En un ambiente dominado por el constante zumbido de generadores de gasolina, los restos de lo que un día prometió ser un exclusivo complejo de apartamentos en Madrid son ahora testigos de un presente oscuro. En el patio central, la piscina medio vacía, con agua ennegrecida por la lluvia, se erige como símbolo de un pasado que contrasta con la realidad actual.
«El antiguo inquilino decía que esto era un lujo, con una piscina casi exclusiva para ellos«, cuenta Javier, desde la terraza de su vivienda. Sin embargo, ese lujo quedó atrás. Esta semana, en ese mismo patio, una mujer murió intoxicada por los gases de un generador. A escasos metros, un hombre fue asesinado y semanas antes, un joven fue apuñalado por pandilleros. Este edificio, concebido como un sueño hotelero, es hoy un ejemplo más del fracaso de la fiebre inmobiliaria.
De la opulencia prometida al abandono
Aragón Suites, con su forma de barco y sus 273 apartamentos distribuidos en cinco edificios, nació como un proyecto de lujo cuando Madrid aspiraba a los Juegos Olímpicos. Solo uno de los bloques llegó a funcionar, y en 2016 comenzaron a instalarse los primeros inquilinos. En su mejor momento, unas 30 viviendas estaban ocupadas, con personal encargado del mantenimiento y la gestión de contratos.
Pero todo se desmoronó en 2022, cuando la empresa propietaria dejó de pagar a los empleados y el suministro eléctrico se cortó durante el verano. La administradora, que prometió soluciones, desapareció poco después. Solo tres familias originales permanecen en el complejo. «Era un verano asfixiante sin luz ni aire acondicionado«, recuerda uno de los inquilinos.
Robos, okupaciones y precariedad
Con el abandono llegó el saqueo: marcos de ventanas, interruptores y cualquier material valioso fue robado. Más tarde, decenas de familias sin alternativa ocuparon las viviendas vacías. “Llegaron unas 30 familias de golpe, les pedí que convivieran en paz y con la mayoría no hay problemas, pero hay otros que sí generan conflictos”, señala Javier.
El complejo, rodeado de montañas de desperdicios, presenta un panorama caótico. Mangueras improvisadas cuelgan de los balcones para abastecer de agua a los inquilinos, mientras el ruido de los aviones que sobrevuelan cada cinco minutos se mezcla con el estruendo de los generadores.
Un lugar marcado por la violencia
Los episodios de violencia se han vuelto frecuentes. Esta semana, los residentes del edificio al fondo del complejo comentaban el asesinato de un hombre, presuntamente vinculado a una riña entre hinchas de fútbol. Los rastros del crimen aún manchan las paredes, mientras en los alrededores adolescentes juegan al fútbol y niños corretean ajenos a la tragedia.
En enero, un operativo del Grupo Especial de Operaciones (GEO) rescató a dos hombres secuestrados por un clan criminal que exigía un rescate. Entre los detenidos estaba «Rafita», conocido por el asesinato de Sandra Palo en 2003.