France 24
Cuando China despierte, el mundo temblará. Así se refirió Napoleón Bonaparte al gigante asiático y a su potencial como poder mundial. 200 años después de aquella célebre frase se puede decir que los pronósticos se cumplieron. China podríamos decir que despertó en 1979 con la llegada de Deng Xiaoping al liderazgo de la República Popular. Durante los 50 años siguientes China ha llevado a cabo un proceso de modernización sin precedentes, pasando de ser un país sumido en la pobreza a aglutinar un masivo crecimiento económico y tecnológico. El país rural que dejó Mao Zedong se trasformó en un gigante tecnológico, albergando en sus fronteras ciudades gigantescas, algunas de ellas creadas desde cero.
El ascenso de China ha sido tal que ha reconfigurado la economía mundial, rivalizando con un gigante que parecía imbatible, los Estados Unidos de América. La República Popular China se ha convertido en el primer productor del mundo, haciendo que varios países dependan de sus productos para un correcto funcionamiento de sus sociedades, como ya vimos en la pandemia ocasionada por el COVID-19. Desde el otro lado del Pacífico, Estados Unidos comenzó a reaccionar a este ascenso en el primer mandato de Donald Trump, allá por el año 2017. Ocho años después, y con Trump de nuevo en el despacho oval, EE. UU ha vuelto a preparar una guerra comercial contra China, esta vez de forma mucho más agresiva.
En este contexto, muchos expertos han analizado los problemas que la economía norteamericana atraviesa y que han llevado a Trump a adoptar estas medidas arancelarias. No obstante, Estados Unidos no es el único gigante económico que pasa por un momento difícil. China, dentro de su crecimiento también se encuentra en una compleja fase de desaceleración que nos hace plantearnos cómo pueden afectarle los aranceles impuestos por la Administración Trump.
Endeudamiento, problema demográfico y crisis inmobiliaria
China viene creciendo en cifras más bajas de las previstas desde la pandemia. El consumo interno se ha retraído, generando deflación y un fuerte retroceso en la compra de vivienda que ha llevado al colapso de promotoras y a tener cientos de proyectos inacabados. La crisis de demanda y consumo ha afectado de forma especialmente grave al mencionado sector inmobiliario, generando altos niveles de deuda en empresas, particulares y, en última instancia en un sector público que ha tratado de revertir el problema insertando dinero en la economía.
Más allá de la economía, la deceleración ha traído consecuencias sociológicas, los habitantes de China son cada vez más reticentes a tener hijos, llevando a que su población disminuya por primera vez en décadas. La República lleva 3 años consecutivos perdiendo población, llevando al envejecimiento de su sociedad. El presidente, Xi Jinping, ya ha calificado este problema como grave, impulsando medidas que incentiven la natalidad. El problema demográfico contribuye también a agravar la coyuntura de deuda pública actual, haciendo que el sistema de pensiones comience a ponerse por primera vez en entredicho en cuanto a su sostenibilidad.

Respuestas y escenario futuro
Ciertos análisis acerca de la situación demográfica han apuntado a futuros escenarios complejos para China. Un informe relevante es el análisis del Real Instituto Elcano, que advierte sobre un “hundimiento demográfico sin precedentes” en China. Según este estudio, la población china podría reducirse a 765 millones para el año 2100, una cifra comparable a la de 1969, pero en un contexto global muy diferente.
Desde el centro del gobierno comunista se está tratando de revertir la situación mediante ayudas a los cuidados. La inversión en servicios públicos, como las guarderías o los cuidados médicos ha aumentado considerablemente. Para abordar otros problemas como los que hemos comentado Xi Jinping está optando también por seguir inyectando dinero en la economía. China continúa siendo un modelo de economía planificada y como tal está respondiendo a esta desaceleración. El sector inmobiliario y financiero del país son los grandes afectados y como tal están recibiendo fondos para incentivar el consumo de particulares.
La tesitura actual nos permite ver cómo China está comenzando a atravesar problemas propios de las economías más desarrolladas del mundo. Occidente lleva ya décadas sufriendo un descenso en su natalidad, mientras que las crisis de deuda o de consumo también han sido cíclicas y habituales. Es pronto para extraer consecuencias pero podríamos decir que China ha dejado de ser definitivamente un país en desarrollo, equiparándose por tanto a los países desarrollados, teniendo márgenes de crecimiento más pequeños y una sociedad más reticente a la natalidad.
¿Preparada para la guerra comercial?
Otra lectura que podemos sacar de la situación analizada en el reportaje es que China, a pesar de tener muchos instrumentos para hacer frente a la guerra comercial lanzada por Donald Trump, también es un país que se puede mostrar vulnerable frente a ella. Las exportaciones a Estados Unidos suponen una fuente de ingresos gigantesca, diversificadas además en muchos sectores, es por tanto que una anulación casi completa de estas exportaciones, si se suma a la desaceleración de demanda de productos internos puede generar una importante crisis a nivel privado dentro del país.
Desde España se ha comentado mucho cómo Estados Unidos vive una difícil situación inflacionaria, además de haber obtenido una leve recesión en su PIB durante el primer trimestre del año. Sin embargo, los datos de China, muchas veces maquillados de manera oficial, no trascienden tanto, ocultando una realidad no tan boyante como parece. China aún parece lejos de verse envuelta en una recesión, sin embargo, tampoco parece que la guerra comercial le vaya a favorecer.
¿Una nueva guerra fría?
Las disputas económicas no son las únicas que China y Estados Unidos vienen teniendo en los últimos tiempos. Desde la Segunda Guerra Mundial la cuestión de Taiwán ha estado siempre como telón de fondo, generando importantes tensiones entre ambas potencias. A pesar de ello, a partir de la visita del presidente americano Richard Nixon a Pekín en 1969 las relaciones fueron avanzando, reconociendo a la República Popular como el ocupante legítimo de su asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En décadas posteriores las relaciones se estrecharon más y Estados Unidos se convirtió en un gran valedor de China y de su apertura económica hacia el mundo. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando desde América se empezó a percibir a China como una amenaza, un país capaz de aglutinar un poder económico mayor, con un modelo contrario a la ideología liberal.
Por otro lado, China ha ido desarrollando su ejército, especialmente en el ámbito naval, construyendo naves capaces de dominar las aguas asiáticas. El desarrollo de armamento, y también de alianzas estratégicas, como la mantenida con Rusia, ha sido la última pata que ha puesto en sobre aviso a Estados Unidos, que percibe ahora en China a un competidor nato y en una amenaza directa para la seguridad de Taiwan. La pequeña isla se enfrenta a un gigante que nunca ha ocultado sus deseos de volver a anexionársela. Con estos asuntos y nuevas tensiones nos podemos estar encaminando hacia la Guerra Fría del S.XXI