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21 Jun 2024
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La cara oculta de nuestra sexualidad: eugenesia, degeneración y abusos

La propaganda, la sexualidad y la perversión. La cara oculta de nuestra sexualidad y los intelectuales que la crearon

El publicista Edward Bernays, sobrino del padre del psicoanálisis Sigmund Freud (además de antepasado él mismo del fundador de Netflix), desarrolló en 1928 el término “propaganda”, cuyos principios serían aplicados de ese momento en adelante a la publicidad y a la televisión, en un largo intervalo de tiempo en el que las grandes empresas forjaron la capacidad de deseo de la población occidental. Un extenso período de tiempo, decíamos, donde la sexualización era cada vez mayor y la reproducción cada vez menor, al menos para los países desarrollados tecno-científicamente; y ese contraste tan grato a los enemigos de la natalidad no es fruto de la casualidad.

Todo aquello que es considerado pecado para la Iglesia, es reivindicado por aquel que se identifica con su enemigo declarado desde el principio de los tiempos: la Bestia. Aquello que comúnmente se llama “liberación” estos días no es más que un apelativo útil de la neo-lengua, una estrategia más de propaganda para camuflar la violenta iniciación a la que sometió el Occidente profano, como veremos a continuación; y hacer pasar discretamente inadvertida una realidad así de tangible es, quizás, el mayor éxito que se le puede atribuir a la propaganda tal y como la definiera Bernays.

Una figura fundamental en el “control de la natalidad”, que en realidad es otro nombre para la eugenesia, fue Margaret Sanger, venerado ícono del feminismo e ilustre fundadora de la lucrativa empresa abortista “Planned Parenthood”, más tarde dirigida por William H. Gates, padre del magnate Bill Gates. Fue, precisamente, en la revista que Sanger editó en 1924, titulada “La mujer rebelde”, donde por primera vez apareció el término “control de la natalidad; y ya antes que su homóloga europea Simone de Beauvoir dijera que “lo personal es político”, Sanger fue pionera en la separación pública de sexualidad y reproducción, un mensaje de hedonismo que terminaría calando tras el “Mayo del 68” francés y la obra de autores de la Escuela de Frankfurt como Herbert Marcuse, padre del así llamado “freudo-marxismo” por saber entrelazar de manera indistinguible los postulados políticos de Marx con las teorías sexuales de Freud.

Feminismo, eugenesia y propaganda comparten, pues, un origen relativamente común y unos fines del todo semejantes. La inteligencia de Sanger le permitió comprender que la burocracia estatal era un instrumento demasiado lento para sus ambiciones eugenésicas y que, por lo tanto, era mejor introducir dicho elemento anti-natalista dentro de una idea mucho más atractiva: la “liberación de la mujer” y su “salud reproductiva”. Una noción fundamental para entender la alianza de largo recorrido hasta nuestros días entre abortistas, feministas y eugenistas. Sanger, que vivió mantenida por su marido casi toda su vida, fundó en 1957 la “Internacional Pathfinder”, cuyo fin era y es promover el aborto y la esterilización, y que pronto se convirtió en distribuidora de la píldora anticonceptiva, un fármaco lucrativo y adictivo que, entre otros efectos secundarios, reduce drásticamente la libido, además de afectar de manera directa a la fertilidad.

En realidad, Sanger provenía intelectualmente del racismo biológico del siglo XIX y, más aún, del keynesianismo intervencionista posterior al New Deal de Roosevelt, que a su vez influiría en el nacimiento de la socialdemocracia sueca y hasta de la UE. Discípulo aventajado de Sanger, el investigador Alfred C. Kinsey fue un conocido entomólogo que en 1948 publicó el primer informe socialmente relevante sobre la “orientación sexual”, donde supuestamente analizaba las costumbres íntimas de la sociedad estadounidense. En dicho informe se revelaban prácticas sexuales escandalosas y hasta degeneradas para cualquier sociedad puritana, que hasta entonces eran tenidas como residuales y minoritarias, pero que Kinsey deseaba promover entre un amplio público.

Un informe amañado

Por supuesto, el informe estaba amañado y la mayoría de entrevistados por Kinsey resultaron ser enfermos, presidiarios y trastornados; si bien, pesar de ello, hoy en día son todavía muchos los que creen en la veracidad del informe y lo citan para defender aberraciones como la pederastia o el incesto. La obra de Kinsey se repartió a lo largo de dos volúmenes: El comportamiento sexual en los hombres, de 1948, y El comportamiento sexual en las mujeres, de 1953 (una fecha sobre la que volveremos).

Este trabajo que todavía hoy constituye un referente a seguir en ciertos ámbitos universitarios, fue posible gracias a la financiación y el indispensable apoyo de la Fundación Rockefeller; aunque, lejos de quedar contento con eso, Kinsey fundó la comuna «Oneida», una secta que se extendió durante la década hippie y hasta 1979, y que llegó a contar con más de 300 miembros. Además de dedicarse a filmar las orgías de los distintos miembros con fines “científicos”, en las actividades de dicha comuna llegaron a registrarse casos de abusos sexuales a adultos y, sobre todo, a menores, que se saldaron con intervenciones policiales de por medio.

Como tantos otros contemporáneos, Kinsey era un seguidor de los postulados mágicos del célebre ocultista británico Aleister Crowley; y, muy especialmente, de su concepción sexual de la Makgia (con “k”); de hecho, el biólogo Kinsey visitó en 1950, junto al cineasta Kenneth Anger, autor de cortometrajes como Lucifer Rising (1972), la Abadía de Thelema situada en Cefalú (Sicilia), donde Crowley había fundado su templo para mejor anunciar la llegada del Eón de Horus (1904).

La Abadía de Thélema se encontraba adornada por pinturas pornográficas realizadas por el propio Crowley y que inspiraron tanto a Anger como a Kinsey. Fue precisamente en 1953, fecha de culminación del trabajo teórico de Kinsey, cuando otro secreto seguidor de la Makgia sexual crowleyana, el magnate Hugh Hefner, fundó la revista “Playboy”, gracias a cuya modulación del deseo en el imaginario norteamericano, las ideas de Kinsey pudieron instalarse de una vez en la mente de generaciones enteras.

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