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1 Jul 2024
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Cambio climático: la crisis global que mata a miles de personas cada año

Las muertes por altas temperaturas han crecido en dos décadas un 140% en América Latina y un 30% en Europa, y se prevé que vayan a más
Gente paseando por Córdoba en plena ola de calor VALERIO MERINO

Gente paseando por Córdoba en plena ola de calor VALERIO MERINO

Se trata de una cifra alarmante, sobre todo si se tiene en cuenta que, según un estudio meteorológico saudí, las temperaturas en esa zona están aumentando a 0,4 grados centígrados cada década. Otra investigación, publicada en 2019, daba cuenta del estrés térmico al que se someten los peregrinos durante esta celebración, sobrepasando los niveles de “peligro extremo”. De hecho, las olas de calor en el área de Arabia Saudí son cinco veces más probables debido al calentamiento global.

El responsable de Cambio Climático de Greenpeace, Juan Zorrilla, recuerda que “olas de calor severo se están produciendo en todo el mundo. Se ha registrado una impresionante en el este de Europa, Con todo, no deja de ser irónico que estas muertes masivas se hayan producido en uno de los países que más combustibles fósiles ha extraído”, en referencia a los saudíes.

El Gobierno saudí, por su parte, se justificaba diciendo que más de la mitad de los peregrinos eran viajeros no registrados, lo que supone que no pueden permitirse pagar el costoso permiso oficial. Significa, por tanto, que no pueden entrar en los espacios con aire acondicionado preparados y significa, también, que el calor mata a los más pobres.

De igual manera, las muertes contabilizadas en la peregrinación a La Meca este año son solo un reflejo de lo que supone la realidad: las altas temperaturas han convertido ya los encuentros de masas en eventos de mayor riesgo que hace tres o cuatro décadas, según el estudio Amid scorching heat, 900 people died this week in Saudi Arabia. Climate change has made the Hajj pilgrimage more risky.

También en América latina. Allí, las muertes por calor han crecido un 140% en los últimos 20 años, según la revisión anual The Lancet Countdown. A la cabeza se sitúan Ecuador, El Salvador, Guatemala y Honduras. Mientras, en Europa, ese salto se ha calculado en un 30% para el mismo periodo.

Y en India, el país ha encadenado en mayo y junio jornadas con temperaturas por encima de los 40ºC en diversas zonas del país. La cifra oficial de muertos ha llegado a 143, pero el Gobierno ha informado de 43.000 golpes de calor. En la ciudad de Delhi, uno de los hospitales más grandes, ha puesto en marcha la primera sala de emergencias específica para estos golpes de calor. Las autoridades ya han avisado: India se ha convertido en “trampa de calor”.

También a finales de mayo y junio el calor extremo ha sobrecogido a México, donde se ha informado de al menos 125 muertes. El país norteamericano ha experimentado una cúpula de calor donde el aire recalentado queda atrapado cerca de la superficie.

El cambio climático sí entiende de estatus

Un 70% de las muertes que los desastres relacionados con el cambio climático han causado en los últimos 50 años las sufrieron países menos desarrollados que son, a la vez, los que menos emisiones globales concentran. En total, un 4%, según un informe de Naciones Unidas.

“Las naciones menos desarrolladas, hogar de 1.100 millones de personas, pagan un precio alto y desproporcionado en cuanto a las consecuencias económicas, sociales y ecológicas del cambio climático”, destacó al presentar el informe en rueda de prensa la secretaria general de UNCTAD, la costarricense Rebecca Grynspan.

Otro trabajo relacionado con los factores socioeconómicos que intervienen en el impacto de las olas de calor realizado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), apunta que “el riesgo de mortalidad se explica primordialmente por el nivel de ingresos de un hogar”. A la luz de los datos, una de sus autoras, la investigadora Cristina Linares, ha sido clara: “La pobreza es el factor decisivo a la hora de explicar la mayor mortalidad asociada a las temperaturas extremas. El nivel de renta es el que mayor asociación presenta con el impacto del calor sobre la mortalidad diaria”.

No hace falta trasladarse a los países más pobres para entender este fenómeno. Aquí mismo, en España, también pueden visualizarse distintos tipos de conductas en lo que se refiere, por ejemplo, al aire acondicionado, entre los grupos de población con más ingresos y con menos. Para medir cómo avanza el calor severo a lo largo del tiempo y cómo se adaptan las familias a él, la oficina estadística de la Unión Europea, Eurostat, utiliza un índice: la necesidad de utilizar refrigeración en los edificios para mantener la temperatura. A más temperatura, más aire acondicionado hace falta.

En España, este índice casi se ha duplicado en los últimos cuarenta años. Pero, ¿en todas las casas? El trabajo del ISCIII indica que “incluso aunque las casas tengan un aparato de aire acondicionado [primer elemento para poder combatir el calor extremo], la población con bajos ingresos tiende a no usarlo aunque sufran”. Y añade que “la incapacidad para utilizar el aparato aunque se disponga de él, aún poco explorada, es, potencialmente, una faceta muy relevante de la pobreza energética”.

También sucede, obviamente, en muchos otros países, ya que este patrón de desigualdad no entiende de fronteras. La exposición a olas de calor en los últimos 40 años ha sido un 40% superior en los países de bajo ingreso, según los investigadores de la Universidad Estatal de Boise en Idaho (EE.UU.).

Se ha sabido, además, que el cambio climático no afecta igual a mujeres que a hombres. Un informe publicado en la revista The Lancet Public Health este lunes, muestra que la mortalidad es el doble en mujeres que en hombres.

Por qué muchas muertes pasan desapercibidas

En Europa, en el verano de 2022, el calor sofocante mató a unas 61.672 personas. La mayoría de estas personas ya tenían problemas de salud, como cardiopatías y neumopatías, pero sus corazones fallaron a temperaturas abrasadoras.

El recuento de los muertos por causas climáticas es posible gracias a la ciencia de la atribución, que mide la responsabilidad del cambio climático en un fenómeno meteorológico extremo concreto. Estimar el número acumulado de muertos por el cambio climático es mucho más difícil, pero un experto calcula que en 2024 se superarán los 4 millones desde el año 2000, un total mayor que la población de Berlín.

«Muy pocas de estas muertes serán reconocidas por las familias de las víctimas o por los gobiernos nacionales como consecuencia del cambio climático», escribe el epidemiólogo climático estadounidense Colin Carlson en un comentario publicado esta semana en la revista Nature Medicine.

“Más de la mitad de esas muertes se habrán debido a la malaria en el África subsahariana, o a la malnutrición y las enfermedades diarreicas en el sur de Asia, por lo que se presume que la mayoría de los muertos eran niños pequeños», prosigue.

Y, ¿Cómo se calculan las muertes por cambio climático? El epidemiólogo australiano Anthony McMichael desarrolló un método para calcular la mortalidad climática por determinados factores. Entre ellos, figuran las inundaciones la malnutrición, la diarrea, la malaria y las enfermedades cardiovasculares. El calentamiento global también ha causado un exceso de mortalidad por hambrunas, conflictos, suicidios, incendios forestales y docenas de enfermedades crónicas e infecciosas como el dengue.

¿Qué camino deben de tomar los gobiernos?

A pesar de los avances en reducción de emisiones en Europa en los últimos años, los países siguen sin hacer los deberes en materia climática.  Los expertos del Grupo Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) han señalado que el Viejo Continente debería alcanzar la neutralidad climática -que las emisiones de CO2 sean las mismas que las que se retiran de la atmósfera- en 2040 para limitar el aumento de temperatura global a 1,5 grados sobre niveles preindustriales, el umbral considerado seguro para no desatar los peores efectos del cambio climático.

Mientras, la UE se ha comprometido a llegar a este objetivo en 2050. Sin embargo, el estudio halla que al ritmo actual de emisiones este objetivo llegaría en 2100, cuando el mundo ya podría haber traspasado peligrosos umbrales climáticos. Para conseguir llegar a la neutralidad climática cuando lo recomiendan los expertos, Europa debería reducir las emisiones de su sistema energético tres veces más rápido. Además, 29 de los 53 países del continente siguen concediendo subvenciones a los combustibles fósiles, los culpables número uno del calentamiento global.

Las autoras del informe alertan de que Europa externaliza el impacto ambiental de lo que consume y produce en otros países más desfavorecidos. «El cambio climático es intrínsecamente un problema de justicia social y medioambiental», ha señalado Kim van Daalen, investigadora de Lancet Countdown en Europa, autora principal del informe e investigadora posdoctoral del Centro de Supercomputación de Barcelona.

«Los países europeos deslocalizan los impactos de nuestro consumo en la salud en otras partes del mundo, que experimentan la contaminación atmosférica local y las emisiones de gases de efecto invernadero como consecuencia de los bienes y servicios que consume Europa», ha señalado.

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