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13 Apr 2025
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Los orígenes del Bosque Sagrado

La mistificación capitalista del dinero, tan presente en Hollywood, capaz de destruir la Era Dorada primando el beneficio sobre la calidad

Todo lo que vemos en una pantalla nace de una intencionalidad ajena a la nuestra que nos impone sus imágenes desde la autoridad. Los primeros años del cine parecen una extensión del pistolerismo presente en las películas de gánsteres o en los westerns que más tarde tendrían un éxito muy extendido en Hollywood. El magnate de patentes Thomas Edison, que se equivocó al apostar por las cabinas de visionado individual frente a las salas colectivas de cine (¿una premonición temprana de las actuales plataformas virtuales?), no dudaba en recurrir a la violencia para salvaguardar su monopolio empresarial reunido bajo el nombre de Motion Pictures Patents Company. Fue William Selig el principal pionero que estableció entre los años 1907 y 1910 un importante estudio en Los Ángeles del que nacería Hollywood.

El breve filme de 1909 titulado A corner in wheat y dirigido por D.W. Griffith, ese “Dios de Hollywood”, marca el inicio del cine, esa “época púrpura”, en palabras de Anger, porque en dicho corto ya está todo lo que más adelante será desarrollado hasta su etapa final de autoconciencia. Con el oriundo de Kentucky, el cine es capaz, por fin, de crear narraciones cuya primera historia resulta atrayente y transparente a un mismo tiempo para mejor introducir una segunda historia en la narración. Faretta compara esa primera historia, presente, como se ha dicho, ya desde A Corner in Wheat (1909) con la de Antígona o Edipo de Sófocles (reinterpretada en la Poética de Aristóteles); con la de Hamlet o Romeo y Julieta de Shakespeare: narraciones sencillas de contar, de entender y de recordar, además de propicias para contener dentro de sí el contenido simbólico.

Una vez más Thomson: “Si las películas tratan a menudo sobre el deseo, el mundo de los que las hacen está absorbido por el sexo”. Personajes como Adolph Zukor, el fundador de Paramount Pictures, Carl Laemmle, el fundador de Universal Pictures, Jack Warner, que fundó junto a su hermano Harry la compañía Warner Brothers, Harry Cohn, creador de Columbia Pictures, Louis B. Mayer, de la Metro-Goldwin-Mayer, el reconocido David O. Selznick o el influyente Irving Thalberg son los verdaderos fundadores de Hollywood. Ellos financiaron las obras maestras de, entre otros, Hawks, Ford, Walsh, Hitchcock, Huston y Minnelli y rescataron del exilio a numerosos directores de cine de origen judío, tales como Lubitsch, Lang, Preminger o Wilder.

Se trata de un conjunto de exitosos empresarios judíos, a veces inmigrantes de origen europeo, a veces hijos de inmigrantes, que cambiaron la historia del imaginario estadounidense y occidental con sus narraciones. Podemos incluir otros nombres indispensables de esta primera etapa: Wilhelm Fuchs, Harry Cohn, William Fox o Marcus Loew. Existe una leyenda negra acerca de estos personajes que los convierte en un grupo de depravados sin escrúpulos; y una leyenda rosa que propone un pacto entre católicos y judíos para beneficio del resto del mundo. Nosotros, más allá del mero maniqueísmo, aceptamos parcialmente ambas versiones sin adscribirnos por entero a ninguna de las dos. Aceptando, en cualquier caso, la realidad del Hollywood gnóstico como sociedad secreta.

Estados Unidos de América es el primer país del mundo desarrollado construido por una sociedad secreta: la masonería. A ella pertenecían sus más importantes fundadores, tales como Thomas Jefferson, Benjamin Franklin o el propio George Washington, entre tantos otros. Eran liberales esclavistas que pretendían librarse del yugo establecido por la Corona Británica formando su propia versión secularizada y mercantilista del Imperio. La masonería, el mundo judío y el protestantismo llevan siglos dirigiendo el país, tal y como muestra sin ambages Scorsese en su última película, Killers of the flower Moon (2023), donde Robert De Niro interpreta a un masón que dirige la región apoyada en el Ku Klux Klan bajo mano de hierro. La aparente contradicción entre Sur racista y Norte liberal es en realidad una falsa dicotomía, como demuestra la figura del influyente masón Albert Pike, un general confederado y miembro del KKK que escribió Moral y Dogma (1871), tenido por muchos como el mejor manual sobre el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

La mistificación capitalista del dinero, tan presente en Hollywood, capaz de destruir la Era Dorada de las películas norteamericanas primando el beneficio sobre la calidad, sabe unir ambos mundos; y desde el cine en apariencia antitético de Chaplin y Keaton, del Griffith capaz de realizar un filme sudista como El Nacimiento de una Nación (1915) y un filme abiertamente iluminista como Huérfanos de la Tempestad (1921), incluso de sintetizar ambas corrientes en Intolerancia (1916), demostrando así lo mismo que los realizadores Eisenstein o Riefenstahl: la ductilidad ideológica de los narradores ante las imposiciones del Poder. El momento inicial del cine, más allá de sus primeras tentativas en forma de cortometrajes o películas menores, si bien llenas de avances formales, llegó con la Primera Guerra Mundial. Algo que, ciertamente, no es casualidad.

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