comerciales. Pretender cerrar el déficit comercial a toda costa no sólo es innecesario, sino que también puede ser contraproducente. Los aranceles encarecen los productos y destruyen valor, pudiendo derivar en una menor importación de bienes, no porque se produzca más internamente, sino por empobrecimiento nacional.

La obsesión por corregir los déficits comerciales mediante aranceles, lejos de aportar soluciones, suele generar efectos adversos: encarece productos e insumos, debilita la competitividad de las empresas nacionales y rompe cadenas de suministro. El resultado no es más empleo o riqueza, sino incertidumbre, recesión y una caída artificial de las importaciones que podría derivar, irónicamente, en un superávit comercial…pero no por prosperidad, sino por empobrecimiento.

Además, esta visión desconoce la llamada Paradoja de Triffin, que apunta que, precisamente al ser el dólar la principal moneda de reserva mundial, Estados Unidos está obligado a sostener déficits externos para alimentar la demanda global de liquidez. En otras palabras, el déficit comercial no es señal de decadencia, sino una consecuencia del papel que desempeña Estados Unidos como primera potencia geopolítica y económica del mundo.

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