El proyecto político liderado por Yolanda Díaz, Sumar, ha dado un giro radical tras los fracasos electorales y la presión de los partidos que conforman su coalición. La formación ha abandonado su objetivo inicial de crear una organización política única y coherente, optando ahora por un modelo que diluye su autoridad en favor de sus socios territoriales, dejando claro que la izquierda alternativa no cuenta con suficiente apoyo en España como para conformar un proyecto político serio.
«Horizontalidad» para enmascarar la falta de dirección
Sumar celebrará su congreso los próximos 29 y 30 de marzo de 2025, un evento que no será tanto una reafirmación de su liderazgo como una prueba del desgaste que ha sufrido el proyecto desde su lanzamiento. El congreso busca aprobar dos documentos clave: un modelo organizativo que marca un claro retroceso en las aspiraciones iniciales y una hoja de ruta política para las elecciones generales.
En el plano organizativo, Sumar renuncia a su modelo de “partido paraguas” con el que Yolanda Díaz pretendía imponerse y absorber a formaciones como Izquierda Unida, Más Madrid o Equo. Ahora, estos partidos estarán completamente desvinculados de la estructura directiva de Movimiento Sumar, evidenciando la incapacidad de Díaz para cohesionar las distintas sensibilidades que conformaban la coalición.
Anteriormente, Díaz había reservado un 70 % de los puestos de dirección para su equipo, cediendo un 30 % a sus socios. Este reparto, ya criticado como insuficiente por los partidos aliados, ha sido eliminado en el nuevo modelo. El Grupo Coordinador estará formado por hasta 65 personas elegidas en primarias, sin espacio alguno para las formaciones que antes eran consideradas parte integral del proyecto.
«Movimiento Sumar no solo somos una pieza más de este puzle [la coalición Sumar], sino que asumimos el firme compromiso y voluntad de trabajar en horizontalidad y coordinación con el resto de fuerzas políticas»
El cambio más llamativo es que Movimiento Sumar pasará de tener un liderazgo único a un modelo de bicefalia, con dos coordinadores generales actuando de forma colegiada. Esta estructura, lejos de ser un signo de modernidad o paridad, parece más un reflejo de la incapacidad de Díaz para mantener un control efectivo sobre la organización.
Pese a abandonar la dirección formal del partido, Díaz mantiene su liderazgo político desde el Gobierno, dejando abierta la posibilidad de liderar una candidatura en futuras elecciones generales. Sin embargo, la falta de claridad sobre su papel genera dudas sobre su compromiso real con el proyecto o si se trata de una estrategia de cara a la galería, mientras que seguirá manteniendo su férreo control sobre el partido desde un puesto externo.
Enfrentamientos territoriales a la vista
Uno de los mayores focos de tensión entre Díaz y sus socios ha sido la pretensión de Movimiento Sumar de establecerse territorialmente en todas las comunidades autónomas, lo que fue interpretado como una amenaza directa por partidos como IU y Más Madrid. Aunque el nuevo modelo busca un “desembarco conciliador”, sigue generando suspicacias entre las fuerzas locales, que temen perder protagonismo en sus territorios, creando una situación de competencia y aún más división en la izquierda.
El documento organizativo reconoce el peso de estas fuerzas en comunidades como Madrid, Asturias, Valencia y Baleares, prometiendo coordinación y respeto a su “posición en el espacio progresista”. Sin embargo, estas concesiones parecen más una medida desesperada para apaciguar a unos socios cada vez más críticos que un verdadero intento de construir un proyecto político sólido.
Compromiso LGTBIQA+
Por otro lado, los documentos organizativo y político de Movimiento Sumar incorporan una novedad significativa tras la polémica suscitada en el último congreso del PSOE. La formación liderada por Yolanda Díaz contará con una Secretaría denominada LGTBIQA+, un gesto que contrasta con la decisión de los socialistas de eliminar la etiqueta «Q+» de su área de diversidad tras una enmienda promovida por el sector feminista clásico del partido.
Sumar, en cambio, refuerza su apuesta por las políticas queer y trans, calificando de «preocupante» que «una parte minoritaria del feminismo, aunque con notable proyección institucional y pública», haya adoptado «postulados cercanos a los de la ultraderecha«. La organización prioriza así la defensa y expansión de estos derechos, planteándose como objetivo desafiar «el corsé sexista y binario» que consideran vigente en la sociedad.
Un proyecto agotado y sin rumbo
El documento político que Sumar presentará en marzo marca el “fin del periodo político iniciado con el 15-M” y la caducidad de la estrategia impulsada por Podemos en sus primeros años. Según el texto, la sociedad ha cambiado y ya no responde a “la épica del asalto a los cielos”. Sin embargo, esta declaración de intenciones parece más un reconocimiento de fracaso que una propuesta de renovación real.
Lejos de ofrecer una visión clara y coherente, el proyecto de Díaz apuesta por conceptos vagos como “liderar el debate de las ideas” o construir “alianzas múltiples” con la izquierda, sin definir cómo pretende materializar estos objetivos en un contexto político marcado por la división interna y la falta de liderazgo.
El enfoque de Sumar en cuestiones identitarias, como la creación de una Secretaría LGTBIQA+, contrasta con las preocupaciones reales de una ciudadanía más centrada en problemas económicos y sociales. Mientras la formación redobla su apuesta por las políticas queer y trans, sigue desconectada de las prioridades de una sociedad que parece haber dejado atrás la política de eslóganes vacíos. En lugar de consolidar una alternativa al PSOE, Sumar parece cada vez más un conglomerado de intereses dispersos.