El primer ministro británico, Keir Starmer, se encuentra en el centro de la tormenta tras intentar demostrar su capacidad para controlar la violencia que ha sacudido Inglaterra durante la última semana. Los disturbios, que han alcanzado su quinto día, representan los peores enfrentamientos en el país en los últimos 13 años.
Desencadenante de las protestas
Las manifestaciones estallaron en respuesta a rumores difundidos en redes sociales por influencers de derecha radical. Estos rumores giraban en torno a la nacionalidad y religión del presunto agresor responsable de la muerte de tres niñas en Southport, en el noroeste de Inglaterra.
Reacciones del Gobierno y la Policía
En una rueda de prensa en Londres, el primer ministro Starmer aseguró que su administración tomará «todas las medidas necesarias» para llevar a los responsables ante la justicia. También enfatizó que los participantes en los disturbios «se arrepentirán de sus actos».
El domingo, Starmer y sus ministros celebraron una reunión de emergencia en la que se comprometieron a apoyar a las fuerzas policiales para restaurar el orden. Sin embargo, la ministra de Policía, Diana Johnson, descartó la necesidad de recurrir al ejército, afirmando que las fuerzas del orden ya cuentan con los recursos necesarios.
Escalada de la violencia y daños
En Rotherham, manifestantes antinmigración atacaron un hotel destinado a acoger a solicitantes de asilo, rompiendo ventanas y empujando un contenedor incendiado dentro del edificio. La BBC mostró imágenes del incidente, aunque se desconoce si había asilados presentes en el momento del ataque.
Un segundo hotel en Tamworth, cerca de Birmingham, también fue blanco de ataques el domingo por la noche. Las imágenes mostraban enfrentamientos entre manifestantes y policías antidisturbios en Middlesbrough, donde se lanzaron ladrillos y otros objetos contra las fuerzas del orden.
Más de 90 personas fueron arrestadas el sábado durante las protestas en varias ciudades, incluyendo Liverpool, Manchester y Bristol, así como en Belfast. Los manifestantes, que gritaron consignas antislámicas y lanzaron bengalas, también saquearon y quemaron tiendas.
Las protestas, impulsadas por los rumores sobre Axel Rudakubana, el presunto agresor de 17 años, han llevado a ataques contra al menos dos mezquitas. En respuesta, el Ministerio del Interior británico ha anunciado medidas de seguridad adicionales para proteger los lugares de culto islámicos.
Reacciones de la oposición y críticas al Gobierno
El estallido de violencia ha puesto a prueba a Starmer en su primer mes al frente del gobierno. Las críticas han comenzado a surgir, con la ex ministra del Interior, Priti Patel, señalando que el gobierno laborista parece «arrastrado por los acontecimientos» en lugar de mantener el control. El partido antinmigración Reform UK también ha acusado a los laboristas de ser «laxos con los criminales».
Mientras tanto, las protestas continúan bajo el lema “Enough is enough” (Ya es suficiente), con banderas inglesas y consignas antinmigración e islamófobas dominando las calles. A pesar de la condena generalizada a la violencia, el gobierno se enfrenta a una creciente presión para demostrar su eficacia en la gestión de la crisis.