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Si algo caracteriza a Donald Trump, es su claridad al expresarse, incluso en términos grandilocuentes. Durante su campaña, describió al «arancel» como «la palabra más hermosa del diccionario, más hermosa que el amor o el respeto». Fiel a esa visión, propuso un gravamen universal del 10% al 20% sobre todos los productos que ingresen a Estados Unidos, sin distinción de origen. Este ambicioso plan es solo la base de un enfoque proteccionista más amplio: Trump planea sumar aranceles adicionales específicos según producto o país, con China como objetivo principal, seguido por la Unión Europea, Canadá y México.
De materializarse, estas políticas llevarían los aranceles estadounidenses a niveles no vistos desde la Gran Depresión de los años 30, golpeando los últimos vestigios del libre comercio.
Un laboratorio económico a gran escala
Estados Unidos, tradicional defensor del librecambio en el siglo pasado, podría convertirse en un gigantesco laboratorio económico. El país, bajo un segundo mandato de Trump, enfrentaría el regreso de una política proteccionista que ni siquiera su sucesor, Joe Biden, ha logrado revertir por completo.
El comercio internacional ya muestra signos de estancamiento: disputas entre la UE y Mercosur, el colapso del órgano de apelación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el impacto de barreras arancelarias en los titulares de medios especializados. Todo esto, en un contexto donde Trump busca consolidar medidas que desmantelen aún más el orden multilateral.
El legado de un mandato proteccionista
El primer periodo de Trump dejó precedentes claros: retiró a Estados Unidos del TPP, renegoció el TLCAN con México y Canadá, e impuso aranceles al acero y al aluminio, afectando especialmente al llamado «Cinturón del Óxido», clave en su victoria electoral. Ahora, con un Congreso controlado por los republicanos, tiene el camino despejado para profundizar este enfoque. Su equipo, liderado nuevamente por Robert Lighthizer, endurecerá las políticas comerciales, avivando tensiones globales.
El impacto global de un cambio radical
Expertos y organismos internacionales ya alertan sobre las posibles consecuencias de estas medidas. Desde la London School of Economics, Aurélien Saussay advierte que los aranceles universales de Trump exceden lo que muchos economistas consideran prudente. El Banco Central Europeo y el FMI también anticipan un fuerte impacto en el comercio internacional. Incluso el próximo secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha señalado que implementar estas medidas sin un enfoque gradual podría generar shocks significativos.
Consecuencias económicas y sociales
En el plano interno, un arancel universal del 20% podría aumentar en un 8% el precio de los productos importados, según el economista jefe de UBS, Paul Donovan. Aunque parte del impacto se absorbería en las cadenas de suministro, se incrementaría la inflación, un fenómeno que Trump podría fácilmente atribuir a la gestión de Biden. Además, una reducción drástica en la inmigración, otra de sus promesas clave, presionaría el mercado laboral, encareciendo los salarios y agravando el panorama inflacionario.
En términos de crecimiento, la Tax Foundation estima que un arancel universal del 10% reduciría en un 0,75% la expansión económica a largo plazo y eliminaría 600.000 empleos. Las represalias de los socios comerciales, como en el pasado, serían inevitables.