Imagen: Atropello plaza Neptuno-Europa Press
El conductor que atropelló a tres jóvenes que esperaban al autobús en la plaza de Neptuno, causando la muerte a uno de ellos en el acto, le fue realizada la prueba de detección de alcohol y drogas, arrojando un resultado de 1,89 gramos por litro de alcohol en sangre, lo que implica cuadruplicar la tasa de alcohol permitida. Asimismo, ha dado positivo en drogas.
El atropello tuvo lugar el pasado viernes, sobre las tres de la mañana, cuando el conductor, un hombre de nacionalidad española de 34 años, perdió el control de su vehículo al circular a gran velocidad, mientras se dirigía a Atocha, y se estrelló contra la marquesina de la EMT. Uno de los jóvenes, de 25 años, murió en el acto por “lesiones incompatibles con la vida”, pese a los intentos de reanimación de los efectivos del Samur-Protección Civil que acudieron al lugar.
Otro tuvo que ser trasladado al hospital, con fracturas múltiples en tronco y piernas. El tercero logró esquivar el vehículo y resultó ileso, confesando a Telemadrid que “había vuelto a nacer”.
El conductor, que tuvo que ser trasladado al hospital, afirmó a los agentes que lo que le había ocurrido es que no está acostumbrado a beber. El juez ya ha ordenado su ingreso en prisión provisional. Su traslado a prisión se efectuará cuando reciba el alta hospitalaria, donde sigue ingresado a causa del traumatismo cranoencefálico sufrido. Se enfrenta a cuatro delitos: homicidio por imprudencia grave, lesiones graves, conducción temeraria y conducción bajo los efectos del alcohol y las drogas.
Junto al conductor detenido viajaba otro hombre, que también resultó ileso. Según las primeras investigaciones de la Policía Judicial de Tráfico, ambos regresaban de una cena navideña.
Ese mismo punto fue escenario de otra tragedia hace seis años
Este punto de la plaza de Neptuno ya había sido escenario de otra tragedia. En 2016, un adolescente de 15 años murió tras ser arrollado por un coche que circulaba a gran velocidad mientras esperaba el autobús junto a su padre.
La madre del joven denunció entonces la leve condena impuesta al conductor, que había consumido cocaína, alcohol y psicotrópicos y circulaba con un coche robado a 130 km/h. Ocho años después, la historia se repite.