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Con el inicio inminente del segundo mandato de Ursula von der Leyen, la Comisión Europea se encamina hacia un cambio de enfoque. La nueva agenda se centrará en reforzar la competitividad y en desarrollar una estrategia industrial más sólida, tomando como base el informe Draghi. Este giro implica dejar en un segundo plano los objetivos medioambientales y digitales que marcaron la primera legislatura, mientras se prioriza flexibilizar la normativa vigente para aliviar la presión sobre sectores clave de la economía europea.
El desafío principal será reducir la producción legislativa y adaptar las exigencias en materia ambiental, cuyo impacto está afectando la competitividad de la industria, especialmente en áreas como la automoción y el transporte.
El Pacto Verde, en el centro del debate
Uno de los puntos prioritarios será la revisión de los objetivos medioambientales y su calendario de cumplimiento, una decisión impulsada por las presiones de varios países, entre ellos Italia, cuya primera ministra, Giorgia Meloni, ha sido particularmente crítica con el Pacto Verde Europeo. Meloni lo calificó de tener un «enfoque ideológico» y advirtió de que su implementación podría llevar a la desindustrialización del bloque comunitario.
El Pacto Verde tiene como meta principal alcanzar la neutralidad de emisiones para 2050, con una reducción intermedia del 55% para 2030 en comparación con los niveles de 1990. Este ambicioso plan busca demostrar que el desarrollo económico puede desvincularse del uso intensivo de recursos, aumentando la eficiencia energética y la proporción de energías renovables en el mix europeo.
Flexibilidad ante las demandas industriales
Durante el mandato 2019-2024, las medidas ambientales se aplicaron con gran rigor normativo y un calendario estricto. Sin embargo, la Comisión ha comenzado a trasladar a los Estados miembros las quejas de países como Alemania, Italia, Hungría o Polonia, donde la industria automotriz enfrenta grandes desafíos.
España, aunque no ha adoptado una postura clara, parece inclinarse por mantener el calendario actual, aunque con ciertas reservas. La incertidumbre generada en los mercados y entre los consumidores es una de las razones detrás de esta posición matizada.
Alternativas al vehículo eléctrico y nuevas tecnologías
La posibilidad de diversificar las tecnologías de movilidad sostenible comienza a ganar terreno frente a la exclusividad del vehículo eléctrico. La Comisión Europea estudia abrirse a opciones como los combustibles alternativos y otras tecnologías verdes, a la vez que evalúa flexibilizar la normativa actual.
Entre las propuestas sobre la mesa destaca la revisión del reglamento 2019/631, que establece objetivos de reducción de emisiones para turismos y vehículos comerciales ligeros. Este marco exige, por ejemplo, una reducción del 55% en las emisiones de CO2 para turismos nuevos y del 50% para furgonetas nuevas a partir de 2030, con la prohibición total de fabricar vehículos de combustión desde 2035.
Competencia china y el reto global
La situación internacional añade complejidad al panorama europeo. China se ha consolidado como el líder global en el mercado de vehículos eléctricos, pasando del 21% de las exportaciones mundiales en 2019 al 41% en 2023. Además, más de la mitad de los coches enchufables vendidos en el mundo pertenecen a marcas chinas, y el país produce dos de cada tres baterías eléctricas. Esta ventaja competitiva, respaldada por subsidios estatales que permiten precios bajos, ha permitido a China ganar terreno en Europa, donde se estima que exportará 800.000 vehículos para 2025, la mayoría eléctricos. En este contexto, las tensiones comerciales con Estados Unidos, que podrían intensificarse con el retorno de Donald Trump al poder, complican aún más la posición de la UE.