El lecanemab se ha convertido en el primer fármaco en mostrar efectos positivos contra el Alzheimer en varias décadas, generando divisiones entre la comunidad médica y científica. Mientras que países como Estados Unidos, Japón, China, Israel, Corea del Sur y Emiratos Árabes han aprobado su uso, el Reino Unido ha dado el visto bueno, aunque su sistema público no lo distribuirá, argumentando que los efectos son modestos en comparación con su alto costo, que asciende a aproximadamente 24.000 euros anuales por paciente. A su vez, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) rechazó su uso en julio, alegando que los beneficios, una reducción del 27% en la progresión de la enfermedad, no compensan los riesgos, que incluyen hemorragias cerebrales y la muerte de dos pacientes.
Un problema global
El Alzheimer, que afecta a cerca de 50 millones de personas a nivel mundial, se ha convertido en la principal causa de demencia. Con el envejecimiento de la población, se prevé que estas cifras aumenten significativamente antes de 2050. Aunque las organizaciones de pacientes han recibido la noticia de la llegada del lecanemab con optimismo, la realidad es que la mayoría de los afectados no podrán beneficiarse, dado que el fármaco solo es efectivo en las etapas más tempranas de la enfermedad. Además, un segundo anticuerpo, el donanemab, que reduce un 35% la progresión del Alzheimer, ha sido aprobado en Estados Unidos, pero sigue en evaluación en Europa.
Llamada a la reconsideración
En un gesto inusual, cuatro destacados investigadores internacionales, con décadas de experiencia en el estudio del Alzheimer, han enviado una carta abierta a otro diario solicitando a Europa que reconsidere su decisión y apruebe fármacos como el lecanemab. Según ellos, la negativa de la EMA “niega el acceso a los pacientes y sus médicos a un tratamiento que puede cambiar sus vidas”. Los firmantes incluyen a Bart de Strooper, cofundador del Instituto de Investigación de Demencia en el Reino Unido, y Henrik Zetterberg, de la Universidad de Gotemburgo.
Los investigadores también subrayan la paradoja de que el lecanemab se desarrolló en Europa, cuando Lars Lannfelt fundó una compañía en los años 90 para investigar un anticuerpo monoclonal contra la proteína beta-amiloide. Esta compañía fue adquirida posteriormente por la japonesa Eisai, que, junto con Biogen, comercializa el medicamento como Leqembi. Los científicos advierten que el rechazo de la EMA “estrangula” la investigación sobre el Alzheimer en la Unión Europea, posicionándola como un seguidor en lugar de un líder en este campo.
Fatalismo y acceso a tratamientos
De Strooper sugiere que el rechazo se debe a un fatalismo generalizado respecto a la demencia. “Un medicamento con la eficacia y efectos secundarios del lecanemab sería aceptado en otras áreas de la medicina donde no hay alternativas”, argumenta. En este contexto, John Hardy ha advertido que los tratamientos para el Alzheimer se convertirán en un lujo, accesibles solo para quienes puedan costear viajes a Estados Unidos o a otros países.