Imagen: Agencia EFE
Hace casi cinco años tuve la oportunidad de disfrutar de un mes visitando El Salvador y Guatemala, dos países centroamericanos con un pasado y una historia tan similar y a la vez diferente. Los dos estados sufrieron cruentas guerras civiles que modificaron de una manera u otra el sistema político posteriormente adquirido. Mientras que en el caso de Guatemala fue un conflicto de más de tres décadas que se limitó a ciertas zonas selváticas, en el caso de El Salvador dividió al país en dos zonas controladas de facto por cada uno de los bandos, lo que conllevó una polarización que ha durado más de treinta años. Fruto de esta visita surgió un artículo periodístico en el que hablaba de la situación política en ambos países dado el momento tan especial que vivían en aquel entonces: Bukele llevaba siendo presidente ya algunos meses y en Guatemala se realizaban las elecciones presidenciales que dieron la victoria al conservador Alejandro Giammattei.
¿Casos diferentes?
A pesar de que años después, ambos países sieguen siendo considerados democracias representativas, ha habido grandes cambios, tal vez no en la teoría, pero si en la práctica. En el caso del El Salvador, la democracia que le dio el poder a Nayib Bukele ha sido decorada con un mayor autoritarismo que le ha llevado a no solo a presentarse a su segundo mandato (a pesar de la prohibición expresa de esta acción recogida en la Constitución salvadoreña), sino a ser denunciado por organismos internacionales como un dictador autoritario que vulnera de manera sistemática los Derechos Humanos. Estas acusaciones no han impedido que el mandatario goce con el apoyo de hasta el 87% de la población del pequeño país centroamericano.
Por otro lado, en Guatemala, el candidato del partido Semilla Bernardo Arévalo (ya elegido presidente) y de ideología socialdemócrata, ha tenido serios problemas para poder tomar posesión de su nuevo cargo hace apenas unas semanas. Ante acusaciones de fraude e irregularidad en el proceso electoral (que finalmente no han podido ser demostradas) ha tenido uno de los inicios de legislatura más accidentales que se recuerdan en el país maya. Parece que, pese a haber logrado tomar posesión tras las fuertes protestas en favor de su mandato, la legislatura en Guatemala va a ser cuanto menos ajetreada.
En ambos casos podemos observar cómo ciertos movimientos o partidos se apropian de las instituciones democráticas para perpetuarse en el poder o bien para impedir la llegada al mismo de un adversario político. Estas posiciones, lejos de ser criticadas y condenadas por países del entorno, en muchas ocasiones son aplaudidas como reflejo de la verdadera representación popular.
Democracia… ¿populista o pragmática?
Parece ser que las diversas ciudadanías de los países de Iberoamérica comienzan a sospechar de la democracia, tal vez no como concepto, sino de cómo ha sido gestionada. Ejemplos como El Salvador, Argentina o Ecuador reflejan como parece que la gente se inclina más por gobiernos que ponen en el centro del tablero ya no los Derechos Humanos o la democracia, sino el pragmatismo y la toma de decisiones. Ejemplos como el de Bukele, con sus consecuencias positivas y negativas comienzan a tomar forma en el resto del continente americano.
Pero, en todo caso, aquellas fuerzas políticas y sociales que aspiran a profundizar la cultura democrática frente a la llegada del autoritarismo harían mal en no aprender de lo que está pasando en ese pequeño país centroamericano: hoy en El Salvador se están anunciando muchas cosas. Sólo el tiempo nos dirá en que se terminarán convirtiendo estos países.