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14 May 2025
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Tradición, misterio y fe: un cónclave para un nuevo Papa

Aunque sus raíces se remontan al siglo XI, el sistema de elección del papa ha ido evolucionando con los siglos
Recreación del Papa y los cardenales

Imagen: recreación de los cardenales reunidos I IA

La elección de un nuevo papa es uno de los eventos más enigmáticos, solemnes y seguidos del mundo. Cuando la sede papal queda vacante el foco de la Iglesia católica se traslada al Vaticano, donde se activa un proceso que combina liturgia, estrategia e historia: el cónclave.

No obstante, las elecciones para escoger a su sucesor no se convocan de inmediato, sino que siguen un protocolo específico regulado por normas papales, especialmente la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996 (y modificada parcialmente por Benedicto XVI y Francisco).

Unas elecciones con diez siglos de historia

Aunque sus raíces se remontan al siglo XI, el sistema de elección del papa ha ido evolucionando con los siglos. Desde el Concilio de Letrán hasta las reformas del papa Juan Pablo II y Benedicto XVI, el cónclave se ha adaptado a los tiempos sin perder su esencia: una elección espiritual, comunitaria y decisiva para más de mil millones de fieles en todo el planeta.

Durante los primeros siglos del cristianismo (siglo I al III), los papas eran elegidos por el clero de Roma y con la participación del pueblo, en un sistema que se asemejaba más a una elección por consenso o aclamación. No existía un procedimiento reglado, y las circunstancias históricas (persecuciones, divisiones internas, influencias del Imperio) condicionaban profundamente cada designación.

Con el paso del tiempo, especialmente desde el siglo V, la influencia de las autoridades civiles (principalmente los emperadores romanos y, más tarde, los reyes y nobles europeos) fue creciendo. En muchos casos, la elección papal dependía en gran medida de estos poderes, que veían en el papado una figura de control espiritual y político. Este periodo estuvo plagado de conflictos, injerencias externas y nombramientos impuestos.

El gran punto de inflexión se produjo en 1059, cuando el papa Nicolás II, en un intento por frenar las influencias externas y la corrupción, decretó que solo los cardenales tendrían la potestad de elegir al nuevo Papa. Fue un paso decisivo para establecer la autonomía del papado y marcar el inicio del sistema que conocemos hoy. Este decreto fue el precursor del cónclave moderno, aunque el término como tal aparecería más tarde.

¿Qué es Concilio de Letrán?

El Concilio de Letrán hace referencia a una serie de cinco concilios ecuménicos celebrados entre los siglos XII y XVI en el Palacio de Letrán, en Roma, que fue durante siglos la residencia principal de los papas. Cada uno de estos concilios abordó temas cruciales para la Iglesia Católica, desde reformas internas hasta relaciones con el poder secular.

El I Concilio de Letrán, celebrado en 1123 y convocado por el papa Calixto II, fue el primer concilio ecuménico celebrado en Occidente tras el Cisma de Oriente. Tuvo lugar poco después del Concordato de Worms, acuerdo que puso fin a la Querella de las Investiduras entre el papado y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El objetivo principal del concilio fue afirmar la independencia de la Iglesia respecto al poder civil, prohibiendo que las autoridades laicas intervinieran en la designación de obispos. Además, se abordaron cuestiones de disciplina eclesiástica y se ratificaron los derechos del papado.

El II Concilio de Letrán, convocado en 1139 por el papa Inocencio II, buscó consolidar su autoridad tras un cisma provocado por la elección de un antipapa, Anacleto II. En el concilio se anularon todas las ordenaciones realizadas por este antipapa y se reforzó el celibato sacerdotal mediante la prohibición expresa de los matrimonios de los clérigos. Asimismo, se reiteró la condena a la simonía, es decir, la compraventa de cargos eclesiásticos.

En el año 1179 tuvo lugar el III Concilio de Letrán, bajo la presidencia del papa Alejandro III, tras años de tensiones con el emperador Federico Barbarroja. Uno de los principales logros del concilio fue establecer que solo los cardenales tuvieran derecho a elegir al Papa, consolidando así el cónclave como mecanismo exclusivo de elección pontificia. Además, se denunciaron herejías emergentes como la de los cátaros, y se trataron problemas internos de la Iglesia como la corrupción, la simonía y otros abusos clericales.

El IV Concilio de Letrán, convocado en 1215 por el influyente papa Inocencio III, fue uno de los más trascendentales de la Edad Media. Reunió a más de 1.200 participantes entre obispos, abades y representantes laicos. Este concilio definió oficialmente el dogma de la transubstanciación, que afirma la conversión del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo durante la eucaristía. También reforzó la obligación de confesarse al menos una vez al año y de comulgar en Pascua. Además, adoptó medidas contra las herejías y anunció la convocatoria de la Quinta Cruzada.

El procedimiento del cónclave, tal como lo conocemos, fue oficialmente instaurado por el papa Gregorio X en 1274, durante el Concilio de Lyon II. El motivo fue un cisma que se produjo tras la muerte del papa Clemente IV en 1268, cuando los cardenales tardaron casi tres años en elegir sucesor, bloqueados por divisiones internas y presiones externas. Para evitar que esto volviera a ocurrir, Gregorio X estableció que los cardenales debían permanecer encerrados sin comunicación exterior hasta alcanzar una decisión, bajo condiciones estrictas que incluían incluso la reducción progresiva de alimentos si el proceso se alargaba.

A lo largo de los siglos, diferentes pontífices han introducido ajustes en el sistema: se estandarizó el voto secreto, se limitó la edad de los electores a 80 años (por Pablo VI en 1970) y se consolidó la necesidad de una mayoría cualificada de dos tercios para ser elegido. Hoy, la elección del Papa sigue siendo uno de los pocos procesos en el mundo que conjugan ritual, sigilo, voto secreto y consenso eclesial, una tradición milenaria que se ha adaptado a los tiempos sin perder su carácter espiritual y simbólico.

¿Cuánto se tarda en elegir un nuevo Papa tras su muerte?

Tras la muerte del Papa, se suspende toda la actividad ordinaria del Vaticano relacionada con la dirección de la Iglesia, y es el Camarlengo quien asume la gestión de los asuntos temporales del Vaticano. Este alto cargo verifica oficialmente el fallecimiento del pontífice y lleva a cabo actos simbólicos como la rotura del anillo papal, que marca el fin del pontificado. Al mismo tiempo, se convoca a todos los cardenales del mundo para que acudan a Roma y participen en el proceso de elección del nuevo Papa.

Por norma general, deben transcurrir entre 15 y 20 días desde el fallecimiento del Papa hasta el inicio del cónclave, un período establecido para garantizar que todos los cardenales electores puedan desplazarse a Roma desde sus respectivos países. Este plazo también permite organizar la logística necesaria para celebrar el cónclave en la Capilla Sixtina, un proceso que requiere estrictas medidas de secreto y aislamiento. Además, durante esos días se celebran las llamadas “novendiales”, una serie de nueve misas funerarias dedicadas al alma del pontífice fallecido.

¿Quién puede votar y quién puede ser elegido?

El derecho a votar en la elección del papa corresponde exclusivamente a los cardenales menores de 80 años, conocidos como cardenales electores. En la actualidad, este grupo no puede superar los 120 miembros, aunque en ocasiones ha habido ligeras excepciones. Por el contrario, cualquier varón bautizado puede ser elegido papa, aunque por tradición siempre ha sido un cardenal. En el caso improbable de que se eligiera a alguien ajeno al colegio cardenalicio, tendría que ser ordenado obispo inmediatamente antes de asumir el cargo.

Todo este proceso se desarrolla en un ambiente de riguroso secreto. Los cardenales se alojan en la Casa Santa Marta, dentro del Vaticano, y celebran las votaciones en la Capilla Sixtina, que es sellada y aislada electrónicamente para evitar filtraciones. Durante todo el cónclave, los electores están incomunicados con el exterior: sin teléfonos, internet ni visitas.

Antes de comenzar la primera votación, los cardenales pronuncian un juramento de confidencialidad y lealtad al proceso. La palabra “cónclave” proviene del latín cum clave (“bajo llave”), y refleja esta clausura absoluta.

Imagen: infografía elección del Papa I Diario Hércules

El sistema de votación: mayoría cualificada y papeletas manuscritas

Cada ronda de votación, llamada “escrutinio”, se realiza en secreto y utilizando papeletas en las que los cardenales escriben el nombre del candidato de su elección. Para ser elegido, un aspirante debe obtener al menos dos tercios de los votos. Normalmente se celebran cuatro votaciones al día: dos por la mañana y dos por la tarde. Después de cada sesión, las papeletas se queman en una estufa instalada en la Capilla Sixtina. Si no hay acuerdo, se quema con productos que generan humo negro. Si se alcanza la elección, el humo es blanco, anunciando al mundo que hay nuevo papa.

Blanco o negro: el código del humo

La fumata blanca, símbolo mundialmente reconocido del anuncio de un nuevo Papa, tiene su origen en la tradición secular del cónclave papal, y fue oficialmente implementada en el siglo XX como medio visual de comunicación con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y con el mundo entero.

La práctica se remonta al siglo XIX, pero fue institucionalizada en 1903, durante el cónclave que eligió al papa Pío X. Sin embargo, no fue hasta el cónclave de 1914, que eligió a Benedicto XV, cuando se comenzó a utilizar de manera más sistemática el humo como señal para comunicar los resultados de cada votación.

La fumata surge por la necesidad de informar rápidamente y sin confusión si se había alcanzado una elección válida en el interior del cónclave, dado que este se celebra bajo riguroso secreto. Como los cardenales están encerrados en la Capilla Sixtina, se requería un mecanismo que no interfiriera con el aislamiento, pero que al mismo tiempo permitiera a los fieles seguir el proceso.

  • La fumata negra (producida al quemar las papeletas de votación junto con materiales que oscurecen el humo) indica que la votación no ha dado como resultado una elección definitiva.
  • La fumata blanca (producida cuando hay acuerdo en la elección de un nuevo Papa) señala que ya se ha elegido un nuevo Pontífice.

Desde 1958, con la elección de Juan XXIII, el sistema se hizo más refinado y se comenzaron a usar productos químicos específicos para asegurar que el color del humo fuera claramente distinguible, debido a confusiones en ocasiones anteriores.

El recién elegido es llevado a una habitación adyacente, conocida como la “sala de las lágrimas”, donde se viste por primera vez con los ornamentos papales. Minutos más tarde, aparece en el balcón central de la Basílica de San Pedro, donde el cardenal protodiácono proclama el tradicional: “Habemus Papam” (tenemos papa), seguido del nombre del nuevo pontífice.

Más allá del ritual: decisiones estratégicas e influencias

Aunque el proceso está rodeado de liturgia y solemnidad, no está exento de estrategias internas. Existen grupos de afinidad entre cardenales según regiones, sensibilidades teológicas o prioridades eclesiales. La elección de Francisco en 2013, por ejemplo, fue vista como una apuesta por una Iglesia más pastoral y cercana a las periferias.

Además, los cónclaves son también momentos donde se cruzan influencias internacionales, visiones de gobierno, y debates sobre el futuro de la Iglesia en temas como la secularización, la reforma interna o la gestión de abusos.

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