Si algo ha quedado bien claro durante todo este caso es que la parte de la defensa ha arrasado a la de la acusación a la hora de exponerse ante los medios de comunicación. Bien es sabido que programas como Mañaneros o Juntos, que pertenecen a la misma productora aunque se emitan en canales diferentes –TVE y Telemadrid–, además de Vamos a ver, Y ahora Sonsoles, En boca de todos, y en realidad, cualquier programa que emita en España y haya seguido el caso Sancho, han mantenido una línea de argumentación que ha casado a la perfección con la de la defensa, quedándonos bien claro que demostraban amor incondicional y sin contraprestación alguna al ya oficialmente asesino y descuartizador Daniel Sancho, al que algunos incluso siguen calificando de chef.
La descarada estrategia de blanqueo cae por si sola
Que un programa de televisión, con sus presupuestos millonarios y periodistas capacitados para ahondar en la verdad, prefiera admitir la tesis de la defensa que da por sentado que Daniel es inocente y que la policía tailandesa se inventó los cargos, llama poderosamente la atención. Pero que en realidad, lo hagan todos los programas, ya sean competencia directa o no, con divas que en la vida real ni se hablan entre ellas, permite olisquear el tufo a tongo que desde agosto del pasado año se lleva produciendo en España. Y aunque llevo mucho investigado, aún no he llegado a la razón real de esta manera de actuar, que sería mucho más comprensible en Corea del Norte o China.
Desde los albores de este caso, cuando Daniel Sancho reconoció los hechos ante la policía y reconstruyó los hechos en video, tanto Marcos García Montes como Carmen Balfagón, además de Rodolfo Sancho convertido en protagonista absoluto de un penoso true crime donde el asesino parecía ser Edwin Arrieta, han levantado una nube espesísima de mentiras que aún sin haber calado entre la mayoría de la población televidente española sí que lo ha hecho entre la práctica totalidad de los periodistas y opinadores que en mesas de debate siguen tirando tierra contra la verdad más evidente. Debe saberse que no sería de extrañar que personas hechas y derechas, padres de familia, ahorradores y emprendedores, aún piensen que con un cuchillo de sierra seleccionado en el departamento de menaje de unos almacenes se cortan cocos como que la adquisición de más de trescientas bolsas de basura iba dirigida a la posibilidad de que cayeran chuzos de punta y esos plásticas le hubieran valido a Daniel como chubasqueros.
El móvil del crimen queda esclarecido y no es una legítima defensa
Ni que decir tiene que enviar cinco mil y pico euros desde Chile a una persona que llevaba meses sin actualizar su canal de cocina en YouTube de sólo 400 seguidores y siete videos era para invertir en el mismo, cuando siguen llorándome los ojos cada vez que veo tanto a Balfagón como a Abarca reconocer sin rubor alguno que cuando Daniel entregó su pasaporte como garantía ante la moto que acababa de alquilar lo hizo motu propio y no porque sea una exigencia de cualquier tienda de motos de alquiler de la ciudad tailandesa que ustedes elijan.
Claro que hay un asunto que sobrepone cuando las actas del juicio están comenzando a ver la luz gracias al también canal de YouTube de Triun Arts, canal con 115.000 suscriptores y que emite varias horas a diario al que jamás nadie envió con la idea de invertir 5.200 euros ni media peseta. Porque lo que expusieron los medios ante el juez el pasado mes de abril –Ospina ya podía haberlo comentado antes, hubieran o no actas; ¿no estaba en contacto diario con sus abogados?– en relación a las heridas en los antebrazos que Daniel tenía cuando fue a la comisaría de Koh Phangan a, no lo olvidemos, denunciar la desaparición de la misma persona que horas antes acababa de asesinar y descuartizar, ha permitido saber que las teorías diabólicas de Papá, Balfagón y García Montes eran rotundamente falsas, y lo más esencial, tan premeditadas como el asesinato de Daniel.
Recordemos que todos esos programas de televisión que hace unos párrafos citaba han venido defendiendo la locura que decía que en realidad Edwin Arrieta trató de violar a Daniel Sancho, lo cual aparte de incierto ha dejado una inmensa mácula en la imagen de un cirujano que para muchos era solamente un violador. Recuerden al Papá y su «no es no» del último capítulo de El caso Sancho por el que aún no se le ha caído, literalmente, la cara al suelo. Y repetimos: todos a una asumieron la estrategia tan deficitaria como amoral de una defensa que según tengo entendido va a seguir apelando presentando nuevas pruebas, que viendo lo que inventan les propongo la siguiente: en realidad no hubo pelea entre ambos sino que se pusieron a practicar Muay Thai y que simplemente ganó Daniel y el otro, desesperado por la derrota, se tiró de nuca contra el lavabo.
Las actas reveladoras
Según las actas del juicio leídas en Triun Arts, las marcas de los antebrazos de Sancho sólo tienen que ver con los clásicos arañazos que una persona que se ahoga y trata de salvarse deja allí donde se agarra, en este caso el brazo de su asesino. O sea, que como algunos hemos venido asegurando desde el inicio de todo esto Daniel, nada más cruzar el umbral de la puerta del bungaló número 5 del Bougain Villas, debió cogerle del cuello –y por la espalda– con la idea de estrangularlo para luego darle la paliza mortal que le dio. Los mismos médicos forenses tailandeses aclaran que todos los moratones –que no eran pocos y que demostraban una violencia extrema de Daniel– demuestran que antes de su fallecimiento el ensañamiento con su víctima fue absoluto.
Pues bien, aún ni uno solo de estos programas ha sido capaz de entonar el mea culpa y de ofrecer a su audiencia verdades como puños: aquellas que vienen firmadas por el puño y letra de un juez, no de la representante legal de la familia de un asesino y descuartizador, a la que se le empieza a desmembrar el chiringuito con varias bajas de criminólogos absolutamente contrarios al esperpento que Carmen ha ido exponiendo, en nombre de un gremio serio y digno, sólo por ampararse en sus intereses personales.
Que las mismas televisiones, presentadoras y periodistas que llevan año y dos meses dando cancha a la idea de que Edwin era un violador y Daniel un pobre hombre que sólo quiso defenderse de una segura penetración anal, también han pasado por alto otra verdad como un templo: que Rodolfo Sancho y su defensa no sólo pagaron sino que dirigieron a un tal Nilson para que si hubiera ido como testigo al juicio contra Daniel Sancho hubiera dicho ante el juez que Edwin también le amenazó de muerte y lo intentó violar, por lo que comprendía perfectamente la acción en defensa propia –descuartizar– de Sancho. Que esto siga siendo obviado por las teles acabará, más pronto que tarde, en un juicio público del que, seguro, rodarán cabezas.
De esas actas también se ha sacado en claro el porqué de que la práctica totalidad de los testigos propuestos por la defensa acabaran por no declarar, donde hay que incluir a la propia Carmen Balfagón y a su socio Ramón Chippirrás, que fueron ninguneados por el juez con la misma pasión que el 99% de los peatones ignoran a los mendigos. Aunque a dos de ellos sí se les permitió explicar sus teorías. Y les estoy hablando del psicólogo presentado por la defensa –en serio, ¿no había otro mejor?–, que ante la pregunta del fiscal tras su argumentación para explicar que Daniel, tras la muerte de Edwin, entró en una fase disociativa, aceptó ante el juez que él jamás se había reunido con Daniel y que el informe lo realizó, ojo, tras visionar varios programas de televisión. Ni Muchachada Nuí en sus momentos más álgidos habrían creado el guión para un sketch más desternillante.
Aunque claro, la defensa también apuntó a la excursión a Tailandia –qué pena de dinero tirado, pagado por Cuarzo Producciones y HBO Max– a un médico forense supuestamente especialista en analizar fotografías y sacar dictámenes sobre las mismas. Que la sorpresa llegó cuando reconoció ante el fiscal que él no había visto la foto de la cabeza de Edwin, pero que incluso así sí había emitido su opinión ya que «Daniel trató de defenderse de una agresión sexual».
En el blanqueamiento irreverente de la inmensa mayoría de los platós rosáceos hacia Daniel Sancho se está pasando demasiado por alto a la hemeroteca, como si el bumerán de mentiras nunca pudiera volverse en sus contras. Y defendiendo a pies juntillas teorías que apuñalan constantemente a la verdad son cómplices directos de una defensa que hace aguas gracias a un trío de letrados que lleva en pañales, al menos, desde agosto de 2023. Y aún queda más por descubrirse a través de esas actas: próximamente, qué ocurrió con la camiseta de Edwin y aquellas puñaladas que según la defensa fueron o provocadas por la policía o por quién fuera menos por Daniel.
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