Tan solo unos días después de que ese hombre antaño llamado Joe Biden, a la sazón el presidente electo de los Estados Unidos, se demuestre senil de manera bastante forzada ante millones de espectadores de todo el mundo, impulsando así una sustitución por etapas para mejor promover a un candidato “tapado” del Partido Demócrata (a quien todavía no conocemos), los franceses (como los ingleses) van a las urnas en cuestión de horas… Para que nada sea igual. No son unas simples elecciones: estamos asistiendo a la verdadera ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de 2024.
En París, Francia, la tierra de profetas laicos como Houellebecq y Faye, centrados sobre todo en las divisiones culturales y étnicas que hoy protagonizan la sociedad europea, es ya, a escasas semanas del inicio de sus Juegos Olímpicos, el territorio de una guerra urbana en ciernes que va mucho más allá de lo electoral, y que, para quien esto escribe, puede significar el inicio de una nueva política europea que, en realidad, lleva gestándose desde 1945: el IV Reich. Lo peor, sin embargo, es que la situación social y política que hoy se vive en Francia no es sino el aldabonazo de salida para un movimiento de (supuesta) reacción coordinada que cambiará definitivamente la faz del continente que en su día alumbró la democracia y los Derechos Humanos.
El actual sistema electoral francés tiene su origen en 1958, está hecho a la medida de Charles De Gaulle y se basa en la idea de que el Presidente y la Asamblea compartan tendencia de gobierno; algo que, cuando gane la coalición de derechas esta noche, se romperá en añicos, por lo que el auge de Rassemblement National acabará forzando la salida de Macron. La disolución de la Asamblea por parte de este último en realidad llevaba un tiempo tomada: nace del consenso con sus hombres fuertes, a saber: Jonathan Guémas, Clément Léonarduzzi, Bruno Roger-Petit y Pierre Charon. Ha servido para que, superando todo escollo, Marion Maréchal decidiera unirse al bloque de derechas, pasando por encima del cadáver de Eric Zemmour (a quien no se le consultó la creación de una coalición con Jordan Bardella), al tiempo que para que la izquierda formara su propio bloque reactivo, principalmente cimentado en el manido imaginario anti-fascista; y, con ello, ya tenemos dos bandos entre los cuales no hay espacio alguno para un término medio de diálogo.
Desde este mismo punto de vista especulativo, creemos que Macron ha forzado su salida (será sustituido, probablemente, por Gérald Darmanin, encargado del Ministerio de Interior), en un claro gesto de seppuku político, acelerando así un proceso guerracivilista de consecuencias diseñadas. ¿Qué otra razón iba a tener si no para convocar unas sorprendentes elecciones anticipadas que sólo sirven para dificultar sus propias posibilidades de gobierno? Seamos claros: Le Pen, como Melloni y Maximilian Krah, son el futuro; Macron, como Biden y Sunak, el pasado… Así lo han decidido las urnas y, sobre todo la oligarquía financiera que realmente domina Occidente.
Alguien tiene que decirlo: los escaños para Agrupación Nacional (RN) equivalen a la violencia en las calles. Más pronto de lo que pensamos: en julio y agosto, coincidiendo con los Juegos Olímpicos. Donde antes la Revolución Francesa y la Ilustración, ahora podremos ver: enfrentamientos tribales en grandes ciudades, violencia racial desatada, militarización civil e intervención policial filmada por el móvil, deportaciones masivas, control gubernamental sobre los medios… Y mucho más que vendrá y que, en realidad, ya ha llegado. La bolsa se ha movido en un sentido análogo a la Masonería, que se reunió melodramáticamente aterrorizada ante el “auge de la extrema derecha” el pasado 18 de junio: las grandes empresas concluyen que la así llamada ultraderecha no puede gobernar en Francia. Porque los mercados también son una forma de guerra.
La división social y política es total: el recién creado Frente Popular contra el Frente Nacional. No ha sido fácil generar, tanto en una derecha dividida como en una izquierda herida, estos dos bloques tan bien trazados de polarización… ¿Y qué supone para el futuro? La purga como nueva concepción de la guerra civil: sólo hace falta una acción similar a la de George Floyd (véase: Movimiento Antifa) o al argumento de la película Athena (Romain Gavras, 2022) para empezar; y, entonces, el IV Reich vendrá a salvarnos de nosotros mismos en todo el continente; y lo mismo precisamente en el país donde el Tercer Reich fracasó: es el momento de que Alternativa para Alemania (AfD) se convierta el partido de la juventud alemana y gobierne en consecuencia.
Estamos, pues, sumidos de lleno en Weimar: fiesta antes de la represión; y queda ya poco, muy poco tiempo de estancia en ese limbo en el que llevamos cuatro años sumidos, donde por cierto ya hemos disfrutado de suculentos aperitivos de signo eminentemente bélico: Afganistán, Ucrania, Palestina… Ahora Líbano… Es lo que vivimos los europeos desde que la pandemia del COVID, con sus encierros anticonstitucionales, su vacunación generalizada y su crisis económica aún pendiente, nos pasara por encima: una incertidumbre constante acerca de lo siguiente que vendrá. Por de pronto: a Biden le queda poco tiempo de presidencia, lo mismo que a Sunat, Stoltenberg, Macron, incluso a Scholtz y, muy probablemente, también a Sánchez. Cuando la socialdemocracia se bate en retirada es porque llega un nuevo orden político… Que en realidad es su quintaesencia; y no olvidemos, por concluir, que tanto Carlos III de Inglaterra como el Papa Bergoglio están gravemente enfermos: el cambio de guardia es inminente y será también definitivo.
El cambio de ciclo
¿Y qué significa todo esto? Que mientras las calles de Europa se incendian por culpa de las revueltas de una izquierda islamo-izquierdista en retirada, los nuevos líderes europeos acercaran sus intereses geopolíticos a los de una Rusia que, por cuestiones meramente materiales, no puede seguir mucho más tiempo combatiendo en Ucrania… Lo que supondrá una excusa perfecta para firmar un acuerdo de paz, avalado por Le Pen, Alice Weidel y compañía, tras el cual Zelenski y sus amigos podrán huir con la fortuna cosechada estos años hasta el paraíso fiscal que resulte más favorable a los intereses de la City de Londres… Si es que algún misil perdido no lo impide antes… Aunque, como digo, todo esto no son más que especulaciones. Pase lo que pase, en cualquier caso, se vaya hacia la paz o se incremente la guerra con una militarización forzosa en Alemania, Francia and Co, la prensa sabrá vendérselo a los espectadores… Porque la psyop es, en definitiva, su único y verdadero cometido.
Para nosotros, los profanos, ¿qué queda? Pan y circo, esta vez bajo la forma de deporte y elecciones: es la Sociedad del Espectáculo, idiotas. Alemania cambiará de gobierno tras la Eurocopa, probablemente, y Francia se enfrenta a unas elecciones decisivas justo antes de los Juegos Olímpicos… ¿Casualidad? Hace tiempo que la mitad de los occidentales dejamos atrás la inocencia… Colgada en casa, justo al lado de la mascarilla. Comienza el mambo: no sólo Ucrania estará dominada por la OTAN, sino que, ese “ejército europeo” anunciado por Macron desde hace años por fin se hará realidad… Sin que él sea ya presidente de la República; y todo mientras Israel amplía el frente contra Hezbollah en el Líbano; pero, a pesar de ello, el nuevo frente estará en las calles de Europa; porque, no lo olviden, estamos en 1914, estamos en 2001, estamos en 2019… Otra vez… Aunque todo sea distinto. La ceremonia está a punto de empezar, en Francia, y no hay marcha atrás. La Nueva Era es ahora.