Un equipo del Rotman Research Institute, en el Baycrest Centre for Geriatric Care (Toronto), llevó la investigación sobre memoria fuera del laboratorio. En lugar de hacer que los participantes memorizasen listas de palabras, diseñó una visita audioguiada de veinte minutos por obras de arte expuestas en Baycrest. Nada más terminar el recorrido, los voluntarios respondieron a preguntas sobre dos aspectos: los rasgos físicos de cada pieza (tamaño, color, forma) y la secuencia en que las vieron. Esa misma prueba se repitió una hora después, y luego a los siete días, al mes y a los quince meses.
El poder de una sola noche de descanso
Para aislar el efecto del sueño, los investigadores dividieron a los participantes en dos grupos. El “grupo sueño” realizó la visita por la tarde y durmió esa noche en un laboratorio con la actividad cerebral monitorizada mediante electroencefalografía; el “grupo vigilia” hizo el recorrido a primera hora y repitió la prueba tras un día normal de actividad. Los resultados mostraron que bastar una noche de descanso profundo para consolidar la memoria del “qué ocurrió primero”: quienes durmieron mantuvieron la ventaja en todas las evaluaciones posteriores, incluso quince meses más tarde. En cambio, la memoria de los detalles visuales decayó por igual en ambos grupos.
Los registros de la fase de sueño profundo revelaron que las oscilaciones lentas y los llamados husos patrones eléctricos característicos de esa etapa estaban directamente relacionados con la mejora de la memoria secuencial. Según el autor principal, Brian Levine, «mientras que nuestra memoria de características como tamaño y color se desvanece con el tiempo, el sueño puede mejorar la memoria de la secuencia de acontecimientos». El neurocientífico añade: «Los beneficios del sueño sobre la memoria son poderosos; una sola noche marca una diferencia que persiste durante un año».
El hallazgo, publicado en Nature Human Behaviour, subraya la importancia del sueño profundo en la salud cerebral y ofrece pistas sobre por qué los adultos mayores especialmente quienes viven con demencia suelen perder la capacidad de reconstruir cronológicamente sus vivencias. Optimizar el descanso podría convertirse en una estrategia sencilla y al alcance de todos para proteger la memoria a largo plazo.