A cinco años de la derrota territorial del Estado Islámico (EI) en Baghuz, Siria, el grupo sigue representando una amenaza persistente a nivel global. La caída de Al-Baghouz fue el golpe final en una serie de derrotas que eliminaron el control territorial restante del grupo en Siria e Irak, donde habían declarado su califato en junio de 2014, pero el EI Estado Islámico ha demostrado una capacidad notable para adaptarse y evolucionar.
En los cuatro años siguientes a su derrota, ISIS ha intentado regresar, continuando con ataques contra sus adversarios en Oriente Próximo. La amenaza actual del EI se manifiesta en varias formas: células durmientes en Irak y Siria, expansión en regiones como África y el sudeste asiático, y la capacidad de inspirar ataques terroristas a través de su propaganda online. Aunque el control territorial del EI se ha reducido drásticamente, su ideología y tácticas siguen atrayendo a nuevos reclutas y alentando la violencia extremista.
Ahora parece complicado que el EI recupere la fuerza que tenía en 2014, debido a que el régimen sirio y sus aliados han recuperado el control de muchas áreas en el centro y este del país, mientras que, por su parte, el ejército iraquí y los servicios de seguridad han fortalecido sus capacidades militares, en parte gracias a la cooperación con múltiples milicias locales apoyadas por Irán.
Además, la popularidad de grupos extremistas salafistas como ISIS ha disminuido drásticamente, especialmente dentro de las comunidades que controlaban estos grupos. Esto impide en gran medida la atracción de nuevos reclutas para suplir sus filas. La falta de nuevos combatientes ha llevado a la organización a intentar liberar a miles de sus miembros detenidos en prisiones de todo el mundo.
Una pequeña victoria que no marca el fin de la guerra
Por esta razón, los países occidentales tienen una ventaja clara en esta lucha. El fortalecimiento de las coaliciones internacionales para mantener la presión militar y financiera sobre el EI se vuelve crucial. Esto incluye apoyar a las fuerzas locales en Irak y Siria, así como a los gobiernos y comunidades en regiones afectadas por la expansión del EI, como el Sahel en África y partes del sudeste asiático.
Sin embargo, no deben dormirse en los laureles, ya que es de vital importancia abordar las condiciones subyacentes que facilitan el reclutamiento y la radicalización, como la pobreza, el desempleo y la falta de servicios básicos en las comunidades vulnerables. Sumado a esto se debe a tajar la propaganda, tanto cara a cara como online, de los radicales islámicos.
Además, la gestión de los detenidos vinculados al EI sigue siendo un desafío crítico. Miles de combatientes, así como sus familias, están retenidos en campos en Siria e Irak y deben ser tratados con cautela para asegurarse de que no regresen al campo de batalla.