Madrid y los soldados imperiales
Con la entrada de las tropas del Primer Imperio francés en la villa de Madrid el ilustrado José María Blanco White da cuenta en su correspondencia sobre el hecho de que ya no era posible “seguir disimulando”. Napoleón había establecido en la península ibérica otro de sus enclaves geopolíticos en el contexto de lo que conocemos por el nombre de “guerras napoleónicas” y los Borbones españoles se encontraban a su merced.
No obstante, Blanco White olvida mencionar lo excelentemente recibidos que fueron los imperiales por los madrileños entre los días 23 y 24 de marzo de 1808. De este modo, banquetes, fiestas y representaciones teatrales se financiaron a costa de las autoridades y los comercios de la ciudad (por órdenes del propio Fernando VII quien deseaba agradar al Emperador, Napoleón), de todo ello dan cuenta las numerosas facturas que conservamos hoy en los archivos. Algunos autores nos hablan de gritos de “¡Viva Bonaparte!” entre los locales.
Madrid debe acoger a miles de infantes (alemanes, franceses, irlandeses, mamelucos, polacos, suizos e incluso vascos) de la Grande Armée (el Gran Ejército) y propiciar su correcta intendencia. Es por ello por lo que el destrozo de albergues, iglesias, cuarteles, hospicios y tabernas entre finales de marzo y comienzos de mayo de 1808 no cobra mucho sentido en la lógica militar, ya que estos espacios se encontraban destinados al alojamiento de las tropas extranjeras.
No obstante, entre las propiedades de la Iglesia hubo mucha reticencia por parte de sus guardianes, y por parte francesa los daños materiales se multiplicaban. Emplazamientos de gran simbolismo como la iglesia y convento de San Felipe el Real fueron empleados como establo para los ayudantes de campo del que sería nombrado gobernador de la villa: el general Belliard, famoso por el bando que prohibía toda concentración por parte de la ciudadanía y que de ser incumplido suponía la ejecución inmediata del afectado.
La iglesia del Buen Suceso en mayo de 1808
En lo que se refiere al Buen Suceso (en la actualidad solo quedan los cimientos, y se ubicaría enfrente de lo que hoy es la tienda del “Apple Store” en Sol), sabemos que en 1808 formaba uno de los numerosos hospitales para los más necesitados, además de un centro de culto.
Un sacerdote agustiniano en 1820 indica que en mayo de 1808 el conjunto fue convertido en cuartel. Además, expedientes del Archivo Histórico Nacional nos hacen saber que una gran cruz y varios candelabros fueron expoliados y reubicados en la iglesia parroquial de Ocaña. Por si no fuera poco, tras la guerra se localizó el órgano de la iglesia del Buen Suceso en San Sebastián de los Reyes; se debe destacar que parte del mobiliario fue subastado por las propias autoridades en el transcurso del Gobierno de José I Bonaparte.
Su ubicación es clave si se deseaba acceder a la calle de Alcalá y a la carrera de San Gerónimo. Las unidades de caballería imperiales asentadas en el Retiro debían acceder por estas vías para alcanzar los espacios de Sol, Plaza Mayor y el Palacio Real. Por lo tanto, se trata de un buen emplazamiento desde el que abalanzarse sobre la caballería francesa.
En el costado que daba a San Gerónimo sabemos que los mamelucos de la Guardia Imperial sufrieron un fuerte ataque. En Sol un oficial francés ofrece un testimonio espeluznante: “los mamelucos, desenvainaron sus cimitarras y empuñándolas cargaron contra la densa masa, llegando a mandar cientos de cabezas por los aires en un santiamén” (cifra exagerada con gran certeza).
El patio de la iglesia del Buen Suceso no es el único emplazamiento en Madrid y sus afueras para llevar a cabo ejecuciones entre la tarde del 2 de mayo y la madrugada del día 3 de 1808. Hay historiadores que afirman la ejecución de insurrectos adentrado el día 4 del mismo mes en otras ubicaciones. El lienzo de Contreras y Muñoz (1866) Fusilamiento de Patriotas en el Buen Suceso: la madrugada del 3 de mayo de 1808 expone las ejecuciones llevadas a cabo como resultado de las decisiones tomadas por los tribunales militares instaurados por Murat. No obstante, el que este cuadro nos traslade a la madrugada del día 3 hace que nos olvidemos de todos aquellos que fueron ejecutados el propio día 2 desde primera hora de la tarde. De este modo, cualquier habitante que circulara por la calle “armado” (e incluso sin suponer una amenaza seria), contraviniendo el bando anunciado aquella jornada por los imperiales, era apresado y ejecutado en el lugar.
Entre aquellos desgraciados, somos conscientes de la ejecución de D. Facundo Rodríguez Sáez, asesinado en un portal contiguo a la iglesia, o el caso de D. Manuel Peláez, empleado de las caballerizas reales quien recibió un disparo a la entrada del Buen Suceso a media mañana. Entre los fusilados al anochecer y en la madrugada destacan otros tantos nombres como pueden ser el de Antonio Benito Siara y Alonso (panadero), Bartolomé Pichirelli (ayuda de cámara), Gregorio Moreno (administrador mercantil), etc.
Muchos de los apresados en los combates de Sol fueron encerrados en San Felipe el Real, de aquí fueron desplazados durante la noche del 2 al Buen Suceso, donde serían ejecutados de madrugada. El que se dieran estos fusilamientos en el patio del Buen Suceso se encuentra ligado a una simple cuestión de practicidad a raíz del corto recorrido que había entre ambas iglesias convertidas en “instalaciones militares”.
La sangrienta jornada
Es difícil calcular el número de heridos y fallecidos a consecuencia de esa jornada en Madrid. Sabemos que entre 300 y 400 madrileños pudieron perecer o resultar heridos el 2 de mayo de 1808.
El ensayista Pérez de Guzmán señaló en su momento 578 víctimas totales, sumando fallecidos y lesionados. No obstante, este estudio precisa de una actualización urgente, ya que seguramente la cantidad sea menor, al tratarse de un contexto de combate urbano y de represión en el que los imperiales no podían permitirse el lujo de devastar a la población en la que se veían “acogidos”.
No tenemos constancia en la actualidad de que alguno de los sacerdotes del Buen Suceso resultase herido o caído en acción el día 2, no obstante, futuras investigaciones podrían aportarnos más información al respecto. Aunque esto no fue un hecho generalizado, es evidente que parte del estrato religioso abogó por la lucha contra los abusos que se cometieron por parte de las fuerzas extranjeras.
En el imaginario colectivo decimonónico madrileño el 2 de mayo de 1808 supone una pieza fundamental. El odio “al francés” llega a tal punto que el historiador José Álvarez Junco localiza agresiones a visitantes de habla francesa a mediados y a finales del mismo siglo en su ensayo Dioses útiles. Naciones y nacionalismos. Los acontecimientos de la iglesia del Buen Suceso contribuyeron, claramente, a formular esta “imagen” del invasor.