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28 Sep 2024
28 Sep 2024
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Las Bacanales: el choque moral romano

Los excesos y placeres de los ritos de las Bacanales supusieron un fuerte contraste con el civismo romano que desembocó en una ley senatorial para poner límites

Bienvenidos a la nave del misterio 

Dioniso o Baco es, principalmente, el dios del vino, el éxtasis ritual y el teatro. Por ello, se le dedican numerosas festividades como las Grandes Dionisias, Las Leneas o las Dionisias Rurales. Sin embargo, también tiene otro tipo de celebración oculta.

Se trata de los misterios dionisíacos ya practicados en Grecia, cuyo objetivo es buscar una comunicación intensa con la divinidad mediante el estado de manía o furor momentáneo. Sus seguidoras son llamadas “bacantes o ménades”, compartiendo la raíz de la locura característica de estos rituales, vestidas con una piel de cervato y con el tirso (vara rodeada de vid o hiedra). En la literatura, el testimonio más importante para reconstruir este culto es Las Bacantes de Eurípides, pero debemos tomar en cuenta su naturaleza de ficción frente a la realidad en cuanto a su dimensión ritual se refiere. Por ejemplo, la cuestión del despedazamiento no sólo de animales, sino de personas como el rey Penteo (se negó a la instauración del culto de Dioniso en Tebas).

En Roma, este culto se abrió a todo el mundo y no había restricciones de clase social, lo cual implicó que llegara pronto a los oídos de las autoridades.

La prohibición de las fiestas

Entonces, la diversión llegó a su fin. Los romanos emitieron una prohibición para restringir los cultos dionisíacos: El Senatus Consultum de Bacchanalibus (“Decreto del Senado sobre los asuntos bacanales”), una inscripción en una placa de broncedel 186 a.C. encontrada en Tiriolo, (Calabria, sur de Italia) y aplicada a todo el territorio italiano.

Gracias al historiador romano Tito Livio, sabemos el contexto y los protagonistas que se nos nombran en la ley. Y es que en su Ab urbe condita dedica en el libro XXXIX varios capítulos a las escandalosas costumbres de las Bacanales resumidas en beber y tener sexo sin límites. Según este autor, Publio Ebucio fue alertado por la liberta Hispala Fecenia, de la que estaba enamorado, sobre los riesgos del culto, al que su madre quería iniciarlo. Siguiendo el consejo de Hispala, Publio rechazó ser iniciado y buscó refugio en una tía, quien le recomendó contar su historia al cónsul Espurio Postumio, quien comentó al Senado la situación del culto.

Tras una investigación, se reveló la amenaza de posibles conspiraciones políticas y manipulaciones para cometer crímenes camuflados. Por consiguiente, se vetaron estos ritos con pena capital, a excepción de ocasiones especiales que requerían solicitar permiso al pretor urbano, quien a su vez debía consultar al Senado.

No obstante, no desaparecieron durante mucho tiempo, dejando el culto a Baco o Dioniso un legado profundo en las artes literarias y plásticas y reflejando tanto la fascinación como el temor que ha inspirado en la sociedad antigua y moderna.

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