Imagen: Jesús Barrera I Diario Hércules
A lo largo de la historia, muchos de los cambios fundamentales en nuestras vidas han sido impulsados por personas desconocidas para la mayoría, quienes modificaron aspectos esenciales de nuestra existencia sin que siquiera lo notáramos. Uno de esos ámbitos transformados es la salud.
Hacia finales de los años 70, Henry Gadsden, entonces director ejecutivo de una importante compañía farmacéutica, expresó en una entrevista con una revista de negocios una inquietud que marcó un antes y un después en la industria. Gadsden percibía un límite en el modelo de negocio basado en tratar enfermedades: solo se atendía a los enfermos.
La idea era redefinir el concepto de enfermedad, ampliándolo para incluir a quienes se encontraban en buen estado de salud, y hacer que el consumo de fármacos fuese tan común como el acto de masticar chicle. Así surgió una estrategia que cambiaba el curso de la medicina moderna: convertir el acto de vivir en una condición tratable, y a todos nosotros en potenciales pacientes.
TDAH y el impacto en los individuos
En España, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) afecta aproximadamente al 3,3% de los adultos, con síntomas que incluyen falta de atención, hiperactividad e impulsividad, y generan un impacto significativo tanto en los pacientes como en la sociedad. Este impacto se traduce en un coste anual de 13,3 millones de euros por la carga de los casos no diagnosticados, que incluye 4,1 millones de euros en costes puntuales asociados al diagnóstico y el primer año de tratamiento. En el caso de los pacientes diagnosticados, el coste anual asciende a 3 millones de euros, con 1,5 millones de euros destinados a gastos puntuales.
Estos datos se desprenden del estudio «La carga socioeconómica del trastorno por déficit de atención con hiperactividad del adulto en España», impulsado por Takeda y publicado en la revista Global and Regional Health Technology Assessment. El informe revela que el coste anual promedio por paciente puede llegar a los 15.652 euros, distribuyéndose en un 49,8% en el ámbito económico, un 28,4% en carga social, un 21,7% en costes sanitarios y un 0,1% en carga legal.
Además, el estudio resalta que los retrasos en el diagnóstico y tratamiento del TDAH incrementan la carga socioeconómica, subrayando la importancia de implementar estrategias nacionales para un diagnóstico y tratamiento tempranos. En el ámbito sanitario, se estima que el diagnóstico del TDAH supone un coste mínimo de 577 euros por paciente, mientras que el primer año tras el diagnóstico el abordaje del trastorno alcanza los 3.534 euros, reduciéndose a 3.396 euros en los años posteriores. Dentro de estos gastos sanitarios, las hospitalizaciones representan el 53% del total, seguidas por los costos de medicación, que suponen un 10%.
A nivel individual, el impacto del TDAH en la vida social de los pacientes se refleja en una carga de 4.438 euros anuales por persona. Este coste, en su mayoría, se relaciona con el consumo de sustancias (74%) y, en menor medida, con dificultades en las relaciones de pareja (16%) y otros problemas interpersonales (8%). Además, esta cifra puede aumentar en 431 euros en casos puntuales de divorcio o intentos de suicidio.
En el ámbito laboral, la carga anual para cada paciente asciende a 7.795 euros, principalmente por absentismo (53%) y disminución salarial (32%). Por otro lado, en la carga legal se calcula 23 euros al año por multas de tráfico; sin embargo, esta cifra puede incrementarse en 3.351 euros en casos excepcionales que impliquen prisión o la pérdida del carné de conducir.
El impacto del TDAH va más allá de la parte económica para el sistema, afectando profundamente a los pacientes. Un 64,4% de ellos experimenta un menor éxito profesional debido al trastorno, y el 63% sufre problemas en sus relaciones sociales. Además, el 86,6% presenta comorbilidades, de las cuales el 66,2% son psiquiátricas. En términos de salud mental, las personas con TDAH enfrentan un riesgo de suicidio 5,9 veces mayor que quienes no lo padecen.
“Tomaba medicación, pero no era algo planificado de manera conjunta. Lo único que hacía era acudir cada dos o tres meses y revisaban la dosis. Hablaban conmigo y con mis padres y luego, para casa. Eso no sirve, el tratamiento del TDAH debe tener un abordaje multimodal. La parte escolar, la parte cognitiva y la farmacológica, si es necesaria, todas tienen que ir de la mano” Álvaro, 34 años.
“La psicóloga me hizo la evaluación y me dijo que tengo un TDAH de tipo combinado. Por un lado, tuve ese alivio de saber que podía desaprender, que ya no tengo que seguir enmascarando. Y, por otro lado, ves cuánto tiempo has perdido hasta llegar a este punto”. “Cuando mis padres iban a las tutorías, les decían: «Tu hija tiene muchísima capacidad, pero es una vaga». Eso decía el adulto de referencia del aula. Cuando te dan el diagnóstico, te están diciendo que no eres tonta, que no eres vaga, que no eres desordenada, no eres desorganizada, no eres un problema. De repente, te están quitando de encima dos toneladas de peso porque todas esas etiquetas que te habían puesto a lo largo de 42 años no son tuyas. Has nacido con una configuración neurológica diferente, has nacido en una sociedad neurotípica donde se supone que tú tienes que encajar y si no encajas eres tú la que es rara”. Fabiola, 43 años.
¿Qué es el TDAH?
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es el neuropsiquiátrico más común en la infancia, caracterizado por síntomas de hiperactividad, inatención e impulsividad. Su prevalencia en la población escolar alcanza el 5%, y hasta un 30% de los casos persisten en la vida adulta. Recientes metanálisis en población general sugirieron un cambio en los subtipos de TDAH: el subtipo inatento es ahora el más común, seguido por el combinado y, en menor proporción, el impulsivo; una variación respecto a estudios previos que identificaban el subtipo combinado como el más frecuente.
Este trastorno tiene una fuerte base genética influenciada también por factores ambientales, en particular aquellos relacionados con el embarazo y el parto. A nivel neurobiológico, el TDAH afecta diversas áreas cerebrales, incluyendo la corteza prefrontal, el cuerpo calloso, los ganglios basales y el vermis cerebeloso, y se asocia con neurotransmisores como la noradrenalina y la dopamina.
El diagnóstico del TDAH es clínico, ya que no existen biomarcadores específicos. Para su detección, se realiza una historia clínica detallada que incluye información de diversas fuentes (padres, profesores, entrenadores) y se evalúa si los síntomas afectan el funcionamiento en al menos dos entornos (familiar, escolar o extraescolar). No se recomienda el uso rutinario de pruebas complementarias salvo en casos donde los síntomas sugieren la presencia de otro trastorno, como traumatismo craneoencefálico, epilepsia, trastornos del sueño o síndrome alcohólico fetal. Aunque las pruebas de atención y cognitivas resultan útiles, no son específicas del TDAH.
La alta comorbilidad es otro aspecto clave en el diagnóstico, ya que entre el 50% y el 80% de los casos cumplen criterios para otros trastornos, como conductuales, de ansiedad, depresión o abuso de sustancias.
La relación entre el TDAH y las altas capacidades intelectuales
La «doble excepcionalidad» se refiere a aquellas personas que poseen tanto altas capacidades intelectuales o creativas como un trastorno del neurodesarrollo, distinto a la discapacidad intelectual. Un ejemplo común es la combinación de un diagnóstico de TDAH junto a una inteligencia superior. Otros trastornos del neurodesarrollo que pueden estar presentes en personas con doble excepcionalidad incluyen el autismo y dificultades de aprendizaje, como la dislexia.
En esta línea, diversos estudios observacionales sugieren que ciertos estudiantes universitarios con TDAH podrían superar algunos déficits en funciones ejecutivas, logrando así un buen rendimiento académico y carreras exitosas. Esto parece estar vinculado a que aquellos con un coeficiente intelectual elevado suelen desarrollar estrategias de afrontamiento más eficaces para gestionar los síntomas.
Sin embargo, la detección de alumnos con altas capacidades en las aulas debería situarse entre el 3 % y el 5 %, pero las cifras actuales son significativamente más bajas. Según datos del Ministerio de Educación en España, esto implica que más del 90 % de los estudiantes con altas capacidades pasan sin ser identificados. Esta falta de detección suele derivar de la confusión que aún persiste entre las altas capacidades y características como el alto rendimiento académico, las habilidades sociales limitadas o la baja capacidad de adaptación. En este contexto, si es complejo detectar a estudiantes con altas capacidades, la identificación de quienes presentan una doble excepcionalidad resulta aún más difícil.
Personalidades destacadas con TDAH
Diversas figuras de renombre mundial han alcanzado el éxito a pesar de convivir con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), demostrando que el trastorno no ha sido un impedimento para su desarrollo personal y profesional. A continuación, una selección de personalidades que han roto barreras en sus respectivos campos:
- Simone Biles: la destacada gimnasta estadounidense, que confirmó a sus 19 años estar en tratamiento para el TDAH, demostró que es posible sobresalir en un deporte de alta concentración. Aunque fue cuestionada por posible dopaje debido a su medicación, Biles convirtió la experiencia en una lección de superación.
- Ryan Gosling: el actor canadiense, conocido por títulos como Drive y La La Land, fue diagnosticado en su niñez. Su dificultad para leer le generó problemas en el colegio y episodios de bullying, pero no le impidió consolidarse en el cine.
- Sylvester Stallone: la inquietud de Stallone, quien enfrentó múltiples expulsiones escolares debido al TDAH, nunca lo frenó. Superó los desafíos de su infancia para convertirse en un ícono del cine de acción desde los años setenta.
- Jennifer Lawrence: la galardonada actriz vivió una niñez difícil, conocida por su hiperactividad en el colegio, lo cual la llevó a ser apodada “nitro” antes de su diagnóstico. Hoy, es una de las estrellas mejor pagadas de Hollywood.
- Michael Jordan: considerado el mejor jugador de baloncesto, Jordan fue hiperactivo desde pequeño, lo que llevó a profesores a subestimarlo. Su ejemplo de resiliencia es inspiración para muchos, consolidándolo como una leyenda del deporte.
- Michael Phelps: este nadador olímpico es el atleta más premiado de la historia con 28 medallas. A pesar del TDAH, que fue diagnosticado en su adolescencia, Phelps encontró en la natación una terapia y camino al éxito.
- Usain Bolt: el plusmarquista jamaicano, que tuvo una infancia agitada y llena de hiperactividad, encontró en el atletismo su escape, llegando a ser uno de los velocistas más aclamados del mundo.
- Bill Gates: el cofundador de Microsoft y magnate tecnológico mostró desde niño una curiosidad insaciable, aunque su TDAH complicó su rendimiento académico. No obstante, fundó Microsoft y revolucionó la informática.
- Luis Rojas Marcos: este psiquiatra y divulgador español, conocido por sus aportes al campo de la salud mental, ha compartido su experiencia con el TDAH, que lo llevó a abordar el trastorno con humor y empatía.
- Walt Disney: el legendario creador de personajes animados sufrió problemas de concentración desde joven, lo que le afectó en el colegio y en su trabajo, pero nunca lo frenó en su camino para crear un imperio del entretenimiento.
- Richard Branson: fundador del grupo Virgin, Branson enfrentó dificultades académicas debido a su hiperactividad. Sin embargo, esto no impidió que se convirtiera en uno de los empresarios más innovadores.
- Agatha Christie: la famosa novelista británica, diagnosticada con dislexia y TDAH, luchó contra ambos trastornos durante su vida. Su talento superó las barreras, convirtiéndola en una autora inolvidable del género policiaco.
- Justin Bieber: la estrella del pop canadiense ha compartido su experiencia de lidiar con el TDAH. Para continuar sus estudios, optó por clases especiales que le ayudaron a adaptarse.
- Lewis Hamilton: el piloto británico de Fórmula 1, que fue diagnosticado con TDAH en su niñez, canalizó su energía en el mundo del automovilismo, donde ha igualado el récord de títulos de Schumacher.
- Daniel Radcliffe: famoso por su papel en Harry Potter, Radcliffe enfrentó dificultades de aprendizaje y coordinación desde pequeño, pero con el apoyo de su familia, superó sus desafíos y alcanzó la fama en el cine.
¿Es una “enfermedad crónica” o un negocio farmacológico?
En el panorama actual, la creciente tendencia a considerar problemas cotidianos como patologías tiene, según el psicólogo clínico Marino Pérez, una clara manifestación en el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Pérez, junto con Héctor González Pardo y Fernando García Vinuesa, expone en su libro Volviendo a la Normalidad una revisión crítica de los estudios que buscan cimentar este diagnóstico como una enfermedad. Su conclusión es tajante: el TDAH no puede sostenerse científicamente como una condición médica, tal como se presenta hoy en día.
El debate en torno a la existencia del TDAH no es nuevo. Mientras algunos padres y expertos sostienen que el diagnóstico de este trastorno da sentido a la hiperactividad y falta de concentración que observan en los niños, los autores del libro lo definen como una “invención”. Argumentan que no existen pruebas sólidas para asegurar que su origen radique en un problema biológico. Marino Pérez describe el entramado de intereses detrás del auge del TDAH, que atribuye en gran medida a la presión de la industria farmacéutica, responsable de financiar investigaciones que, a su juicio, carecen de consistencia.
En su análisis, Pérez argumenta que el TDAH ha sido impulsado como una patología neurobiológica crónica con un presunto origen genético, justificación que, según los autores, facilita su tratamiento continuo con medicamentos. Para Pérez, los problemas de comportamiento que presentan algunos niños no deberían confundirse con enfermedades; en cambio, deberían considerarse dentro de los límites de lo “normal”, aunque esto implique desafíos educativos para padres y maestros.
A nivel científico, los estudios que sugieren anomalías cerebrales asociadas al TDAH han sido cuestionados. En su obra, los autores exponen que, aunque existen investigaciones que apuntan a cambios neurológicos en personas con este diagnóstico, los resultados no son concluyentes ni consistentes. Además, subrayan que los estudios que encuentran correlaciones neurobiológicas están, en su mayoría, financiados por la industria farmacéutica, lo que podría sesgar los resultados y hacerlos menos fiables.
El psicólogo también advierte sobre los riesgos de los medicamentos recetados para el TDAH. Estos estimulantes, derivados de anfetaminas, generan efectos que, aunque puedan resultar útiles a corto plazo, no constituyen un tratamiento en sentido curativo. Al contrario, señala, estos medicamentos suponen un “dopaje” del comportamiento, una mejora artificial y temporal que, a largo plazo, puede conllevar consecuencias graves, como problemas cardiovasculares y alteraciones psicológicas, incluso un posible vínculo con el aumento en el diagnóstico de trastorno bipolar.
Para Pérez y sus coautores, el etiquetar el TDAH como una enfermedad estigmatiza a los niños, generando más inconvenientes que beneficios. Recomiendan, en su lugar, que el apoyo a las familias se oriente hacia el asesoramiento psicológico y educativo, donde padres y profesores reciban orientación sobre cómo gestionar y mejorar el comportamiento y la atención en los niños. Enfatizan que la ayuda no debe depender de un diagnóstico que conlleve una intervención médica, sino de enfoques educativos que fomenten el autocontrol y el aprendizaje sin recurrir a la medicación.
Tratamientos médicos existentes
Los estimulantes, como el metilfenidato y la lisdexanfetamina, son la opción preferida para el tratamiento farmacológico del TDAH. Sin embargo, se ha observado que entre un 15% y un 20% de los niños no responden favorablemente a estos fármacos. Además, ciertas condiciones médicas pueden contraindicar su uso, especialmente si surgen efectos secundarios intolerables o si el paciente presenta algunas comorbilidades psiquiátricas, lo que hace recomendable recurrir a tratamientos no estimulantes.
Estos medicamentos tienen mecanismos de acción diversos, aunque en general aumentan la disponibilidad de neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina, siendo especialmente relevantes los que actúan en el sistema adrenérgico. En España, la atomoxetina es el único fármaco no estimulante aprobado para el tratamiento del TDAH. Otros fármacos como la clonidina, el bupropión y algunos antidepresivos tricíclicos están disponibles, pero no cuentan con aprobación específica para este trastorno. La guanfacina de liberación prolongada (GXR), indicada para el TDAH en Estados Unidos y Canadá, se encontraba en desarrollo clínico en Europa al momento de la redacción de este artículo, por lo que su futura aprobación en la región es probable.
ATOMOXETINA
En cuanto a la atomoxetina (ATX), su mecanismo de acción se basa en bloquear la recaptación de noradrenalina, aunque su efecto tarda algunas semanas en aparecer, a diferencia de los estimulantes, cuyo impacto es inmediato. Este medicamento es una opción especialmente adecuada para pacientes con comorbilidades como tics, trastornos de ansiedad o depresión, y en casos de abuso de sustancias. Aunque el efecto de la atomoxetina suele ser algo menor en comparación con los estimulantes, estudios a largo plazo y en pacientes sin tratamiento previo (naïve) muestran que su eficacia se acerca a la de los estimulantes. La AACAP en 2007 y la Guía Española de Práctica Clínica en TDAH recomiendan la atomoxetina como una opción de primera línea, equiparándola en eficacia a los estimulantes.
AGONISTAS ADRENÉRGICOS
Los agonistas adrenérgicos, como la guanfacina y la clonidina, están aprobados en Estados Unidos y Canadá en su formato de liberación prolongada, con indicación para el tratamiento del TDAH. Estas sustancias, mediante su mecanismo de acción, regulan la liberación de noradrenalina (NA) desde la neurona presináptica, adaptándose a la concentración de NA en la sinapsis.
Estos fármacos suelen emplearse cuando los pacientes no han respondido de forma adecuada a los tratamientos con estimulantes o no estimulantes, o si se ha logrado solo una respuesta parcial. En otros casos, su uso puede verse motivado por la aparición de efectos adversos al tratamiento con estimulantes. Además, resultan especialmente útiles en el tratamiento de TDAH con comorbilidades, como tics, ansiedad y problemas de regulación emocional.
- Clonidina: aprobada en España para el tratamiento de la hipertensión arterial, es utilizada en menores de 18 años con TDAH por sus propiedades sedantes, frecuentemente en combinación con metilfenidato, lo que aumenta la tasa de respuesta hasta un 25%. También se emplea en combinación con neurolépticos para el control de tics, y es útil para manejar problemas de sueño asociados al TDAH o derivados del uso de estimulantes.
- Guanfacina de liberación prolongada: un agonista selectivo de los receptores α2A adrenérgicos, ofrece una acción prolongada de 24 horas. Aunque su mecanismo fisiológico específico aún no se comprende completamente, se ha documentado ampliamente su efecto positivo en las funciones cognitivas relacionadas con la corteza prefrontal. Dos estudios controlados y aleatorizados en Estados Unidos han demostrado que GXR es eficaz y bien tolerada en el tratamiento del TDAH, destacándose como una alternativa viable. En comparación con la clonidina, GXR presenta un perfil farmacocinético más ventajoso, con menor impacto depresor e hipotensor sobre el sistema nervioso central.
ANTIDEPRESIVOS
En España, estos fármacos no cuentan con una indicación oficial para el tratamiento del TDAH. A diferencia de los estimulantes, su efecto no es inmediato; algunos, como la venlafaxina y el bupropión, pueden requerir entre seis y ocho semanas para alcanzar su máxima eficacia.
- Antidepresivos tricíclicos: la imipramina es el más utilizado y es el que cuenta con mayor respaldo científico. Sin embargo, se considera un tratamiento de tercera línea debido a su perfil de efectos secundarios y al riesgo de toxicidad en casos de sobredosis.
- Bupropión: este tratamiento muestra eficacia potencial en el manejo del TDAH, aunque su efecto es inferior al de los estimulantes y la atomoxetina (ATX). Si bien ayuda a reducir la hiperactividad y la agresividad, su impacto sobre la inatención es menos significativo. Es especialmente útil en casos de TDAH asociados con depresión y parece ser efectivo en adolescentes con TDAH y síntomas afectivos comórbidos, particularmente cuando también presentan abuso de sustancias.
OTROS
- Antipsicóticos o neurolépticos: suelen emplearse como refuerzo de tratamientos de primera línea o cuando estos han mostrado una eficacia limitada. Estos fármacos están indicados principalmente para el manejo de problemas de conducta asociados, en especial en casos de agresividad, y pueden ser útiles en situaciones de hiperactividad vinculada a trastornos del espectro autista (TEA). Entre ellos, la risperidona es considerada el fármaco de elección para tratar la agresividad en el TDAH y en situaciones de comorbilidad con trastornos de conducta, tics y el síndrome de Tourette.
- Inhibidores de la acetilcolinesterasa: aunque no existen evidencias de su efectividad en el TDAH ni datos concluyentes sobre sus efectos a largo plazo, se emplean como tratamiento coadyuvante en el refuerzo de la memoria y la función ejecutiva.
La IA como nuevo instrumento para trabajar el TDAH
En el Congreso Nacional de Psiquiatría, celebrado en Donostia-San Sebastián, el Dr. J. Antoni Ramos-Quiroga, jefe del servicio de salud mental en el Hospital Universitari Vall d’Hebron de Barcelona y miembro del CIBERSAM, presentó tres innovadores estudios que aplicaron inteligencia artificial (IA) para optimizar el diagnóstico y tratamiento del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). En el simposio titulado «Inteligencia artificial aplicada en el diagnóstico y tratamiento del TDAH», el Dr. Ramos-Quiroga expuso cómo estas investigaciones, aún en desarrollo, están revolucionando la Psiquiatría al introducir soluciones personalizadas en el manejo de este trastorno.
Los tres estudios abordaron desde herramientas de diagnóstico como el eye tracking hasta tratamientos cognitivos mediante neurojuegos digitales y sistemas de monitorización de efectos secundarios, estableciendo así nuevas bases para mejorar el cuidado de pacientes con TDAH.
En el primer estudio, el Dr. Ramos-Quiroga empleó la tecnología de eye tracking para medir los movimientos oculares mientras los pacientes realizaban pruebas neuropsicológicas. «El dispositivo nos permitió obtener una medición precisa y objetiva de los movimientos oculares. Gracias a la IA, correlacionamos estos datos con la presencia o ausencia de TDAH, lo que resultó en una aproximación diagnóstica más precisa y complementaria a las pruebas clínicas tradicionales«.
El segundo estudio, presentado por el Dr. Javier Quintero, jefe de psiquiatría en el Hospital Infanta Leonor de Madrid, se centró en un programa de tratamiento cognitivo que utilizó neurojuegos digitales personalizados por IA, permitiendo a los pacientes realizar ejercicios cognitivos adaptados a su perfil clínico y evolución. «El sistema ajusta los ejercicios según el rendimiento de cada paciente, adaptándose a sus necesidades específicas. Lo más destacable es que estos neurojuegos pueden realizarse desde casa, lo cual proporciona una mayor flexibilidad y permite un tratamiento intensivo«. La IA procesaba los datos de miles de pacientes para predecir qué ejercicios serían más efectivos, ofreciendo una intervención más personalizada en comparación con las terapias tradicionales.
Finalmente, el tercer estudio, conocido como ART-CARMA, aplicó la IA para monitorizar de forma remota a 300 pacientes con TDAH durante un año, analizando su adherencia a la medicación y posibles efectos secundarios. «El proyecto ART-CARMA utilizó una aplicación móvil y un dispositivo para registrar movimientos y variables clínicas, facilitando un seguimiento en tiempo real de la respuesta de cada paciente al tratamiento. Esta herramienta resulta crucial para ajustar dosis y comprender los efectos secundarios«.