Son tantas las pruebas de amaño electoral que han surgido en los últimos días que es difícil no pensar que quienes defienden el régimen de Maduro lo hacen creyendo que esa es la única forma de alcanzar sus objetivos.
Quiero pensar que tanto Monedero como Zapatero son personas inteligentes, capaces de elevar el nivel de una conversación y de llegar a conclusiones complejas sobre temas como el destino de un país. Dada su notable trayectoria, también quiero creer que poseen un cierto nivel intelectual que les permite hacer análisis profundos y establecer conexiones entre lo que sucede, lo que se dice que sucede, y lo que significa todo aquello que está sucediendo.
El problema con esta posibilidad es que la única conclusión lógica sería que el expresidente de España y el fundador de Podemos estarían considerando que lo que está sucediendo es un paso necesario para la continuación del régimen socialista dictatorial de Maduro. Algo similar a la fase transitoria que Marx describió como la «dictadura del proletariado», una etapa intermedia necesaria entre el capitalismo y el comunismo real. Que, dicho sea de paso, no se ha llegado a alcanzar nunca en la práctica. Parece que hay cierta tendencia a no entregar el poder una vez que se ha conseguido.
No nos equivoquemos: tanto Monedero como Zapatero son conscientes de que lo que dicen no es verdad y que las votaciones no reflejan la voluntad del pueblo. Lo que ambos creerían, y es algo que me pone los pelos de punta, es que este fraude es un mal necesario para mantener una voluntad socialista que trasciende al votante común. Ellos defenderían que existe una voluntad superior que la tuya y la mía, de la cual ellos sí son partícipes y comparten. Esta voluntad dictaría que las votaciones deben ser alteradas para perpetuar un régimen dictatorial por el bien común, un bien que casi nadie entiende, pero que ellos asumen como familiar. Se verían a sí mismos como los elegidos en una causa que ni siquiera es suya. Estarían condenando a un pueblo al que no pertenecen, justificando unas consecuencias que ni siquiera asumirían.
Juan Carlos Rodríguez Zapatero fue presidente de España durante siete años, comprendidos entre 2004 y 2011. Como ha dicho recientemente Juan Ramón Rallo, si no llegó a una situación similar a la de Venezuela, no fue porque no quisiera, sino porque no pudo.
Frente a ultras ideológicos, sentido común.
