Las redes sociales, especialmente TikTok, se han llenado de escenas viscerales de llanto, gritos y lamentos, reflejando una tendencia cada vez más común. No sorprende, pues en los últimos años hemos visto un claro aumento de la inestabilidad emocional entre los progresistas, quienes, al carecer de herramientas para articular un pensamiento racional (al provenir sus ideas más de creencias que de evidencias), han otorgado una importancia desmesurada a expresar sus emociones y sentimientos. Así, buscan refugio en la exposición y la validación de desconocidos, tan inestables como ellos, en redes sociales.
Algunas de las más hilarantes son las siguientes:
Histeria colectiva: feministas y el “Movimiento 4B”
Las reacciones extremas, que van desde lágrimas públicas hasta amenazas, ponen en evidencia una dificultad para manejar los desacuerdos políticos con sensatez. Este tipo de comportamiento, alentado por la cultura digital, tiende a priorizar la validación emocional sobre el razonamiento lógico, generando un ciclo de histeria que se retroalimenta.
Entre algunos grupos feministas en EE.UU., ha surgido la creencia de que la administración de Trump podría iniciar políticas que eliminarían derechos adquiridos por las mujeres. En esta línea, el feminismo considera el aborto como un derecho fundamental, en parte debido a la extensa propaganda y la normalización de este procedimiento, que algunas han llegado a utilizar como método anticonceptivo. Muchas feministas, en lo que podría interpretarse como un estado de temor colectivo, creen que los votantes de Trump buscan imponer condiciones similares a las descritas en El Cuento de la Criada, temiendo una limitación extrema de sus derechos.
Recientemente, ha cobrado notoriedad el llamado “Movimiento 4B,” una iniciativa que proviene de las feministas más radicales de Corea del Sur y que ha comenzado a resonar entre algunas feministas extremistas en otros países. Este movimiento se sustenta en cuatro pilares: no tener relaciones sexuales con hombres, no salir en citas con hombres, no tener hijos con hombres y no casarse con hombres. Estas son las directrices de esta propuesta, que está siendo promovida por sectores feministas más radicalizados.
Movimientos como el «4B» reflejan no solo una reacción a la política actual, sino un fanatismo ideológico que rechaza cualquier forma de compromiso o diálogo con el otro lado del espectro político. Esta radicalización feminista, que se fundamenta más en la emoción que en la lógica, muestra una desconexión con las realidades prácticas y las diversas perspectivas sobre los derechos y roles de género.
Xenofobia, Delaciones y deportaciones: Los hispanos en peligro por la venganza progresista
Uno de los datos demográficos más sorprendentes de estas elecciones ha sido el giro del voto hispano masculino hacia el partido republicano, superando por primera vez en la historia reciente el apoyo al partido demócrata. Esta tendencia ha desatado una auténtica «caza de brujas» en redes sociales, donde algunos de quienes se autoproclamaban defensores de las minorías han comenzado a mostrar actitudes que revelan un trasfondo de xenofobia y racismo. Parece que, al perder la capacidad de «victimizar» a ciertos colectivos, su ira progresista se vuelca ahora contra esos mismos grupos.
Pero lo más alarmante de todo esto es que unos cuantos tiktokers hispanos progresistas han emprendido una campaña contra sus hermanos latinos que votaron por Trump. Han decidido utilizar sus redes sociales para delatar a familiares de votantes hispanos republicanos que estén en situación irregular.
La reacción hacia los votantes hispanos republicanos destapa una ironía cruel en la ideología progresista. Aquellos que enarbolan la bandera de la inclusión y la tolerancia, en su descontento, recurren rápidamente al ostracismo, la delación y la xenofobia, demostrando que su aceptación es condicional a la conformidad ideológica.
Sicarios, Glocks y Veneno
En su delirio colectivo, algunos radicales llevan unos cuantos días usando sus redes sociales para amenazar con contratar sicarios, amenazas de muerte directas (contra los votantes republicanos o contra el propio Trump).
Las feministas también están amenazando con violencia a los hombres. Para ello, han hecho viral en tiktok la tendencia “Aqua Tofana”, reivindicando a Giulia Tofana, una mujer que en el s. XVII suministraba arsénico y belladona a mujeres que querían deshacerse de sus maridos. Según la mitología feminista, en el s. XVII no se podía determinar la causa de la muerte, y en su delirio alucinado eso mismo pasaría hoy en día.
La escalada de la violencia y las amenazas letales es quizá lo más alarmante. Este comportamiento no solo es una reacción al resultado electoral, sino un síntoma de una mentalidad que considera la violencia como una respuesta válida al desacuerdo político. La glamorización de figuras históricas como Giulia Tofana para justificar actos violentos subraya una peligrosa idealización de la violencia en nombre de la «justicia».
Desquiciados y Asesinos: Corey Burke y Anthony Nephew
Lamentablemente, este delirio colectivo se ha cobrado ya al menos 5 víctimas mortales. El pasado jueves 7 de Noviembre, Anthony Nephew disparó contra sus dos exesposas, su hijo y posteriormente se suicidó. Anthony llevaba meses publicando en redes sociales su desesperación ante la inminente victoria de Trump con alusiones al fascismo y a distopías recurrentes entre los progres como la antes mencionada “El cuento de la Criada”.
Corey Burke, destacada empleada de Blue Origin (la compañía de cohetes y naves espaciales de Jeff Bezos), asesinó a su anciano padre en la noche de las elecciones porque, según le confesó a la policía “Se sintió abrumada por el día de las elecciones”.
Los casos de Corey Burke y Anthony Nephew son tristes ejemplos de cómo la inmersión en una narrativa política polarizada puede llevar a actos extremos. Estas tragedias no sólo son personales, sino que reflejan un fracaso colectivo en gestionar el desacuerdo político sin recurrir a la violencia.
Crisis Emocional y Racional
La victoria de Donald Trump ha revelado una reacción extrema y, en algunos casos, patológicamente desbordada entre los sectores más progresistas o «woke». Lo que se ha observado no es sólo una muestra de descontento político, sino una manifestación de un profundo desequilibrio emocional y racional que parece caracterizar a una parte significativa de la izquierda contemporánea. Se ha puesto al descubierto no solo las divisiones políticas, sino también las grietas en la estabilidad emocional y la racionalidad de ciertos sectores de la izquierda. Esto sugiere que el discurso progresista, en su forma más extrema, no solo ha fallado en construir un puente hacia una sociedad más inclusiva y comprensiva, sino que ha contribuido a una atmósfera de intolerancia y violencia, desafiando los principios de tolerancia y diálogo que originalmente pretendía fomentar.
Mi compañera Shuuy lo ha resumido perfectamente: