El mundo ha entrado en una nueva era donde el crimen, el conflicto y el extremismo se transforman a un ritmo acelerado, desdibujando los marcos tradicionales de seguridad. Las amenazas ya no se limitan por fronteras ni por categorías claras, y las tecnologías emergentes en manos de actores hostiles han reconfigurado la forma en que estos operan, escalan y evolucionan. La semana pasada hablamos del informe de amenazas globales y del poder de los hackers rusos en la guerra híbrida
El costo global del crimen organizado ha alcanzado cifras sin precedentes: 19,1 billones de dólares, es decir, cerca del 13,5% del PIB mundial. Detrás de este fenómeno hay estructuras sofisticadas que combinan intereses económicos con objetivos políticos. En Siria, por ejemplo, el régimen de Bashar al-Assad ha financiado su aparato de poder gracias al tráfico masivo de Captagon, generando hasta 10.000 millones de dólares anuales. Al mismo tiempo, en Europa, una investigación en Italia reveló una red transnacional de lavado de dinero, con bancos clandestinos dirigidos por ciudadanos chinos, al servicio de organizaciones criminales que conectan Albania con América Latina.
Los actores de amenazas ya no pueden clasificarse fácilmente. Ciberdelincuentes, hacktivistas y grupos apoyados por gobiernos ahora colaboran o se mimetizan entre sí. En 2024, varios colectivos de activismo digital iniciaron campañas de ransomware y ofrecieron servicios de ciberataque por encargo, mientras que naciones enemigas se aliaron con redes criminales digitales para ampliar su alcance.
Estas alianzas grises desafían a las agencias de seguridad de todos los niveles. Desde la policía local hasta los servicios de inteligencia, los investigadores enfrentan un mosaico de datos dispersos que ocultan conexiones clave entre crímenes locales y amenazas geopolíticas. Pero para ver ese panorama completo, necesitan superar barreras tecnológicas y estructurales.
Investigadores sin fronteras, pero con límites internos
La nueva ola de delitos transnacionales exige investigadores con capacidades híbridas y herramientas adaptadas al terreno actual. En lugar de especializarse en una sola área, los profesionales del crimen deben hoy navegar entre delitos financieros, cibernéticos y tradicionales simultáneamente. Pero esto rara vez se corresponde con la realidad de las capacidades institucionales.
El ideal sería un ecosistema de datos que fluya desde la fuente primaria (interceptaciones, sensores, vigilancia) hasta el análisis centralizado, sin interrupciones. Sin embargo, la mayoría de las veces, los sistemas están fragmentados en silos que impiden la cooperación efectiva. Este aislamiento frustra la comprensión completa del problema.
A pesar de que la colaboración es esencial, los investigadores siguen operando en compartimentos estancos, limitando el impacto de los esfuerzos conjuntos. Si queremos contrarrestar el crimen moderno, debemos ir más allá de los límites tradicionales de agencias, disciplinas y herramientas.
Tecnología criminal sin barreras
Paradójicamente, los delincuentes no enfrentan las mismas limitaciones. Con un simple smartphone, pueden acceder a herramientas de coordinación, comunicación y análisis que antes solo estaban disponibles para grandes organizaciones. Este pequeño dispositivo es ahora el centro neurálgico del crimen moderno.
Ya no hace falta un ejército para desestabilizar un país. Una laptop con conexión a internet ofrece acceso irrestricto a la web oscura y permite lanzar ataques, financiar operaciones y reclutar colaboradores en tiempo real. Así, las líneas entre delincuencia, terrorismo y guerra se disuelven.
Plataformas como Signal, Telegram e incluso chats de videojuegos han sido instrumentalizadas por ISIS, cárteles y redes criminales para comunicarse sin dejar rastro. Las autoridades, mientras tanto, permanecen en la oscuridad, sin acceso a estas conversaciones codificadas.
Al mismo tiempo, las criptomonedas han generado un espacio opaco para mover fondos, saltándose los sistemas financieros tradicionales. Organizaciones como Hamas, el Grupo Lazarus de Corea del Norte o el Estado Islámico han recaudado millones mediante monederos digitales imposibles de rastrear. De hecho, el Grupo Lazarus robó más de 600 millones de dólares de una plataforma de videojuegos usando estas tecnologías.
Este entorno ha generado un mercado negro altamente eficiente. En la web oscura, el modelo de “franquicia del cibercrimen” es ya una realidad. Grupos como REvil alquilan kits de malware como si se tratara de software comercial, permitiendo que individuos con conocimientos técnicos limitados ejecuten ataques devastadores. Con una sola operación, pueden paralizar hospitales en EE. UU., redes eléctricas en Europa y bancos en Asia.
Investigación ciega ante un enemigo ágil
Frente a estas amenazas fluidas y expansivas, los investigadores necesitan una visión clara y centralizada. El problema no es la falta de información, sino su dispersión. Los datos existen, pero están escondidos entre millones de archivos sin conexión aparente: videos de vigilancia, archivos policiales, fuentes abiertas y redes sociales.
La clave está en integrar, automatizar y analizar esos datos con ayuda de la inteligencia artificial. Los sistemas de inteligencia de decisiones permiten extraer correlaciones invisibles, dotando a los analistas de un superpoder: entender lo que antes era inabordable.
Además, el análisis de blockchain ya permite identificar transacciones sospechosas y conectar monederos digitales con delitos reales. Esta tecnología puede hacer retroceder la ventaja del anonimato financiero, restaurando la trazabilidad perdida. Gracias a estas innovaciones, es posible romper los silos, fomentar la cooperación y diseñar estrategias integradas que respondan a las amenazas con la misma agilidad con la que estas se propagan.
Reconstruir la respuesta global
La criminalidad moderna no es invencible, pero sí veloz. El reto es detenerla antes de que actúe. Las agencias ya poseen las piezas del rompecabezas: ahora necesitan herramientas que les permitan unirlas. Con plataformas de análisis inteligente, IA y tecnologías blockchain, los especialistas pueden mantenerse en sus campos sin sacrificar la comprensión de amenazas complejas. La clave es dotarlos de soluciones que cierren brechas de conocimiento, no que las amplíen.
La transformación comienza integrando cada componente: desde los sensores en el terreno hasta el almacenamiento en el centro de datos. Solo así se puede responder de manera sincronizada, potente y eficaz. Porque el enemigo es ágil, pero la colaboración puede ser más poderosa si se rompe la fragmentación. La lucha contra el crimen del siglo XXI exige una inteligencia sin fisuras y una respuesta global conectada. Y la tecnología, bien usada, puede ser el punto de inflexión.